El legado del Papa Francisco ligado con el de San José Allamano

Paricipantes del encuentro en el CMC (Bogotá) “El legado del Papa Francisco ligado con el de San José Allamano”.

En el Centro de Misión y Culturas “José Allamano” – Bogotá, se reflexionó el sábado 17 de mayo, sobre la común herencia cultural del Papa Francisco y San José Allamano. Tratamos de adentrarnos en su rico legado espiritual, largamente cultivado en el tiempo y acrisolado en los diversos y complementares ministerios que los dos ejercieron, al servicio de la Iglesia y la humanidad, a lo largo de sus riquísimas existencias.  

Por Salvador Medina *

Raíces comunes

La Región del Piamonte del norte italiano, cuna de santos generadores de nuevas instituciones al servicio de la vida, la iglesia y la sociedad; tierra de colinas y apacibles valles, de viñedos, frutales y buenos vinos, de trabajo duro y fe profunda, que vio nacer a José Allamano, fue también el lugar de origen de los abuelos paternos del papa Francisco. Se convirtió en matriz existencial, tanto de José Allamano quien la habitó a lo largo de toda su vida, desde el 21 de enero de 1851 hasta el 16 de febrero de 1926, como de Jorge Bergoglio, hijo – nieto de una familia emigrante de Portacomaro, cerca de Asti, a Argentina, a principios del siglo XX. Aunque separados por el tiempo y el espacio, ambos comparten la misma herencia cultural y espiritual que los vincula y les confiere un perfil común.

Ese humus cultural recio y fecundo, esa fe sencilla, arraigada en los temperamentos rocosos y los quehaceres cotidianos, no los encerraba en su terruño, sino que les habría largos y amplios horizontes, cargados de realismo y esperanza. Horizontes misioneros más allá de cualquier frontera, para ir y compartir la experiencia de fe; horizontes laborales en búsqueda de nuevas tierras y oportunidades económicas para la vida con dignidad. 

Visto todo desde este contexto sincrónico, no resultan indiferentes las deferencias dadivosas del Papa Francisco con la Familia misionera de la Consolata y por medio de ella con la humanidad, como lo reconoce el Superior General de los Misioneros, James Lengarin: el papa nos ha regalado dos misioneras beatas, Sor Irene Stefani (2015) y Sor Leonella Sgorbati, mártir (2018); entre varios obispos, el nombramiento de Mons. Giorgio Marengo, prefecto apostólico de Ulán Bator – Mongolia (2020) y creado cardenal (2022); la canonización del Fundador, San José Allamano, el 20 de octubre de 2024, domingo día de las misiones católicas y, como si fuera poco, el nombramiento de Sor Simona Brambilla, misionera de la Consolata, la primera mujer prefecta de un Dicasterio en el Vaticano (2025).

Espiritualidad encarnada y misionera 

Si entendemos por espiritualidad, no tanto las prácticas religiosas que la expresan y alimentan cuanto una manera de ser, de pensar y de actuar, podemos percibir otra convergencia entre San José Allamano, fundador de los Misioneros y Misioneras de la Consolata, quien encarnó una espiritualidad práctica y misionera, insistiendo en la santidad unida al compromiso evangelizador y el papa Francisco quien promovió una “Iglesia en salida” misionera, cercana a los pobres, abierta a las periferias geográficas y existenciales, a donde han llegado, preferencialmente, los misioneros y misioneras de la Consolata, con su ideal “primero santos y luego misioneros”.

Ambos comparten la convicción de que la fe no puede quedarse encerrada en los templos, sino que debe ir al encuentro del otro diferente cultural, social, religiosa y geográficamente. Esta sensibilidad misionera tiene su origen en el testimonio piamontés de figuras como el Cardenal capuchino Guillermo Massaia, obispo en Caffa – Etiopia, tierra del café, el tío San José Cafasso, San Juan Bosco, paisano y formador salesiano, que fundamentaron esa tradición que influyó en Allamano y llega hasta Bergoglio.

Una espiritualidad contextual y existencial diseminada en la vida y la doctrina de los dos que, partiendo de una visión compasiva de la realidad, mueve a la misericordia activa y liberadora, genera la consolación en los beneficiados y los beneficiarios y suscita la fiesta colectiva. Anticipo del banquete celestial, para todos los que han pasado por la gran tribulación, lavando sus vestidos en la sangre del Cordero y viviendo en la esperanza de la consolación plena. Cuando el mismo Dios “enjugará las lágrimas de los ojos, y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado”. (Ap. 21, 4). 

Movimiento activo, creativo, pedagógico y procesual de espiritualidad cristiana misionera que inicia en la compasión, pasa por la misericordia, impregna de consolación y suscita la alegría.

Estilo misionero

Un estilo construido por el Fundador José Allamano, desde la práctica, con la participación de sus misioneros desde el territorio Kikuyu, en el Kenia – África, que deriva en una “metodología concorde, iluminada y perseverante”, al servicio del anuncio del Evangelio, la promoción humana y la formación o educación de las personas. Centrado en la sencillez, la cercanía, el estar y trabajar con los nativos, la bondad, el respeto, la elevación de los ambientes. Estilo que se corresponde con el propuesto por el papa Francisco a toda la Iglesia: cercano, tierno, preocupado por la formación integral y la autenticidad evangélica. En ambos hay una sensibilidad y un respeto profundo hacia todas las personas y sus culturas, acogiendo y valorando a cada una en sus diferencias. 

La opción por los pobres, la insistencia en la misericordia y el rechazo de la auto referencialidad son también puentes entre estos dos herederos del Piamonte. Allamano exigía que sus misioneros fueran hacia los últimos, vivieran con humildad, sin pretensiones de superioridad cultural. Francisco insiste en una Iglesia con “olor a oveja”, que no impone, sino que propone y acompaña.

Tierna presencia mariana

La devoción mariana, es otro nexo entre ambos. San José Allamano, arropado en el manto del Santuario de la Consolata, realiza toda su obra en alianza familiar con ella. A ella le atribuye la fundación de sus instituciones misioneras, constituidas con su nombre. Al cuidado de su Santuario le dedica todo su ministerio sacerdotal. Sus restos reposan en su seno.

Francisco también manifiesta un fuerte amor mariano, recurriendo constantemente a María como madre de la ternura, del consuelo y del pueblo.  “Mi vida y mi ministerio sacerdotal y episcopal los he confiado siempre a la Madre de Nuestro Señor, María Santísima. Por tanto, pido que mis restos mortales descansen esperando el día de la resurrección en la Basílica Papal de Santa María la Mayor.

Deseo que mi último viaje terrenal termine en este antiquísimo santuario mariano, al que acudía en oración al inicio y al final de cada Viaje Apostólico, para encomendar confiadamente mis intenciones a la Madre Inmaculada y agradecerle sus dóciles y maternales cuidados”. (Testamento)Para ambos, María no es solo una figura teológica espiritual, sino una madre cercana que consuela, guía y fortalece.

* P. Salvador Medina, IMC, Misionero de la Consolata en Colombia.

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