
El Beato José Allamano será canonizado el 20 de octubre de 2024. Su canonización será una grande alegría que experimentarán los misioneros de la Consolata en todo el mundo.
Por Lawrence Simbwa *
La santidad se obtiene por hacer completamente la voluntad de Dios, poniendo en práctica los dos mandamientos fundamentales: Amar a Dios con el corazon, alma y mente y al prójimo como a sí mismo (Mt 22: 36-40). La vida de santidad que vivió el Beato José Allamano en palabras y obras, la enseño y transmitió a los misioneros y misioneras de la Consolata. A continuación, subrayamos algunos elementos claves de su enseñanza sobre la santidad.
La santidad, razón de ser del Instituto
La razón primordial de la existencia del Instituto Misiones Consolata es la santificación de sus miembros. En incontables ocasiones, el Beato José Allamano reiteró esto: “El fin primario del Instituto es la santificación de sus miembros. Quien viene aquí lo hace para abrazar este fin. (…) Si realmente quieren hacerse santos, el Instituto les ofrece los medios para lograrlo” (Así los quiero, p. 38). Eso significa que la razón fundamental de la existencia de la familia Consolata es la búsqueda de la santidad y la santificación de sus miembros. Así que, el Instituto es un garante de la santificación de los misioneros de la Consolata y la de los fieles que se nos han confiado en las misiones.
La santidad, razón de ser de cada misionero
Desde el inicio del Instituto, la santidad del misionero de la Consolata ha estado siempre en las exhortaciones del Beato José Allamano. Cada misionero está llamado a abrazar el fin principal del Instituto que es la santificación de sus miembros. Al respecto, dijo el Beato José Allamano: “Están aquí para ser misioneros y misioneras de la Consolata. No pueden serlo sino viviendo y obrando según el fin del Instituto, que es la santificación de sus miembros y la evangelización de los pueblos. (…) Si alguien dijera: ¡Vine para hacerme misionero y nada más! Estaría equivocado. Es importante no invertir el orden: primero nuestra santificación, luego la conversión de los demás. Misioneros y misioneras, sí, pero santos” (Así los quiero, p. 40). Es decir, la razón principal por la cual uno se hace misionero de la Consolata es la búsqueda permanente de la santidad. El Instituto es una familia donde los misioneros crecen en la santidad para que puedan dar testimonio de ella en las misiones.
La santidad es fruto de la confianza en Dios
Dios es la fuente de santidad. De hecho dijo Jesús: “Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto” (Mt 5: 48). La confianza total en Dios es el fundamento de la santidad. Abandonarse en las manos de Dios es la condición primordial de la santidad. Por eso, nadie puede ser santo sin tener la absoluta confianza en Él. El Beato José Allamano aclaró este aspecto: “El secreto de todos los santos fue este: Confiar en Dios y desconfiar de sí, sin desanimarse por los propios límites. (…) no se desanimen, confíen siempre, en toda ocasión; confíen sobre todo después de las propias faltas, con tal de que tengamos la buena voluntad de amar a Dios y de servirlo a la perfección” (Así los quiero, 50).
La santidad está inseparablemente unida a la evangelización
La evangelización es la acción de anunciar a Jesucristo, único Salvador del mundo. La evangelización y la santidad es un binomio inseparable. El Beato José Allamano repetía en muchas ocasiones sobre la estrecha relación que existe entre la evangelización y la santidad: “Las personas se salvan con la santidad. Es decir, querer que los demás sean buenos sin serlo nosotros es pretender algo imposible. Nadie puede dar de lo que no tiene. Podríamos dar un sacramento aun sin ser santos, pero convertir personas no. Normalmente Dios no concede el poder de tocar los corazones de los demás a quien no está unido a Él” (Así los quiero, p. 40). Así que, el anuncio de Jesucristo se hace más efectivo con la santidad de vida.
La santidad evangeliza más que cualquier método pastoral, porque conduce a las personas al encuentro con Cristo por el testimonio del evangelizador. La evangelización con la santidad de vida permite que la gente pueda ver a Dios en quien anuncia la Buena Nueva. Aclara José Allamano al respecto: “No basta el habito religioso, tampoco las palabras para demostrar que son verdaderos misioneros y misioneras; se necesitan las obras; estas son las que dan testimonio de lo que son ante la gente” (Así los quiero, p. 45). (Continua…)
* Padre Lawrence Simbwa, IMC, es misionero de la Consolata en Colombia.