Las pasiones de San José Allamano

La pasión se refiere a un sentimiento profundo de entusiasmo, deseo o decisión hacia una actividad o causa. Se puede también entender la pasión como un interés vehemente que puede motivar a la persona a dedicar tiempo, energía y esfuerzo a aquello que quiere lograr. 

Por Lawrence Ssimbwa *

Cada persona se apasiona por algo y esa pasión es el impulso para poder obtener aquello que se desea. Ahora bien, ¿cuáles son las pasiones de san José Allamano? A continuación, describo las pasiones sobresalientes con las cuales se identificó el Fundador de los misioneros de la Consolata a lo largo de su vida. 

La Pasión por el Reino de Dios

La pasión por el reino de Dios siempre forma parte de la vocación de todos los bautizados que son seguidores de Jesús. La pasión por el Reino condujo a los apóstoles a salir de su tierra para predicar a Jesús en otras regiones. Por el Reino incontables misioneros han salido de un continente a otro para llevar el reino salvífico de Jesús donde todavía no era había conocido. 

San José Allamano, a lo largo de su vida sacerdotal, se apasionó por Jesús porque lo amaba y también era consciente de que Él lo amó primero (1Jn 4,19). Por amor a Jesús y la pasión a su proyecto de salvación, fundó a dos institutos misioneros para anunciar el Evangelio en algunas regiones de África donde todavía no lo conocían. Su pasión por el Reino de Dios es la herencia que los Misioneros de la Consolata recibieron de su Fundador y sobre esa pasión por Jesús está fundamentado el carisma Ad Gentes que los caracteriza e identifica en la Iglesia. 

La pasión por la misión Ad Gentes

La misión ad gentes tiene su raíz en la gran Comisión de Jesús: “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,” (cf. Mt 28,19). La pasión misionera de todo evangelizador nace de ese mandamiento misionero que Jesús les confió a todos los bautizados. San José Allamano, gran santo de la misión Ad Gentes, se apasionó por la evangelización de los pueblos africanos donde en ese entonces todavía no habían conocido a Jesucristo y su evangelio. 

La pasión por anunciarles al Salvador del mundo, le llevó a fundar a los misioneros de la Consolata el 29 de enero de 1901 y las misioneras de la Consolata el 29 de enero de 1910. A los misioneros de ambos Institutos los envió para el anuncio de Jesucristo en Kenia y luego a otros países africanos. La pedagogía misionera típicamente allamaniana que los primeros misioneros de la Consolata desarrollaron en las misiones en África, sirvió de base para la apertura misionera a otros continentes. 

La Pasión por la santidad

Jesús nos presenta una exigencia ineludible para cada cristiano: “sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo” (Mt 5,48). Eso significa que la santidad es un llamado para cada bautizado. La santidad se obtiene por hacer completamente la voluntad de Dios, poniendo en práctica los dos mandamientos fundamentales: Amar a Dios con el corazón, alma y mente y al prójimo como a sí mismo (Mt 22,36-40). La vida de santidad que vivió san José Allamano en palabras y obras, la enseño y transmitió a los misioneros y misioneras de la Consolata. Se apasionó primero por su propia santificación siguiendo a Jesús su Salvador y luego la santificación de los misioneros fundados por él. De hecho, en numerosas ocasiones dijo claramente que la razón de ser de los misioneros de la Consolata es la búsqueda de su propia santificación: “Están aquí para ser misioneros y misioneras de la Consolata. No pueden serlo sino viviendo y obrando según el fin del Instituto, que es la santificación de sus miembros y la evangelización de los pueblos. (…) Si alguien dijera: ¡Vine para hacerme misionero y nada más! Estaría equivocado. Es importante no invertir el orden: primero nuestra santificación, luego la conversión de los demás. Misioneros y misioneras, sí, pero santos” (Así los quiero, N. 3). 

De la misma manera, san José Allamano recordó a los misioneros que la santidad y la evangelización están permanentemente unidas: “Las personas se salvan con la santidad. Es decir, querer que los demás sean buenos sin serlo nosotros es pretender algo imposible. Nadie puede dar de lo que no tiene. Podríamos dar un sacramento aun sin ser santos, pero convertir personas no. Normalmente Dios no concede el poder de tocar los corazones de los demás a quien no está unido a Él” (Así los quiero, p. 40). Eso nos hace entender que la santidad evangeliza más que cualquier método pastoral, porque conduce a las personas al encuentro con Cristo por el testimonio del evangelizador. Debido al ejemplo de vida santa que vivió José Allamano fue beatificado el 07 de octubre de 1990 por el Papa Juan Pablo II y canonizado el 20 de octubre de 2024 por el Papa Francisco. 

La pasión por la Virgen Consolata

No se puede hablar de san José Allamano sin mencionar su gran devoción a la Virgen Consolata. Solía decirles a los misioneros y misioneras de que, “la virgen, bajo todas sus advocaciones es una sola; pero ustedes séanle devotos, especialmente bajo el título de “Consolata” (Asi los quiero, N. 157). Hablaba con frecuencia de la confianza que él depositaba en la Consolata: “Creo que faltaría a mi deber y a mi especial afecto a la santísima virgen, si no aprovechara de todas ocasiones propicias para hablar de ella” (Asi los quiero, N. 154).

De igual manera reiteró que Ella era una madre que nos amaba a todos “como la pupila de sus ojos, que pensó en nuestro Instituto, lo sostuvo en todos estos años material y espiritualmente, y siempre está lista para responder a nuestras necesidades” (Así los quiero, N. 157).

Acerca de los logros que se habían tenido en el Instituto, san José Allamano afirmó que fue por la intercesión de la Consolata: “No hay dudas de que todo lo que se hizo es obra de la santísima Consolata. Ella hizo por este instituto milagros cotidianos, hizo hablar a las piedras llover dinero. En los momentos dolorosos, la virgen intervino siempre de forma extraordinaria…nunca he perdido ni el sueño ni el apetito por los gastos enormes del Instituto y de las misiones. Digo a la santísima Consolata: “¡Ocúpate tu” (Así los quiero, N. 157). Debido a esa confianza en el amor providencial de la Consolata, quiso que  los misioneros de la Consolata tuvieran la misma devoción a la Consolata a nivel personal, comunitario e institucional.

La pasión por la formación de los sacerdotes y misioneros

El formador siempre tiene que sentirse plenamente responsable y comprender la importancia que tiene su misión para la Iglesia y la sociedad. Su trabajo está destinado a dejar una profunda huella en las vidas de las personas que forma. Una de las características de san José Allamano es la de haber sido formador. Fue un maestro apasionado y formador extraordinario de sacerdotes y misioneros. Ya poco después de su ordenación sacerdotal fue maestro de jóvenes sacerdotes en el Convictorio Eclesiástico donde les inculcó la formación espiritual, intelectual y pastoral ante las exigencias del tiempo en que se encontraban. 

A sus misioneros y misioneras los formó con un celo apostólico para ensanchar sus horizontes hacia el mundo entero y los misioneros que ya estaban en las misiones en África, les guiaba con pasión a través de las cartas que les enviaba. Su pedagogía misionera ha sido la brújula que ha guiado a los misioneros de la Consolata en la evangelización de los pueblos en todos los lugares donde se encuentran. 

La Pasión espiritual

La pasión espiritual de San José Allamano era bien visible en todas la tareas que desempeñó: como director de ejercicios espirituales en el santuario de san Ignacio en las colinas de Lanzo Torinese y como rector del santuario de la Consolata.

Era un maestro espiritual que aconsejaba, consolaba y orientaba a las personas de todas clases sociales, y así se convirtió en “un punto de referencia para todos los que veían en él a un verdadero sacerdote, revestido de una misión providencial en la diócesis de Turin” (Así los quiero, pg. 12). 

Su vida nos enseña que la madurez espiritual es la fuente de un apostolado fecundo y testimonio creíble del evangelizador al pueblo al que está encomendado y por ello siempre exhortó a los misioneros y misioneras de la Consolata a fundamentarse en la oración, la Palabra de Dios, los sacramentos como la eucaristía y la penitencia, la devoción mariana –especialmente a la Virgen Consolata–, la devoción a los santos, los ejercicios espirituales. 

Su pasión por el reino de Dios nos invita a ser misioneros apasionados

La pasión por Jesús y el amor profundo a la Iglesia misionera, le condujeron a fundar a los misioneros y misioneras de la Consolata para que el Salvador del mundo fuera conocido en África y luego en otros continentes donde están dispersos sus misioneros. Por amor a Jesucristo y a su Iglesia, se apasionó por formar santamente a los sacerdotes diocesanos y los misioneros de la Consolata para que fueran heraldos idóneos y creíbles de Jesucristo en el mundo. San José Allamano solía repetirles a los misioneros en formación que para ser evangelizadores auténticos era necesario tener la pasión en el corazón. Aquel que es tibio y no arde del fuego divino nunca podrá ser buen misionero. 

San José Allamano nos enseña que la pasión por Jesucristo está siempre al centro del proyecto de los Misioneros de la Consolata desde su fundación hasta el día de hoy. Esa pasión los ha llevado a estar en cuatro continentes anunciándolo y dignificando a las personas a través de la evangelización y la promoción humana integral. Su pasión por el Salvador del mundo hace que estén en lugares remotos donde, tal vez, pocos quieran estar. 

* Padre Lawrence Ssimbwa, IMC, párroco de San Martín de Porres en Buenaventura, Colombia.

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