
Somos 14 Misioneros de la Consolata que cumplimos alrededor de 25 años de consagración religiosa u ordenación sacerdotal. Padre Antonio Rovelli, responsable del Curso, nos ha bautizado “The G25 Group”.
Por Josiah K’Okal y Chrispine Okello *
Somos de diversas circunscripciones y hemos sido convocados a partir del 28 de enero para hacer memoria de nuestro camino, darle gracias a Dios y recibir un nuevo ímpetu en el empeño misionero.
Tres momentos especiales han marcado el comienzo de este curso que tendrá la durada de un mes: la bienvenida que nos hicieron el superior y el vice superior general; la clausura del bienio sobre la persona del misionero; la eucaristía en la que celebramos el 122 aniversario de fundación de nuestro instituto.
“Protagonista de este curso –comienza el Padre General, Stefano Camerlengo– es cada uno de ustedes. Cada uno necesita tres actitudes, como nos señala nuestro Fundador, el Beato José Allamano: ser honesto consigo mismo, entrar en lo más profundo de su corazón y tener el coraje de afrontarse con la realidad que vive”.
El padre General subraya que lo más importante de todo es “la persona del misionero que siente la necesidad de formarse, releer su vida, su vocación y misión; el material de este curso no se encuentra en libros sino en la vida, la historia y la misión vivida hasta ahora por cada cual”. Este curso es entonces una ocasión para detenernos y recibir un nuevo impulso en nuestras vidas; es una oportunidad favorable para rememorar las cosas importantes de nuestro caminar y un tiempo de gracia para continuar caminando como discípulos-misioneros.
Ese mismo día tuvimos la dicha de participar, con los demás misioneros que viven en Roma, en la ceremonia de la clausura del Bienio sobre la Persona del Misionero. En esa ocasión el padre Stefano Camerlengo recordó que el bienio había sido un momento formativo importante en la vida del Instituto, y tenía como objetivos: “dar un fuerte impulso al proceso de revitalización personal y del Instituto y ayudar al misionero a poner al centro de su vida y su misión la persona de Cristo”. Al final de ese bonito momento de celebración el Padre General concluyó su reflexión con estas palabras: “queridos, cuando regresemos a nuestra misión, debemos poner en práctica lo que hemos aprendido. Después del tiempo de siembra viene la cosecha. Estemos abiertos a la Palabra; renovemos nuestro entusiasmo; sigamos soñando. El Instituto que es nuestra familia está vivo… Sintámonos parte y protagonistas de la vida y misión de nuestra familia misionera”. Hay que reconocer que estas palabras, que estaban dirigidas a todo el instituto, encajaban perfectamente con nuestro proyecto de formación.
La conclusión de todo la tuvimos el domingo, 29 de enero, aniversario de la fundación del Instituto. También en esta ocasión el padre General presidió la eucaristía acompañado en el altar por el Consejero General Padre Godfrey Msumange y nos agració con su presencia Mons. José Luis Ponce, Misionero de la Consolata y obispo de la Diócesis de Manzini, eSwatini.

La reflexión de este día, estaba en parte dirigida a nosotros 14 misioneros presentes en el curso, en parte a la comunidad de la Casa “Generalizia” y en parte a todo el Instituto y comenzaba diciendo que «a pesar de los problemas que tenemos, es bello ser Misionero de la Consolata! No hay duda de que la misión nos ha cambiado y a veces podemos hasta llegar a decir ¡che casino facciamo! pero toda pregunta que surja en este tiempo de cambios es importante y nos ayuda a crecer».
Hay tres elementos importantes que debemos recordar y recuperar. Primero, a los misioneros que partían para la misión, el Beato Allamano les decía: “Sean dulces”. Y la dulzura se ha convertido en una característica del Misionero de la Consolata, porque nos permite ser mansos y caminar con la gente. Segundo, cuando nuestro Beato Fundador enviaba a los misioneros, les decía: “Vayan en nombre de Jesús”. Y padre Stefano agregó “Nadie va en su propio nombre, nadie va solo; vamos con Él, y con Él es más fácil construir. Hay dificultades y estas nos hacen verdaderos Misioneros de la Consolata”. Luego, explicando el tercer elemento, el Padre General comienza diciendo: “Hay una palabra que me está ayudando mucho: es la palabra que cambia las relaciones y es la palabra paciencia”. Ella nos anima a no temer porque “tenemos a Jesús, tenemos a nuestra Madre María y tenemos al Fundador». Si ellos están con nosotros vemos el Instituto con otros ojos. Aunque seamos una pequeña presencia estemos contentos de ser Misioneros de la Consolata.
El comienzo de nuestro curso no podría ser mejor. Las columnas poderosas de la sala en la que tenemos nuestra formación parecen ser un símbolo importante para este camino que comenzamos. Ellas nos recuerdan nuestra historia ya que aquí se hicieron algunos capítulos y su fuerza parece hablarnos de aquella fortaleza que el misionero necesita y que venimos a renovar. Contamos con sus oraciones.
* Padre Josiah K’Okal, IMC, y Padre Chrispine Okello, IMC, misioneros en Venezuela participando del Curso en Roma.