Curso para misioneros con 25 años de consagración continúa el camino

La fase formativa de nuestro curso de los 25 años de consagración misionera comenzó el lunes, 30 de enero. Esta primera semana ha sido interesante e intensa y fue dedicada en primer lugar a sumergirnos en las profundas aguas de la Biblia.

Por Josiah K’Okal y Chrispine Okello *

Todos, los que estamos en este curso, terminamos nuestros estudios teológicos de base en el siglo pasado, y fue sorprendente descubrir cómo las nuevas investigaciones teológicas han cambiado las interpretaciones de algunos pasajes bíblicos muy conocidos. Guiados por expertos, principalmente del Pontificio Instituto Bíblico, nuestra travesía comenzó con preguntas sobre la fe de los apóstoles, especialmente la de Pedro, tal como la presenta el evangelista Mateo. Hay tres episodios en el evangelio de Mateo que describen la lucha interior de Pedro y su profesión de fe: 14,22-33; 16,13-23 y 26,31-75. En esta lucha está muy a menudo radiografiada la nuestra y el desarrollo de nuestro camino creyente.

Hay un mensaje consolador: el Señor, después de su resurrección, al encontrarse con los apóstoles en el monte de la ascensión, no les echa en cara sus caídas, sino que renueva su confianza en ellos y les encarga una misión. El Señor hace lo mismo con nosotros. Nuestra fe débil no es un obstáculo en el empeño misionero, no impide la misión que se nos ha encomendado. Este fue nuestro primer paso.

El siguiente paso en esta expedición bíblica espiritual es el epílogo del evangelio de San Juan, cuando el Señor resucitado comparte una comida con los discípulos (Juan 21,1-22). Para ellos, la misión había fracasado con la muerte del Señor, y esa noche de pesca había sido infructuosa. Sin embargo, aun sin reconocer al Señor, confían y obedecen y este fue el punto de inflexión: es su obediencia que los conduce al éxito de la misión, como nos recuerdan los 153 pescados grandes que logran pescar. Jesús, en su diálogo con Pedro, con palabras un poco duras pero a la vez motivadoras (Juan 21,15-19) llama al amor y a la confianza. En tres ocasiones le pregunta a Pedro si lo ama, y otras tantas veces le confía el cuidado de su rebaño. Al final termina con la misma invitación que hizo en el primer encuentro: “sígueme”.

La primera llamada es renovada: Pedro y nosotros estamos invitados a seguirlo como discípulos-misioneros, a permanecer fieles renovándonos en el amor y manteniéndonos enfocados en la misión encomendada.

El tema de la misión es reiterado en el siguiente encuentro cuando nos enfrenamos a la figura de los discípulos que van camino hacia Emaús. Éste es animado por el Padre Dihn Anh Nhue Nguyen, Secretario General de la Unión Misionera Pontificia, que nos presenta  el mensaje del Santo Padre para el Día Mundial de las Misiones 2023 en donde se destaca que la misión, más que una empresa individual, es un compromiso comunitario.

Grupo de misioneros del Curso en la Casa General en Roma.

El mensaje de este año, nos dice, es la continuación del año pasado y ambos nos invitan a renovar nuestro celo misionero. Como ocurrió con los discípulos de Emaús nuestros proyectos pueden derrumbarse o ser crucificados; cuando es así llega el momento de permitirle al Señor que nos hable de nuevo y vuelva a calentar nuestros corazones. Los corazones fríos no pueden hacer arder a otros corazones y para ello “la conversión misionera, como individuos y como comunidades, debe ser nuestro objetivo principal” concluye el Padre Nguyen.

Los siguientes encuentros nos hablan de las actitudes misioneras y como encarnarlas en la vida del discípulo. Para ello analizamos la comunidad de san Lucas y los interrogantes que en ella surgen a propósito de la misericordia. Se trata de una comunidad con muchos pudientes a quienes les resultaba difícil compartir su riqueza y de ahí el ministerio de Jesús centrado en la misericordia. Las obras, las parábolas y los discursos de Jesús se resumen en dos palabras: dar y perdonar. La misericordia nunca es juzgar ni condenar (Papa Francisco, Misercordia et misera, 1).

El viaje de Jesús hacia Jerusalén (9,51–9,8) acentúa este elemento de una manera muy particular: su respuesta al rechazo de los samaritanos (9,51-55), las curaciones en el día sábado (13,10-17; 14,1-6; 17,11-16), las enseñanzas sobre la misericordia (14,12-14; 17,3-4; 18,18-23; 19,1-10), las mismas parábolas de la misericordia (12,16-21; 16,19-31).

Fueron dos mujeres teólogas las que nos ayudaron a descubrir cómo la palabra de Dios transforma nuestros corazones y cómo renovar nuestro sentido de discipulado. Para ser transformados por la «Palabra» necesitamos ser conscientes de nuestro deseo de «Él»… este deseo se manifiesta en las preguntas que le hacemos al escucharlo y en nuestra apertura para recibir su respuesta; el discipulado nos invita a construir juntos, a entablar relaciones sólidas entre nosotros y las comunidades que acompañamos. Como nos recuerda el Papa Francisco: «he ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura».

Nadie puede luchar la vida por su propia cuenta: se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. Estamos llamados a “construir sueños juntos”. Solos se corre el riesgo de perderse detrás de espejismos en los que ves lo que no hay. En cambio el discipulado se construye juntos y juntos tenemos que enfrentar el miedo a lo nuevo. Somos una sola humanidad y caminamos en una misma carne (cf. Fratelli Tutti 8).

Nuestra expedición que empezó por el mar de Galilea, termina en la mesa de la última cena, indagando el significado del lavatorio de los pies (Juan 13). En el diálogo con Pedro, respondiendo a la negativa de éste a que el Señor le lave los pies, Jesús responde que ellos compartirán un mismo destino solo si le permite lavarle los pies. Al final el mismo Jesús explica el significado de todo lo que hizo:

“¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes”. (cf Jn 13, 6-8;12-15). El discipulado significa ser uno con el Maestro y ser un sacramento de su presencia ahí donde trabajamos y nos movemos: es un servicio a los demás. El ejemplo fulgurante que Él dio a Pedro y sus compañeros es nuestra fuente de donde bebemos para convertirnos en verdaderos discípulos-apóstoles que, en unión con él, lavan los pies de los hombres y mujeres que están a nuestro lado.

Uno de los mejores momentos de esta semana fue nuestro encuentro con la comunidad de la Casa general. En los 29 misioneros que estamos reunidos hay tres continentes (África, América y Europa) , diez países de origen (Argentina, Brasil, Colombia, Etiopía, Tanzania, Kenia, Mozambique, Italia, Portugal, Uruguay) y estamos repartidos en cuatro continentes. Una verdadera cartografía intercultural de nuestro instituto que exalta la belleza absoluta de María Consolata en sus verdaderos colores. En las opciones misioneras donde se encarna nuestro carisma está dibujado el sueño del Beato José Allamano.

En resumidas cuentas vivimos una semana de renovación teológica y de regeneración espiritual, en compañía de nuestra Madre María y los cuatro evangelistas. Todo acompañado también por bellos momentos litúrgicos donde compartimos las experiencias espirituales de los lugares en los que trabajamos.

* Padre Josiah K’Okal, IMC, y Padre Chrispine Okello, IMC, misioneros en Venezuela participando del Curso en Roma.

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