Acaba de fallecer a los 96 años el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, universalmente conocido como el padre de la teología de la liberación, o sea, la voz teológica de los pobres organizados en Comunidades Eclesiales de Base.
Por Pedro Pierre*
Vivió siempre de manera muy sencilla pasando la mayor parte de su vida en una parroquia de los sectores pobres de Lima.
El Concilio Vaticano II
Su pasión por los pobres fue confirmada por el Concilio Vaticano 2° donde acompañó al cardenal de Lima, Juan Landázuri, como su asesor teológico. El sueño del papa Juan 23 que convocó dicho Concilio era un volver de toda la Iglesia a sus raíces cristiana, o sea, al testimonio de Jesús y de las primeras Comunidades cristianas. Al convocar el Concilio, el papa Juan 23 marcó la meta a alcanzar: “La Iglesia es de todos, pero más particularmente es la Iglesia de los Pobres”. Los obispos más evangélicos de América Latina lo entendieron muy bien, ya que conformaron un grupo que llamaron Iglesia de los pobres. Se reunían regularmente para entender mejor lo que quería el papa Juan 23 y aportar en las sesiones conciliares la voz de los pobres de América Latina.
Gustavo Gutiérrez participó activamente de este proceso con los obispos latinoamericanos de la Iglesia de los Pobres. La marca de aquello está en las primeras palabras del mayor documento pastoral del Concilio “sobre la Iglesia en el mundo de hoy”, llamado “Gaudium et spes”, por sus palabras en latín. Consta en su primer párrafo: “El gozo y la esperanza, la angustia y la tristeza de los hombres de nuestros días, sobre todo de los pobres y toda clase de afligidos, son también gozo y esperanza, angustia y tristeza de los discípulos de Cristo y nada hay de verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón”.
Gustavo Gutiérrez participó también, con unos 40 obispos de América Latina, en el “Pacto de las Catacumbas”. Fue una celebración que realizaron al final del Concilio donde se comprometían a llevar una “vida de pobreza” y a ser una Iglesia “servidora y pobre” como lo quería el papa Juan 23; por eso rechazaban “los símbolos o privilegios de poder” y se comprometían a colocar a “los pobres en el centro de su ministerio pastoral”.
Conferencia Episcopal de Medellín
En Roma, los obispos latinoamericanos decidieron realizar una reunión episcopal latinoamericana para aplicar el Concilio a la realidad del continente. Esta reunión tuvo lugar 3 años después del Concilio, en Medellín (Colombia, 1968). Allí los obispos definieron los nuevos caminos de “la presencia de la Iglesia en la actual transformación de América Latina”. También estuvo presente Gustavo Gutiérrez. Unos 3 años después, en 1971, escribió su famoso libro “La teología de la liberación”. Así nacía una nueva corriente teológica a partir de las Comunidades Eclesiales de Base, que iba a revolucionar no solamente la Iglesia latinoamericana sino también la Iglesia católica toda.
Las Comunidades Eclesiales de Base habían nacido en Brasil unos 10 años antes del Concilio. Son cristianos de los sectores populares de la ciudad y del campo que, confirmados por el Concilio en su vocación bautismal, se reúnen para profundizar su fe mediante la solidaridad y la transformación social a la luz de la Biblia, el Magisterio eclesial, en particular el Documento de Medellín. En ese Documento las Comunidades Eclesiales de Base habían sido ‘bautizadas’ como “el primer y fundamental núcleo eclesial, célula inicial de estructuración eclesial, foco de evangelización y factor primordial de promoción humana y desarrollo”.
El libro de Gustavo Gutiérrez, “la teología de la liberación”, era la expresión teológica de lo que decían y vivían las Comunidades Eclesiales de Base de América Latina: una nueva manera de entender la Biblia, una nueva manera de hablar de Dios y de Jesús de Nazaret, una nueva manera de ser Iglesia, más conforme a los Evangelios y a los Hechos de los Apóstoles. Eso fue el novedoso y mayor aporte de Gustavo Gutiérrez en más de 20 libros que escribió: Es la teología de la Iglesia de los pobres de América Latina. En 1984, el papa Juan Pablo 2° confirmó su importancia, escribiendo a los obispos de Brasil: “La teología de la liberación no sólo es oportuna, sino útil y necesaria”.
Actualmente, con la ‘sinodalidad’, el papa Francisco quiere profundizar las grandes intuiciones del Concilio Vaticano 2°: Se inspira de la Teología de la libración y de las experiencias de las Comunidades Eclesiales de Base latinoamericanas. La Asamblea Eclesial de América Latina et del Caribe de México en 2021 las ha calificado como “una experiencia de Iglesia sinodal” y el mismo papa Francisco afirmó que el Documento de conclusión de dicha Asamblea es “un laboratorio de la sinodalidad”.
Gratitud humana y premio divino
Gustavo Gutiérrez puede “descansar en paz” por su labor teológica que contribuye a una renovación evangélica de todo la Iglesia católica. Las resistencias son muy fuertes tanto en la Iglesia con un clero y una jerarquía que están mayoritariamente opuesto tanto a la teología de la liberación, las Comunidades Eclesiales de Base y la sinodalidad, como en la sociedad en particular con el gobierno norteamericano. Pero el camino está trazado, porque, como dijo el papa Francisco en 2015: “La Iglesia del tercer milenio debe ser sinodal”. A los cristianos de hoy, siguiendo el ejemplo de Gustavo Gutiérrez, les toca, desde los pobres como protagonistas, renovar la Iglesia de Jesús para que sea más verdaderamente la artesana del Reino de Dios inaugurado por Jesús de Nazaret, o sea, de un mundo fraterno, equitativo y solidario, reconciliado entre sí, con la naturaleza y con Dios.
* Pedro Pierre RIOUFFRAIT, sacerdote diocesano nacido en Francia en 1942, misionero en el Ecuador desde 1976.