Hermano Gerardo Secondino: 25 años de profesión misionera al servicio del Pueblo de Dios

Cuando entras en el corazón de alguien, ya lo sabes todo sobre esa persona, sin necesidad de hacer preguntas.

Por editorial

Nacido en Pietraperzia, provincia de Enna, Italia, el 17 de julio de 1959, hijo de Vincenzo y Felicetta Scaramozza, el Hermano Gerardo Secondino es uno de los 28 hermanos misioneros de la Consolata que actualmente se encuentran en misión en todo el mundo. La Congregación, fundada por San José Allamano en 1901, reúne a sacerdotes y hermanos laicos, laicos consagrados que comparten la misma vocación misionera -ad gentes- y viven, por deseo del Fundador, en un espíritu de familia.

La figura del “Hermano” siempre ha estado presente en el corazón y el proyecto misionero de San José Allamano. Incluso antes de la fundación del Instituto, al presentar su propuesta a la Santa Sede, afirmó haber desarrollado su proyecto en contacto con sacerdotes y seminaristas, añadiendo al margen: «Los laicos no faltarán». Es en este carisma donde se sitúa la trayectoria del Hermano Gerardo, marcada por su misión en Mozambique, su labor educativa y el testimonio silencioso del Evangelio vivido en la vida cotidiana.

Una vocación nacida en el camino de la fe

Al preguntarle sobre cómo surgió su vocación misionera, el Hermano Gerardo relata que ingresó en el Instituto de los Misioneros de la Consolata en 1991, iniciando un proceso formativo que lo llevó al noviciado en Vittorio Veneto en 1994. Allí vivió una experiencia decisiva de acompañamiento y discernimiento, que le ayudó a confirmar su compromiso con la misión: «Allí comencé a conocer verdaderamente a los misioneros de la Consolata y a comprender el camino que Dios me proponía», recuerda.

Tras su primera profesión religiosa, permaneció en la misma comunidad, sirviendo como ecónomo y profundizando su experiencia comunitaria y misionera, siempre con un espíritu de disponibilidad.

Destino Misionero: Mozambique

En el año 2000, llegó la misión misionera que marcaría profundamente su vida. Destinado a Mozambique, el Hermano Gerardo permaneció en el país durante 14 años, trabajando principalmente en las regiones de Mauá y Guamba.

En Mauá, se dedicó durante casi nueve años a la creación y coordinación de una escuela de artes y oficios de los Misioneros de la Consolata, llamada Escuela San José Allamano. El proyecto tenía como objetivo ofrecer formación humana, profesional y cristiana a los jóvenes de la región. “No solo trabajamos para enseñar un oficio, sino para ayudar a las personas a descubrir su valor y dignidad”, afirma.

Más tarde, en Guamba, continuó su labor misionera con las comunidades locales, profundizando su contacto con la cultura Macua, que reconoce como fundamental para su comprensión del pueblo y la misión.

Misión Interrumpida y Nuevos Servicios

Por motivos de salud, el Hermano Gerardo tuvo que regresar a Europa para someterse a una cirugía, lo que cambió su rumbo misionero. Aunque deseaba regresar a Mozambique, se le aconsejó permanecer en el continente europeo.

Luego pasó ocho años en la casa de los Misioneros de la Consolata en Cacém, cerca de Lisboa, donde continuó su servicio fraterno. Posteriormente, regresó a Italia y actualmente reside en la comunidad de la Certosa de Santa María en Valle Pesio, cerca de Cuneo, donde trabaja acogiendo a visitantes y misioneros. “Hoy mi misión es acoger, escuchar y estar presente”, resume.

La Misión con los Jóvenes

Entre las experiencias que más marcaron su trayectoria se encuentra su trabajo pastoral con jóvenes en una parroquia dedicada a San Miguel. Durante cuatro años, dirigió reuniones semanales de oración y celebraciones dominicales exclusivamente para jóvenes. “Aunque no lo parezca, los jóvenes son grandes maestros. Nos enseñan a vivir, a escuchar y a comprender lo que hay detrás de las palabras”, enfatiza.

Según él, este período fue decisivo para la maduración de su fe y para una comprensión más profunda del anuncio del Evangelio a través de la escucha y la relación.

“Hacer el bien” como principio misionero

Inspirado en las enseñanzas de San José Allamano, el Hermano Gerardo recalca que la misión se construye en las pequeñas cosas de la vida cotidiana. Para él, evangelizar no es solo enseñar, sino sobre todo penetrar en el corazón de las personas. “Cuando entras en el corazón de alguien, ya lo sabes todo sobre esa persona, sin necesidad de hacer preguntas”, afirma.

Esta forma de vivir la misión, según él, permite percibir lo que las personas comunican sin palabras, a través de gestos, actitudes y su forma de vida.

Hermanos Misioneros de la Consolata: Una Vocación Esencial

Al cumplir 25 años de profesión religiosa misionera, el Hermano Gerardo recuerda la importancia de la vocación de los hermanos dentro del Instituto. Actualmente, hay unos 30 hermanos misioneros de la Consolata repartidos por todo el mundo.

Mientras que los sacerdotes trabajan más directamente con las comunidades cristianas ya establecidas, los hermanos, según él, tienen una presencia más amplia entre la gente, especialmente entre aquellos que todavía están buscando, dudando o en proceso de maduración en la fe. 

“Estamos llamados a caminar con todo el pueblo de Dios, especialmente con aquellos que aún buscan un sí más consciente a la vocación que Dios les propone”, explica.

Al concluir su testimonio, el hermano Gerardo deja un mensaje sencillo pero profundo para quienes sienten la llamada misionera: fidelidad total a Dios. “Dios no parece estar, pero es nuestra vida, nuestro futuro y nuestro ser”, reafirmando el profundo significado de una vida dedicada a la misión y al servicio del Reino.

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