
Entre el 14 y el 15 de noviembre, el municipio de Samaná, ubicado en el oriente de Caldas y reconocido por su riqueza hídrica, sus montañas que delinean la vertiente oriental de la cordillera Central y su memoria cultural, fue el punto de encuentro de una celebración profundamente significativa. Se conmemoró allí el aniversario sacerdotal del Padre Horacio Zuluaga, misionero de la Consolata, en un ambiente marcado por la gratitud, la identidad comunitaria y la espiritualidad misionera.
Por Mauricio Awiti, IMC *



La vocación: cuando la misión toca la vida
La historia vocacional del Padre Zuluaga se remonta a la animación misionera y vocacional de los años 60 y 70, un periodo en el que los misioneros de la Consolata desde San Félix recorrían los pueblos de la antigua “Gran Caldas” —hoy Caldas, Risaralda y Quindío— promoviendo una espiritualidad abierta al mundo y a las periferias geográficas y existenciales. Estas misiones populares generaban un fuerte impacto en jóvenes rurales, quienes encontraban en la vida consagrada y misionera horizontes de servicio universal.
Fue en este contexto donde Horacio descubrió la llamada a seguir a Cristo ad-gentes, iniciando un camino que culminaría en su ordenación el 19 de octubre de 1975. Según cuenta Horacio fue el momento de la plena renovación eclesial postconciliar.
Posteriormente, su itinerario pastoral se expandió a diversos continentes y países: Kenia, donde participó en la misión de primera evangelización de los Misioneros de la Consolata en África Oriental; Colombia, en varias parroquias y procesos educativos; Canadá, en la pastoral multicultural; España, especialmente en el acompañamiento migratorio; y, en la actualidad, Turín (Italia), donde sirve a la comunidad latinoamericana con un enfoque de acogida, integración y esperanza. Dicho recorrido refleja la naturaleza itinerante y encarnada de la espiritualidad misionera de consolación, centrada en “estar con los más pobres y abandonados” como lo quiso nuestro Padre y Fundador San José Allamano.
Una celebración en Samaná: memoria viva y fraternidad
La celebración en Samaná inició en las vísperas con una Eucaristía que evocó el don de la vocación como acontecimiento de gracia. Durante la celebración fue enfatizada la identidad sacerdotal que se fortalece en la comunidad y que reconoce la acción del Espíritu en el ministerio de sus pastores. Con este espíritu, familiares y amigos participaron en un encuentro de animación que unió anécdotas, gratitud, historia y afecto.
El sábado, la celebración eucarística fue presidida por Padre Horacio, IMC en compañía del Párroco P. Efrén y P. Mauricio Awiti, IMC, quién participó en nombre de los Misioneros de la Consolata – Región Colombia. A pesar de la lluvia y el frio de la tarde los fieles participaron manifestando su fe y aprecio al Padre cincuentón.
La sesión de fotografías posterior no fue solo un registro visual, sino un gesto antropológico de construcción de memoria colectiva. La cena fraterna con música popular —expresión identitaria de la región— completó la jornada, tejiendo lazos comunitarios que integran fe, cultura y vida cotidiana.
Alegría familiar y testimonio de perseverancia
Es importante señalar que, para su familia, este aniversario representa una profunda alegría. La perseverancia y dedicación del Padre Horacio a lo largo de cinco décadas simbolizan una vida consagrada que, pese a desafíos físicos, interculturales, tensiones misioneras y desplazamientos constantes, ha mantenido firme su opción por el Evangelio. En este sentido, la fidelidad a un sentido trascendente -vocación misionera- contribuye a la maduración integral de la persona. No hay duda de que la trayectoria del Padre es una manifestación de oración y valoración de la comunidad misionera.
En suma, el aniversario sacerdotal del Padre Horacio Zuluaga en Samaná se constituye en un acontecimiento eclesial que une historia local, vocación misionera y esperanza comunitaria. Asimismo, reafirma la dimensión universal del ministerio presbiteral y proyecta un horizonte de misión renovada con el pueblo de Dios, fiel al espíritu de consolación y al llamado de una Iglesia en salida.
Por P. Mauricio Awiti, Misionero de la Consolata. Consejero Regional.



