La trivialización de la muerte como signo de nuestro tiempo

La humanidad atraviesa uno de los momentos más desoladores de los últimos años. Por primera vez, una generación de jóvenes se ve confrontada de manera consciente ante una oleada de hechos violentos e inhumanos, expuesta además por medios y redes que hacen visibles realidades que antes permanecían ocultas o llegaban solo a través de investigaciones y documentos reservados. Surge entonces la pregunta: ¿es la violencia la única respuesta que la humanidad ha encontrado frente a los retos contemporáneos?

Yobani Rojas *

Hoy la sociedad parece crecer destruyendo, sostenerse matando y gobernar generando miedo. Estos mecanismos de poder, presentes a lo largo de la historia, se perpetúan porque también nosotros, muchas veces sin darnos cuenta, participamos de ese círculo de indiferencia y deshumanización. Incluso la educación, más centrada en la productividad que en la reflexión crítica, contribuye a moldear ciudadanos poco sensibles al dolor ajeno.

Ejemplos recientes lo confirman. En el conflicto entre Israel y Palestina, Los Angeles Times (5 de septiembre de 2025) informó que en menos de dos años han muerto más de 64.000 personas, mientras que la ONU registró 105 asesinatos en Gaza en apenas dos días de agosto. En Nepal, un estallido social dejó 30 fallecidos y más de mil heridos, según el Ministerio de Salud, citado por DW el 11 de septiembre de 2025. En Europa, la guerra en Ucrania continúa cobrándose vidas: el 7 de septiembre de este año un ataque causó cuatro muertes y 44 heridos, también de acuerdo con DW. Estas noticias no son simples ejemplos aislados de violencia: ponen en evidencia cómo la muerte y el sufrimiento humano, resultado de decisiones políticas, gobiernos en conflicto y grupos armados, terminan reducidos a cifras y titulares que circulan en los medios.

Como advirtió Hannah Arendt al analizar los totalitarismos, el verdadero peligro aparece cuando la violencia y el mal se vuelven banales: la pérdida de sensibilidad frente a la vida del otro. Así, lo que debería conmover y movilizar conciencias se transforma en simple información de consumo, reforzando la indiferencia colectiva.

Esta radiografía del mundo evidencia cómo la muerte, trivializada y convertida en instrumento político, se utiliza para imponer ideologías y perpetuar el miedo. Frente a ello, surge la necesidad de preguntarnos: ¿cómo debemos responder como discípulos de Jesús de Nazaret? El Evangelio nos recuerda que la raíz de muchos conflictos es el odio y la incapacidad de reconocer al otro como hermano. Por eso, en contraposición a la cultura de la guerra, se nos propone la cultura del amor: “Amémonos unos a otros, porque Dios es amor” (1 Jn 4,7-8).

Amar implica cuidar, respetar y acompañar. Si cada persona asume esta tarea desde su contexto local, será posible generar una red de acciones que promueva la dignidad humana y el valor de la vida.

En este panorama, el XI Congreso Juvenil Consolación y Misión, que se celebrará en Manizales, Caldas, cobra un sentido especial. Jóvenes de distintas regiones del país, invitados por la Animación Misionera Juvenil y Vocacional (AMJV) de los Misioneros de la Consolata en Colombia, se reunirán para reflexionar sobre la metodología misionera como respuesta concreta a las realidades de violencia y exclusión que afectan a las nuevas generaciones. Inspirados en San José Allamano y en la experiencia misionera misioneros en África, Asia, América y Europa, los participantes, bajo el lema “Con mente y corazón abiertos al mundo, manos y pies ocupados en los territorios”, buscarán que la reflexión se convierta en aprendizajes significativos y estos en acciones capaces de transformar sus contextos.

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Amparados por María Consolata, protectora e inspiradora, y sostenidos por el carisma que San José Allamano legó al Instituto, nace la certeza de que frente a la desolación la respuesta auténtica es el amor que consuela y transforma. En esta misión, los Misioneros de la Consolata, en comunión con la Iglesia, siembran esperanza y fraternidad, animando a los jóvenes a ser protagonistas de un cambio que dignifique la vida y fortalezca la unidad de los pueblos. Como lo expresó el Papa León XIV en su primer discurso (Reuters, 8 de mayo de 2025): “Es la paz de Cristo resucitado: una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante. Una paz que viene de Dios, el Dios que nos ama a todos, incondicionalmente”.

* Yobani Rojas, psicólogo integrante del equipo de vida y misión AMJV Colombia.

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