El cuadro negro

“No basta con no ser racistas, tenemos que ser antirracistas”.

Angela Davis

Descripciones de diferencias culturales, raciales y físicas que denotan “Otros” pero permanecen inmunes a las categorías de valor o status son difíciles de encontrar. Muchas, quizás la mayoría, de las descripciones textuales y texturas de raza oscilan entre disimuladas, matizadas y seudocientíficamente “probadas”. Y todas ellas poseen justificaciones y pretensiones de certeza destinadas a sustentar la dominación.

Por Isaack Mdindile*

A mi llegada a las tierras amazónicas me dijeron que dos cosas, por lo menos, tenía que aprender: cazar y navegar. Un joven Macuxi de la comunidad Uruka me preguntó si conocía algunas estrategias de supervivencia en la naturaleza. Abiertamente respondí que no. Y él acabó enseñándome algunas tácticas, como la distracción/sacrificio para proteger el nido, caza en bando/búsqueda improvisada de comida y pesca en la noche lunar. Me enseñó también que puedo usar timbó para dejar borrachos a los peces. Él hablaba con tanta propiedad que no dejaba duda de que el indio es siempre indio, y mucho más. Y el problema del indio no consiste en pedir favores, sino más bien en el respeto y promoción de su modo de ser.  

Aquí en la Amazonia me siento muy en casa, muy a gusto. Pero necesito de “amazonizarme” más… logro percibir la similitud religiosa e histórica entre nosotros, negros e indígenas, sobre todo, en el memorial ancestral y en el esfuerzo por cambiar las narrativas impuestas que, muchas veces, son unilaterales y exclusivas. Descolonizar los pensamientos rutinarios y monótonos, así como también las prácticas. La diversidad es un don, esa que hizo evolucionar a la humanidad y crecer la fe. Y ser cristiano es sinónimo de vivencia de la universalidad. Pues necesitamos aumentar la diversidad en la política y la Iglesia.

Hablando de los negros, personalmente me indignó, y muchísimo, la muerte, entre otros, de George Floyd en los Estados Unidos, del niño Joao Pedro y de Marielle Franco en el Río de Janeiro. Pues la violencia y el racismo estructurales siguen revelando su rostro brutal. Y mantenerse callado es ser obviamente cómplice. Por eso grito bien en alto #Vidasnegrasimportan, #Resistenciaindígena en cualquier lugar del mundo. Y la perplejidad frente a las protestas es el síntoma del descuido y negligencia para con un tema que ha sido siempre fundamental.

Yo sé que indignarse no basta. Es fundamental traducirlo en actos de lucha. No es suficiente no ser racista. Necesitamos ser antirracistas e ir en contra de todo aquello que el racismo da soporte y sentido. Desafortunadamente, hay violencia simbólica y racismo enmascarado, hasta mismo dentro de algunas iglesias y nuestras instituciones religiosas.

Basta con recordar las críticas e insultos al samba enredo de la Manguera para el carnaval de 2020. Basta con pensar un cierto miedo que sale del ala conservador/bolsonarista católico, que se asemeja a fanáticos evangélicos y no quiere escuchar nada sobre la liturgia negra o rito indígena; en definitiva, una liturgia inculturada.  

En otras palabras, no basta con afirmarse antirracista (boca a fuera). Es necesario colocar el privilegio al servicio de la lucha. Vi a personas blancas uniéndose a las manifestaciones #BlackLivesMatter, en el caso de George Floyd. Esas son reflejos de todas las discusiones históricas que generaron una conciencia antirracista. Son personas que se están arriesgando y usando sus privilegios para sumar a las marchas. Y es eso lo mínimo que cualquier blanco brasilero necesita entender para volverse un aliado. Puede incluso llegar a sentir que está en el lugar equivocado o corriendo contra una corriente que quiere su silencio. Pero será en ese preciso momento que va entender que lleva consigo aún el escudo imaginario de su color, de los rasgos europeos y de su estructura social que le permite elegir estar en esa posición.

El problema es que, en Brasil, la mayoría de las personas creó un mito de mestizaje que defiende la no existencia del racismo. O cuando admitido, es relativizado, diciéndose que en los Estados Unidos es mucho peor. Juntos necesitamos luchar por un mundo mejor; y eso no es hacer un “favor”, sino un derecho existencial de ser persona. Por favor, no caiga en esa trampa de que es difícil saber quién es negro en Brasil.

Tener bajo control el imaginario, las creencias y poner en duda la propia autodefinición negra/indígena fue lo que permitió la actual realidad, una mayoría de la populación hecha minoría sin representación en las instancias de poder. Basta con leer la eugenesia del médico y señor de esclavos del sur de los Estados Unidos Samuel Cartwright para entender hasta qué punto la ciencia, pero también la política y la religión, pueden llegar para sustentar la necesidad de controlar al Otro.

Yo nací y crecí en Tanzania, África, pero sólo me reconocí como negro en Brasil. En África es difícil que usted tenga conciencia del debate racial porque la populación blanca es casi inexistente, salvo algunas excepciones. Aquí estoy como negro cristiano trabajando junto con el pueblo indígena. Como Jesús, en contravía de los intereses de los poderosos de su tiempo, que vino “para que todos tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn. 101,10), el cristiano es alguien personalmente empeñado que camina de la mano con todos los movimientos sociales en la construcción de otra sociedad posible, o sencillamente no es cristiano, aunque bautizado y consagrado.

El pueblo originario puede enseñarnos a rescatar lo que nos hace humanos, como el poder de la afectividad, la comunión fraterna que él vive con seres vivos (plantas y animales) y seres no vivos (sol, agua e air), la consolación como forma de humanización, la santidad horizontal y del bien querer. Pero antes de llenarnos de la ciencia, necesitamos ser humus.

La causa indígena/negra es de todos nosotros. ¡He ahí nuestro credo y eco!

* Isaack Mdindile, imc, es misionero en la Amazonía brasilera.

(Traductor del portugués al español: Nelson Rivera imc)

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