
«Las personas consagradas pueden y deben volver a partir de Cristo, porque Él mismo, en primer lugar, salió a su encuentro y las acompañó en su camino (cf. Lc 24, 13-22). Su vida es anuncio del primado de la gracia [cf. NMI 31]; sin Cristo no pueden hacer nada [cf. Jn 15, 5]; en cambio, pueden hacerlo todo en Él, que les da la fuerza».
Por Arlei Pivetta *
Con esta motivación, tomada del documento «Caminar desde Cristo: un renovado compromiso de Vida Consagrada» en el tercer milenio (2002), el padre claretiano, Xabier Larrañaga Oyarzabal, CMF, Consultor de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA), dirigió un estudio el 13 de mayo durante el curso de formación permanente para un grupo de misioneros de la Consolata jubilares reunidos en Roma.
Para el profesor del Claretianum de Roma, «el primer paso para seguir a Cristo es verlo como el centro de nuestra vida». Esto nos ayuda a «estar presentes en la vida de las personas y saber escucharlas sin juzgarlas. Saber escuchar es un don. Cristo enseñó a sus apóstoles a estar presentes, pero también, en los momentos de cansancio, a retirarse para recargar las pilas, para estar solos, para poder reflexionar».
El padre Xabier subrayó también que hoy «la vida religiosa tiene un papel y una voz en la sociedad, pero es necesario partir de Cristo para ser signo de la gracia de Dios en el mundo. Cristo fue, es y será siempre nuevo. La vida religiosa camina con la realidad, renovándose siempre para seguir siendo profética, en busca de Jesús, pero no de un Jesús fuera de la historia, sino encarnado», señaló.

Ser signo de fraternidad universal
Reflexionando sobre la vocación cristiana, el profesor recordó que «bautizarse es consagrarse a una vocación universal, que no tiene fronteras. Y la llamada a la vida religiosa es un signo de paz universal». Según el padre Xabier, «el signo debe ser visible, porque la invisibilidad no es buena». Como ejemplo, citó un signo colocado dentro de una habitación, que puede funcionar bien, pero no tendrá el efecto deseado. Debemos ser «signos» que muestren a la gente el camino hacia Jesús. Recordando que Jesús es misterio que se revela en el curso de la historia.

Uno de los desafíos de la Vida Consagrada es sentirse seguro, lo que por un lado es bueno, pero por otro acaba llevando a la complacencia, pensando que no hay necesidad de renovación.
Lea también: Discernimiento sobre la Vida Consagrada hoy
Amados, llamados y enviados a la misión en el mundo
Vida Consagrada: actualidad y perspectivas
La Palabra de Dios: alma y guia de la Vida Consagrada
El padre Xabier subrayó que «la vida religiosa debe ser la poesía de la Iglesia. Debe dar alegría, porque está en sintonía con el Espíritu de Dios que anima, fortalece e ilumina. Por eso no es una vida estancada, sino dinámica».
Otro aspecto importante es la «coherencia entre lo que decimos y lo que vivimos». Es en la coherencia donde atraemos a los demás».
Según el ponente, el documento «Caminar desde Cristo» se hace eco de la enseñanza de la Exhortación Apostólica «Vita Consecrata» (1996): «Se recuerda también que una tarea de las comunidades de vida consagrada hoy es “hacer crecer la espiritualidad de comunión, ante todo en su interior y luego en la misma comunidad eclesial, y más allá de sus confines, abriendo o reabriendo constantemente el diálogo de la caridad, especialmente allí donde el mundo de hoy está desgarrado por odios étnicos o locuras homicidas” (VC 51).

Ante el grupo de misioneros, el padre Xabier Larrañaga insistió en que «la Vida Consagrada está llamada a encontrarse, por la vía misionera, con la modernidad y la postmodernidad. Tiene mucho que dar: su fuerza interior de trascendencia y religiosidad; su fuerza de comunión y socialidad; su impulso de creación y cultura, de servicio y misión».
Por último, recordó que el Papa Francisco propuso un modo distinto de estar presentes en el mundo, con nuevas «disposiciones que ayuden a acoger mejor el anuncio: cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena» (Evangelii gaudium 165). Se trata de abordar «las cuestiones más profundas de los corazones» (n. 265) y, por tanto, «hay que escuchar mucho» y «compartir la vida de las personas y prestarles atención de buen grado» (n. 158).
Según la metodología del curso, motivados por las reflexiones del ponente, los participantes trabajaron en grupos para compartir sus experiencias y expresar sus preguntas.
* Padre Arlei Pivetta, IMC, misionero en Boa Vista, Roraima.