
“Ustedes son misioneros de la Consolata. ¿Pero lo son de verdad o solo de nombre? Deben tener el espíritu de los Misioneros de la Consolata en los pensamientos, en las palabras y en las obras” (San José Allamano, Vida Espiritual p. 113-114).
Por Vilsom Jochem *
El Superior Emérito, padre Stefano Camerlengo, IMC, misionero en Costa de Marfil, se conectó vía Zoom con Roma desde la Misión de Dianra Village, el 27 de Mayo, para compartir con el grupo de misioneros que celebran sus 25 años de vida consagrada y sacerdotal el tema: “Reavivar el fuego de la Vida Consagrada y misionera”.

Padre Camerlengo ha ofrecido una profunda y estimulante reflexión sobre el estado actual de la Vida Consagrada del Instituto y propuso caminos concretos para su renovación y revitalización. Irradiando un espíritu de esperanza invitó a una conversión personal y comunitaria para responder a los desafíos del presente con fe y creatividad.
Un llamado a lo esencial: Cristo en el centro
La ponencia planteó la necesidad imperante de volver a poner a Jesucristo en el centro de la Vida Consagrada. Se critica una auto-ocupación excesiva con las propias estructuras e intereses, que desvía la atención de lo verdaderamente esencial: confesar a Jesús Cristo y vivir para Él. Camerlengo enfatiza que “un Instituto religioso que se enfoca en sí mismo en lugar de en Cristo pierde su atractivo y relevancia, tanto para el mundo como para las vocaciones”.
Lea también: Caminar desde Cristo: un renovado compromiso de la Vida Consagrada
Discernimiento sobre la Vida Consagrada hoy
Amados, llamados y enviados a la misión en el mundo
Vida Consagrada: actualidad y perspectivas
La Palabra de Dios: alma y guia de la Vida Consagrada
En este camino, no se puede olvidar que el centro de toda nuestra vida es Jesucristo. Él no puede ser solo un aspecto marginal en nuestro ser y quehacer diario. “Poner de nuevo a Jesucristo y su Evangelio en el centro significa redescubrir inmediatamente, diría automáticamente, la necesidad de la comunidad, la vocación comunitaria del ser cristiano. Para nosotros, la misión es la base de la vida consagrada y comunitaria, en la que lo esencial no es una vida compartida, sino una misión realizada en común. Podemos afirmar que este punto es el que marca la diferencia entre una simple cohabitación y una verdadera comunidad de hermanos”, subrayó el misionero con su larga experiencia de acompañamiento del Instituto en sus 18 años de trabajo en la Dirección General.

La Comunidad: Un espacio de transformación y Misión
El Padre Camerlengo resaltó la importancia de la vida comunitaria como un pilar fundamental para la revitalización de la Vida Consagrada. La misión es la base de la Vida Consagrada y comunitaria, donde lo esencial no es solo una vida compartida, sino una misión asumida en común. Esta distinción es crucial para diferenciar una simple “convivencia” de una verdadera “comunidad” de hermanos. La comunidad, entonces, no precede a la misión, sino que se constituye en ella, tanto en su experiencia espiritual como en sus aspectos concretos e institucionales.
“La fraternidad y la interculturalidad son aspectos clave que se buscan construir en las comunidades, superando toda forma de autorreferencialidad, clericalismo y cerrazón. La comunidad es vista como un espacio donde se comparte la búsqueda del primado de Dios y donde se experimenta una verdadera fraternidad evangélica. El mundo actual, de hecho, demanda un testimonio de comunión, fraternidad y diálogo, no solo como un servicio evangélico auténtico, sino también como un signo elocuente para este tiempo”.

“Un segundo llamado es alimentar una gran pasión por el Reino que se debe anunciar, especialmente a los pobres (en bienes materiales y espirituales). La conciencia de la misión es una prueba de que la vida espiritual no es intimidad ni evasión de la historia. También en este ámbito parece que percibimos algunos signos de cansancio o incluso de indolencia, que sugieren una relación débil con Aquel que nos envía”.
Mirar al futuro con esperanza y realismo
A pesar de reconocer las fragilidades, las dificultades y las sombras presentes en la Vida Consagrada actual (individualismo, oración irregular, falta de iniciativa y liderazgo, distancia de la gente), padre Camerlengo mantiene una postura positiva y esperanzadora. “Las comunidades son como una gran selva que crece en el silencio, en la oración y en el sacrificio”.

“Para crear un clima favorable que permita trabajar, se necesita la educación en el silencio y en la interioridad y crear un clima de escuela y de oración. Todo esto no es fácil, pero la ayuda puede llegarnos si tenemos en cuenta las indicaciones que nuestros documentos y la tradición espiritual que nos ofrecen”.
Concluyó haciendo un llamado a la humildad como caracteristica esencial en la vida de cada misionero de la Consolata, para ser respuesta de amor al grande don de Dios en la propia vida y en la misión y la vida en común a la que hemos sido llamado. “La humildad no puede faltar jamás para poder hacer bien el bien y reconocer que el protagonista de la vida y de la misión es el Espíritu Santo”, destacó el misionero.
* Padre Vilson Jochem, IMC, misionero en Venezuela.