Entre aguas y esperanzas: misión en las comunidades ribereñas del Amazonas

Visita misionero a comunidades ribereñas del río Amazonas – Fotos: Sérgio Warnes

Esta crónica narra una experiencia transformadora, donde la misión no solo lleva a Jesús, sino que lo descubre ya presente en cada sonrisa, en cada remada, en cada gesto de amor sencillo.

Por Sergio Warnes *

El 28 de junio, a las 9 de la mañana, partimos hacia una de las experiencias más desafiantes y enriquecedoras de nuestra formación: las comunidades ribereñas del río Amazonas.

Nosotros, novicios, junto con nuestro maestro, emprendimos camino hacia las comunidad de Parauá, en Careiro da Várzea (Amazonas, Brasil), visitando Nazaré de Parauá, Nazaré de Tarumã, São José de Jauaçú y São Francisco de Parauá.

La creciente del río Amazonas había transformado completamente el paisaje. La tierra firme era casi inexistente, y la movilidad solo era posible en lancha, entre casas de madera flotando sobre las aguas. Era como si la selva nos hubiera absorbido, y en medio de ese escenario imponente, la misión nos mostró su verdadero rostro.

Un rostro humano, generoso y profundamente creyente

La mayor lección que extraigo de esta vivencia es el tiempo compartido: con la comunidad, con la creación y con Dios. La generosidad de las personas es algo que conmueve el alma. Nos ofrecieron lo poco que tenían, que, al ser entregado, se tornó en mucho. Su naturalidad habla de un corazón libre y abierto.

A pesar de las carencias materiales, su fe es viva y dinámica, expresada en la simpatía, la devoción y la acogida. Son testigos de que la pobreza no es sinónimo de tristeza, y que la riqueza espiritual es real y abundante en medio de la selva.

Imágenes que marcan el alma

Una imagen quedó grabada en mi memoria: niños remando solos en una canoa, cruzando las aguas con una destreza admirable. Ellos ya están acostumbrados a esa realidad dura y desafiante, pero lo que vemos como dificultad, ellos lo enfrentan con una valentía cotidiana.

En ese contexto entendí una verdad: el miedo a caer al agua es como el miedo a afrontar la misión. Mismo sin saberlo, con su vida estos niños nos predican resistencia, valentía, esperanza y fe.

El jubileo de la fe amazónica

En este Año Jubilar, reconocemos con profunda admiración el peregrinar de tantos hombres y mujeres que, aún en medio de la selva, caminan, reman, cruzan ríos enteros, solo para encontrarse con el gran Amante de nuestra existencia: Jesús Eucaristía.

Es un peregrinar cotidiano. Ellos avanzan, y con ellos nosotros. Como bien dijo el padre Julio Caldeira IMC: “Somos llamados a remar mar adentro y lanzar nuevamente las redes, sin miedo, porque el Señor está en la barca”.

El tiempo: el regalo del misionero

Nuestro finado maestro, el padre José Martín, solía decir: “El tiempo es la solución para nuestras dudas e inseguridades”. En la misión, ese tiempo se convierte en el regalo más valioso del misionero: tiempo para escuchar, reír, compartir, consolar… tiempo para que la comunidad se sienta amada y acompañada.

Es nuestro deber como cristianos llevar a Jesús hasta las orillas del río, a las casas de madera, en medio de la selva, cruzando ríos, soportando el calor, los mosquitos, la humedad. Es difícil, sí, pero vale la pena. Porque el Evangelio no se queda encerrado entre cuatro paredes, sino que camina y cruza hacia los confines del mundo, buscando la salvación de la humanidad.

Y más allá de llevar a Jesús, descubrimos que Él ya está allí en cada mirada, en cada gesto, en cada sonrisa generosa de quien ofrece un plato de comida. Nuestra tarea como misioneros de la Consolata es hacer visible la acción de Cristo en cada corazón. Llevamos consuelo, testimonio y amor encarnado… y muchas veces, somos nosotros los que volvemos más consolados.

Una vida volátil, pero llena de sentido

La vida misionera es volátil. En esta misión dormimos en una casa, desayunamos en otra, celebramos en diferentes lugares, nos bañamos con agua del río. En medio de tanto dinamismo, todo cobra sentido cuando el corazón late por el Reino. Esta misión nos recuerda lo mucho que recibimos… y lo poco que damos. O al menos, no lo suficiente.

Volveremos, sin duda. Porque la misión continúa. Y el río nunca se detiene. Donde hay una comunidad que espera, Jesús nos espera también.

* Sergio Warnes es novicio en el Noviciado de los Misioneros de la Consolata en Manaus, Brasil

Contenido relacionado