
Desde mi infancia crecí con la idea que los santos son personas extrañas y que imitarlas es realmente imposible para la gente común y corriente. Cuando conocí la vida del padre José Allamano, me di cuenta que era normalidad y en su cotidianidad se percibía una profunda experiencia de Dios.
Por Antonio Benítez Arévalo *
Las cosas cotidianas las vivía extraordinariamente, basando todo en un principio fundamental: “hacer el bien, bien y sin ruido”. El padre José Allamano es entonces un ejemplo de aquello que el Papa Francisco ha definido “la santidad de la puerta de al lado”. Una santidad posible para todos. Una santidad que busca que seamos mejores seres humanos para vivir como hijos e hijas de Dios.
José Allamano vive también en un contexto denominado de los santos sociales: San Benito Cotolengo, dedicado a la atención a las personas con limitaciones físicas o mentales, San Leonardo Murialdo, entregado a la pastoral obrera, San José Cafasso, entregado a la pastoral carcelaria, san Juan Bosco, apasionado de la pastoral juvenil, el beato Santiago Alberione, preocupado con la pastoral de los medios de comunicación y el mismo Allamano, con su propuesta de Misión Ad gentes.
Su Casa y su Familia
José Allamano nace el 21 de Enero de 1851 en su casa paterna, ubicada en Castelnuovo de Asti. Una construcción del 1.800 aunque la puerta de ingreso sea del 1.700. Una casa modesta pero amplia, de tres pisos, lo que permite deducir que se trata de una familia campesina, de clase media. Al ingreso había un jardín con un modesto huerto, hoy solo quedan tres viñas de las cuales solo una tiene 100 años. Pasando el ingreso de la puerta principal se encuentra, a la derecha, el establo, testigo de las duras jornadas de trabajo campesino. Hoy transformado en capilla. A la izquierda la cocina y comedor a la vez, espacio en el cual la mamá testimonió su fe enseñando las primeras oraciones a sus 5 hijos y donde vivió la caridad con los más necesitados, compartiendo con ellos un humilde almuerzo, lo mismo que con los vecinos. En el segundo piso encontramos, a la derecha, la habitación de los padres, en donde nacieron todos los hijos. Lugar en donde pasó sus últimos días la mamá, ya muy enferma y en donde murió. Esta habitación es testigo mudo de la ternura de José Allamano para con su madre, cuando como seminarista venía a visitarla. Su mamá, ya ciega y sorda, sabía que José había llegado porque sentía la caricia de su mano. En el tercer piso se recogía la cosecha y, en un ángulo, la mamá había preparado una pequeña habitación para que su hermano José Cafasso, ya sacerdote, pudiera hospedarse cuando venía de Turín a visitar la familia. En este lugar José Allamano, de cinco años, se encontró por primera y última vez con su tío sacerdote José Cafasso.
Los padres del padre Allamano se llamaban José y Mariana. Sus hermanos fueron cuatro: Juan, Ursula, Natale y Octavio. El señor José murió cuando su último hijo tenía tres años, dejando viuda a su esposa, con la responsabilidad de la familia y un gran peso económico. Serán los tíos sacerdotes José (paterno) y Juan (materno) quienes le dan la mano para garantizar la educación de los huérfanos. La señora Mariana se fue desgastando físicamente en el trabajo del campo y murió a los 56 años, ciega, sorda y paralítica. A pesar de su viudez Mariana Cafasso no descuida la formación religiosa de sus hijos. Como un párroco de Castelnuovo dirá años después: la santidad crece en Castelnuvo como mérito de las familias y sobre todo de las madres. La santidad no nace de la casualidad, sino que tiene necesidad de un espacio y este es la familia.

El joven Allamano aprendió a valorar el trabajo material en su familia. Mantuvo siempre un fuerte vínculo con sus hermanos, especialmente con Octavio y Natale con quienes fue al Oratorio de don Bosco. Alimentó una fuerte y tierna relación con su madre, que más tarde se reflejará en su trato cordial y afable. Para él fue muy doloroso no poder estar en el funeral de la madre, debido a que la persona que debía entregarle la carta con la noticia, la olvidó en el bolsillo. Además de la mamá, contribuyeron también en su formación la profesora Benedicta Savio y don Bosco.
Su Pueblo y su Parroquia
Castelnuovo de Asti es un pequeño pueblecito de la región Piamonte, al norte de Italia. Hoy es conocido como Castelnuovo don Bosco, por ser el lugar de nacimiento de este grande santo. Castelnuovo es reconocido como tierra de buen vino y de santos. Además de José Allamano y Juan Bosco, aquí nació José Cafasso que, además, es su tío materno y, en una vereda cercana a Castelnuovo, llamada Mondonio, murió Domingo Savio. Se trata de un bello pueblecito rodeado de viñedos y colinas. En una de esas se encuentra la iglesia parroquial dedicada a san Andrés Apóstol, en donde fue bautizado Jose´Allamano, el 22 de enero de 1851, en la misma pila usada para San José Cafasso y San Juan Bosco.
La gente del lugar, de origen campesino, valora mucho el trabajo material y sobre todo el de la tierra. Acostumbrados a los cambios estacionales saben apreciar la belleza de la naturaleza y durante cada estación saben apreciar lo que cada una trae: en el invierno la viña se reposa y bajo la nieve la semilla duerme y crece para, ya con la primavera, llenar el paisaje con la explosión de los colores de las flores que, luego darán el fruto. Así, José Allamano legó a sus misioneros y misioneras el aprecio por el trabajo material como instrumento evangelizador en la Promoción de la dignidad de la persona.
La parroquia de San Andrés domina el paisaje de Castelnuovo y también la vida del pueblo. Prácticamente la parroquia, la escuela y la familia eran los espacios de formación de la persona. La influencia de la parroquia se veía reflejada en la vida social, no solo a través de la participación de la comunidad en los eventos religiosos tradicionales sino también en la pertenencia y participación a distintas fraternidades, cuyo patrono siempre era un santo. La iglesia parroquial servía como punto de encuentro, espacio formativo y catequético para la vida y no solo previo a los sacramentos. Las fiestas de santos como san Roque no faltaban en ninguna vereda. Son muchas las capillas consagradas a él en distintas partes del territorio. Como no había ni teléfono ni internet, la parroquia era un espacio de comunicación e intercambio de noticias. No había discotecas ni estadios, entonces la parroquia fungía como espacio de convocación y de fiesta para todo el pueblo. Se podría decir que la misa dominical se convertía en el momento y lugar para salir de la rutina del mundo, del trabajo semanal. Después de la misa era cuando los jóvenes podían encontrarse. En este ambiente vivió y de él bebió José Allamano. Mucho de ese espíritu lo transmitió a sus misioneros y misioneras, de manera sencilla, cariñosa, exigente y comprometida.
* P. Antonio Benítez Arévalo IMC, colombiano en Castelnuovo Don Bosco, Italia.
Artículo publicado originalmente en la revista Dimensión Misionera (clic para ver)

Edición especial dedicada a José Allamano