Empezar de nuevo desde Cristo: Reavivar el fuego vocacional

Inspirado en el texto bíblico de Juan 21, 1-14, sobre el encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos, el viernes 5 de septiembre, el padre Ugo Pozzoli, IMC, recordó a los misioneros jubilares la necesidad de volver siempre a comenzar desde Cristo. En este sentido, la invitación fue poner la mirada en los apóstoles después de la muerte de Jesús, Pedro y sus compañeros se sintieron heridos y desilusionados, hasta el punto de regresar a su antigua ocupación.

Por Stephen Gichoki Ngari *

El Padre, quien fue Consejero General y actualmente trabaja en Turín como responsable de Missioni Consolata Onlus — entidad que apoya proyectos de evangelización y desarrollo humano en nuestras misiones, es también Vicario episcopal para la vida consagrada en la Arquidiócesis de Turín, donde acompaña a más de 2.400 religiosos y religiosas. Su reflexión, compartida a través de videoconferencia desde Turín, concluyó la primera semana del programa formativo que se prolongará hasta el 27 de septiembre. 

“Jesús, siempre atento a quienes ha llamado y elegido, organiza una segunda llamada”, recordó Pozzoli. “Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades…” Era una comunidad herida, desanimada, que había perdido la esperanza en el proyecto de Jesús; sin embargo, la pesca milagrosa encendió nuevamente el fuego de la vocación. Pedro, lleno de emoción, se lanzó al agua para ir al encuentro de Jesús: revivía, así, desde la desesperanza. 

Al conectar este pasaje con la experiencia de los participantes del curso, se subrayó que las crisis en la vida consagrada son inevitables y hasta necesarias: el desanimo, el cansancio y las decepciones forman parte de nuestro camino misionero. Pero no debemos rendirnos. Cristo siempre viene a nuestro encuentro para reavivar la llama vocacional que algunos han denominado “primer amor”. 

En la escena evangélica, Jesús prepara el desayuno a sus discípulos con pan y pescado que ellos no habían conseguido. Como en la última cena, toma el pan y lo reparte. Después de una noche de esfuerzo estéril, en la que no habían pescado nada, los discípulos estaban agotados física y emocionalmente. Jesús les enseña —y también nos enseña a nosotros— que con Él basta confiar: con El, todo es posible  – esto nos remite al encuentro de María y su prima Elizabeth… “para Dios nada es imposible … el todo lo puede”.   

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Un segundo aspecto destacado fue el de la comunidad. “Cuando Pedro decidió salir a pescar, los demás sintieron la necesidad de acompañarlo. Se fueron juntos. En cierto modo, toda la comunidad retrocedió junta. Sin embargo, después de la pesca milagrosa, fue el discípulo amado quien primero reconoció al Señor en la orilla y se lo señaló a los demás”. 

Fieles a nuestro carisma, estamos consagrados a la misión dentro de la familia Consolata. En los momentos de éxito celebramos juntos, y en los de fracaso la comunidad se convierte en nuestro refugio y sostén. La familia a la que pertenecemos nos ayuda a discernir, a juzgar con claridad y a abrazar la voluntad de Dios. Cuando caemos, la comunidad nos levanta y nos recuerda que el Señor nos espera en la orilla. Por eso, hemos de vivir siempre con gratitud y alegría de pertenecer y trabajar en comunidad. 

En el transcurso de la mañana, los misioneros se reunieron en grupos para profundizar en la reflexión recibida y luego compartieron sus ecos en plenario. Ya en la tarde, dispusieron de tiempo libre para visitar algunos lugares significativos de Roma. 

* Padre Stephen Gichoki Ngari, IMC, misionero en Colombia. 

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