“Bare Mekoro”, nuestro sacerdote para siempre

Vicariato de Tucupita en Venezuela conmemora el primer aniversario de la muerte del padre Josiah Kokal, misionero de la Consolata

El pueblo Warao es el segundo grupo étnico más grande de Venezuela (después del grupo Wayú), con una población estimada de unos 40.000 miembros que habitan principalmente en el Delta del rio Orinoco.

Por Juan Pablo de los Ríos *

Los misioneros de la Consolata llegamos a este territorio en el año 2006 para acompañar la pastoral indígena del Vicariato de Tucupita, inicialmente desde Nabasanuka, donde misioneros y misioneras iniciaron una misión en conjunto, y más adelante se abrió una segunda presencia en Tucupita, capital del estado del Delta Amacuro, no solo para tener un punto de apoyo, sino también para acompañar el gran número de familias Warao que van dejando sus territorios para buscar mejores condiciones de vida en la ciudad.

Padre Josiah Okal: el “Bake Mekoro”

El 1 de enero del 2024 fue un día triste tanto para la comunidad Warao como para los misioneros de la Consolata, ya que fue el día de la muerte, de una manera inesperada y trágica del padre Josiah Okal.

El “Bake Mekoro” o “Padre Negro” en lengua Warao, vivió los 25 años de su ministerio sacerdotal en su “querida” Venezuela, y gran parte de éstos entre el pueblo Warao. Además de haber recibido la nacionalidad venezolana, de ser un estudioso de la lengua y cultura Warao, y gran conocedor de sus costumbres y tradiciones, el padre Okal fue un enamorado de este pueblo que dejó una huella imborrable en las personas y comunidades que acompañó durante tantos años de su servicio misionero en este país tan lejano de su natal Kenia.

La comunidad Warao reza en la tumba del padre Kokal

No es de extrañar entonces que, en la conmemoración del 1er año de su partida, en la Eucaristía presidida por el Señor Obispo del Vicariato de Tucupita, Mons. Ernesto Romero, gran número de los miembros de las distintas comunidades Warao se hicieron presente para rendir homenaje, con mucha gratitud, a quien fuera un pastor, un amigo cercano, un consejero, un promotor de los valores ancestrales y tradicionales, un anunciador incansable del Evangelio de Jesús. “Hay que aprender a amar este pueblo” repetía constantemente a quienes compartían la labor de la pastoral indígena del Vicariato; y al pueblo Warao los instaba a “no estar siempre llorando y lamentando las dificultades”, sino a levantar la cabeza y luchar por sus derechos.

Mons. Ernesto Romero, obispo del Vicariato de Tucupita con un grupo de missioneroe de la Consolata.

Gratitud, suplica y discernimiento fueron tres palabras que el Obispo resaltó durante su homilía y que se replicaron en algunos testimonios de personas que vivieron y compartieron de cerca con el padre Okal. La celebración eucarística acompañada por los catequistas y animadores de las comunidades Warao tuvo algunos gestos significativos como la entronización de la Palabra, cantos en lengua nativa, y el baile tradicional al lado de su sepultura en una de las naves de la Parroquia de San José en Tucupita. El baile acompaña al difunto cuando inicia el viaje para encontrar sus ancestros, pero también lo hace presente cuando la comunidad se reúne y baila de nuevo en su honor.

“Yi ka Bare are jese” eres nuestro sacerdote para siempre, dejaron por escrito en el cartel conmemorativo, porque, como explicaba uno de ellos: “te hiciste uno como nosotros y quedaste enterrado en nuestra tierra”. Así el “Bare mekoro” Okal, un misionero de la Consolata que aprendió y vivió que la misión ad gentes también es ad vitam, ad extra, ad pauperis sigue estando muy presente entre el pueblo Warao, y es su sacerdote para siempre.

* Padre Juan Pablo de los Ríos, IMC, Consejero General para América.

La tumba del padre Kokal en Tucupita, Venezuela.
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