Camino y Esperanza para la Amazonía

Fotos: Juanjo, amigo de la misión y escritor de Misión Putumayo

El Tiempo de la Creación y la Semana por la Paz son espacios que invitan a reflexionar sobre la misión de la Iglesia en Colombia y el mundo, en particular, el compromiso con la justicia, la reconciliación y el cuidado de la casa común. En Colombia, estas jornadas, celebradas en el mes de septiembre, han cobrado un profundo sentido en territorios como la Amazonía, donde la biodiversidad, la riqueza cultural y la vida misma se encuentran hoy amenazadas por intereses extractivistas, la deforestación y la violencia.

Por Luis Mario Luna *

En medio de este contexto, la Iglesia sigue acompañando a las comunidades con la certeza de que el Evangelio se encarna en la defensa de la vida y en la construcción de paz. En esta misión se destaca el trabajo del Vicariato Apostólico de Puerto Leguízamo – Solano, confiado a Mons. Joaquín Humberto Pinzón, y en él, a los Misioneros de la Consolata, quienes, desde hace un poco más de una década, caminan junto a los pueblos indígenas, campesinos y afrodescendientes de la región. Los Misioneros de la Consolata, desde su llegada a Colombia, hace más de 7 décadas han estado presentes en la amazonia y en algunas cuidades del sur de Colombia. 

Para profundizar en los desafíos y esperanzas que vive hoy esta Iglesia amazónica, el equipo de comunicación de los Misioneros de la Consolata en Colombia sostuvo un diálogo con Mons. Joaquín Humberto Pinzón, IMC, obispo del vicariato. La conversación giró en torno a temas claves: el cuidado de la creación, el acompañamiento a los pueblos, la importancia de espacios como el Centro Amazónico de Pensamiento Intercultural (CAPI) y el horizonte de paz que se sueña desde este territorio de frontera.

Participación en el Encuentro de obispos de la Amazonia. Foto: P. Julio Caldeira, IMC

La presencia misionera en este vicariato se ha convertido en un signo de esperanza, especialmente en las iniciativas pastorales, sociales y culturales que buscan responder a los clamores de la Amazonía y fortalecer la espiritualidad amazónica en clave de sinodalidad.

En agosto, Bogotá acogió el encuentro de los obispos de la Panamazonía, convocado por la Conferencia Eclesial de la Amazonía (CEAMA). Mons. Joaquín Pinzón participó en este espacio de discernimiento eclesial que reunió a los Obispos que acompañan los pueblos y culturas de la región para reflexionar sobre los desafíos comunes de la Amazonía.

“El encuentro fue un claro espacio de comunión eclesial en el cual hemos podido retomar el proceso sinodal en la Amazonía (…) El proceso está vivo y hay que seguir apostando por él. Es una construcción que se hace juntos y, sobre todo, desde las bases, desde las comunidades.”

El obispo subrayó tres aprendizajes centrales:

  1. El dinamismo del proceso sinodal, continúa vivo y exige ser alimentado desde la participación real de las comunidades.
  2. El desafío de tejer caminos y desarticular fronteras, compartiendo procesos más allá de los límites geográficos o institucionales que suelen dividir a los pueblos.
  3. La riqueza de nuevas experiencias pastorales, como la itinerancia, la intercongregacionalidad y la interculturalidad, que han fortalecido el trabajo conjunto en territorios amazónicos.

Con estas claves, la Iglesia en Puerto Leguízamo – Solano se siente llamada a seguir abriendo caminos de comunión, diálogo y servicio en una región donde la diversidad cultural y la vida del territorio están en permanente riesgo.

Una iglesia con Rostro Amazónico

Por otro lado, el llamado del Papa Francisco a ser Iglesia con rostro amazónico, propuesto en el documento final del sínodo de la Amazonía y en la exhortación Querida Amazonía, es un llamado que ha encontrado eco en el vicariato desde mucho antes del proceso sinodal aseguró Mons. Joaquín. “El rostro amazónico de esta Iglesia y de las Iglesias de la Amazonía son los rostros. (…) diversos de los pueblos originarios, campesinos y afrodescendientes que hacen parte de este tejido étnico presente en el territorio.”

El obispo explicó que, más que hablar de un solo rostro, la Iglesia amazónica se identifica con la pluralidad de los pueblos que conviven en el territorio. Esta diversidad constituye un desafío y, al mismo tiempo, una riqueza que permite tejer una pastoral verdaderamente intercultural. “Con este rostro se deben generar dinámicas de comunión, de participación y de misión, en donde se prevalece el territorio superando las fronteras, en donde se fortalece la ministerialidad, la interculturalidad, la intercongregacionalidad y la itinerancia.”

Así, la Iglesia con rostro amazónico se convierte en un espacio de encuentro donde todos los pueblos, “todos, todos, todos”, son reconocidos y valorados, donde se comparte la misión desde la vida cotidiana y desde el compromiso con la tierra.

Uno de los frutos más visibles del caminar pastoral en Puerto Leguízamo es la creación del Centro Amazónico de Pensamiento Intercultural (CAPI). Mons. Pinzón recordó que este espacio surgió como una petición de líderes indígenas y como resultado de la experiencia formativa de catequistas y animadores. “El CAPI es un don, un regalo (…) porque significa poder contar con un espacio de sistematización de la vida y la cultura de los pueblos, de su espiritualidad. Significa contar con un espacio que propicia la formación integral para niños, jóvenes y adultos, teniendo como perspectiva sus valores culturales y el cuidado de la casa común.”

El CAPI no es solo un centro académico, sino un lugar de encuentro donde confluyen la memoria, los saberes ancestrales y los sueños colectivos. Allí se han desarrollado ya dos mingas amazónicas fronterizas, bajo el lema “Amazonía, espacio de vida que une orillas”.

En estas mingas, líderes espirituales, sociales, políticos y comunidades enteras han dialogado para construir propuestas concretas que garanticen la vida y el futuro del territorio. Según Mons. Pinzón, el CAPI se perfila como un instrumento clave para que la Iglesia siga acompañando a los pueblos amazónicos desde la escucha y la reflexión compartida.

Por otro lado, la opción por la defensa de la vida y de la creación atraviesa de manera transversal toda la acción pastoral del vicariato. Mons. Pinzón lo explicó con claridad: “El plan de pastoral global del vicariato está impregnado del compromiso con el territorio, con esta Amazonía corazón biológico de la tierra. (…) Se ha construido un plan de pastoral rural y de la tierra con el trasfondo del cuidado de la casa común, sembrando en el corazón de las personas nuevas prácticas amigables con ella.”

En este sentido, los diferentes planes —el juvenil, el rural y la pastoral social— tienen como horizonte el cuidado de la creación. Entre los proyectos más significativos, el obispo destacó Agrovida, iniciativa que promueve prácticas agroecológicas para contrarrestar la deforestación y ofrecer alternativas sostenibles frente a la ganadería extensiva. “Se empiezan a ver frutos: personas, familias, comunidades más conscientes de su vocación y de su tarea de cuidar esta tierra, esta casa común que es nuestra madre y nuestra hermana.”

Este compromiso con la casa común no se queda en lo teórico, sino que se expresa en prácticas concretas que fortalecen la conciencia ambiental de las comunidades y en proyectos que buscan transformar el modo de relacionarse con el territorio.

Caminos de Paz

Finalmente, Mons. Pinzón compartió sus esperanzas para el futuro del vicariato y de la Amazonía.

“La sinodalidad llegó para quedarse. Sueño con que vayamos sintonizando cada vez más los procesos sinodales, procesos de construcción de Iglesia y de nuevos caminos, como nos inspiró el Papa Francisco en el Sínodo de la Amazonía.”

El obispo subrayó que el cuidado de la creación y la construcción de paz son caminos inseparables: “No se puede vivir en la Amazonía sin esta espiritualidad del reconocimiento de la contemplación de nuestra madre, nuestra casa común, del cuidado que debemos tener por ella. En la medida en que nos comprometemos con la vida —de las personas, del agua, del territorio— vamos construyendo procesos de paz.”

Este sueño de paz no se limita a la ausencia de conflicto armado, sino que se entiende como la posibilidad de que la vida florezca en todas sus dimensiones: humana, cultural, espiritual y ecológica.

Las palabras de Mons. Joaquín Pinzón muestran que la misión de la Iglesia en la Amazonía no se reduce a acompañar comunidades, sino que busca defender la vida en todas sus formas tejiendo procesos de paz y comunión; por otro lado, la espiritualidad amazónica, la sinodalidad y el cuidado de la casa común se presentan como caminos de esperanza para la región y para el mundo, en este sentido, la Amazonía, “corazón biológico de la tierra”, se convierte en un signo profético para la humanidad, recordándonos que cuidar la casa común es tarea de todos.

*Por Luis Mario Luna, Comunicador Social. Equipo de Comunicaciones del IMC Región Colombia. 

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