Las tres O… riquezas Warao

Fotos: Archivo IMC Venezuela

Gran parte del pueblo Warao se ha mantenido a lo largo de la historia habitando los parajes que se encuentran en los caños del río Orinoco, estado Delta Amacuro.

Por Juan Carlos Greco *

Actualmente los podemos encontrar en países que uno ni esperaría: por ejemplo hay Warao desde hace muchas generaciones en Cuba o Trinidad y Tobago, que han llegado en canoas, y hoy los podemos hallar en Argentina también -hay algunos en Ramos Mejía por ejemplo. Pero de estos en diáspora no voy a tratar.

ORALIDAD

La vida de un Warao tradicional – morichalero como algunos dicen- transcurre en la inmediatez, lo cual implica una manera de concentrarse en el trabajo de cultivar ocumo chino, extraer los productos del moriche, salir en la curiara a pescar y, en fin, lo que podría ser algo paradisíaco.

Sin embargo, la realidad Warao no es tan idealista, ya que cantidad de problemas se presentan ante la distancia que separa un caserío de otro, la ausencia de agua libre de contaminación, susceptible para ser consumida por el ser humano, la escasez de alimentos, son solo algunos contratiempos que tienen que afrontar. Alguien dijo que es muy difícil escuchar un cuento o contarlo cuando se tiene hambre, y esta situación de emergencia en la que se encuentra cantidad de comunidades Warao no permite que las tradiciones culturales se lleven a cabo de la manera más acorde con la práctica ancestral.

No obstante, la oralidad cada día va perdiendo más terreno, según aseveran algunos. Muy pocos son los ancianos que se sientan en las mañanas o en las noches a contarles historias a sus nietos o sus hijos, algunos sólo recuerdan los mitos cuando llegan extranjeros que, a su vez, le recuerdan ese saber. Ciertamente, algunos hombres y mujeres, e incluso algunos y algunas wisiratu, aún se mantienen atentos en mantener viva esta tradición porque están conscientes que es la única manera que tiene el Warao de conservar viva la historia: el pensamiento es como una especie de cuaderno, donde se puede “escribir” la historia para que constantemente se recuerde.

ORGULLO

El Warao se siente orgulloso de su capacidad para recordar las cosas, los acontecimientos, por medio de la repetición de cuentos va entendiendo, variando, componiendo y dándole sentido “lógico” a la aparición de ciertos elementos como el moriche, el morocoto, el janoko, el día, la noche, y demás. Pero los cuentos, los mitos, también sirven para comprender la causa de las necesidades que están pasando los Warao en la actualidad, además de para comparar cómo era el mundo Warao en tiempos remotos, frente al presente, pleno de cambios y circunstancias adversas que ellos atribuyen cotidianamente a sucesos sobrenaturales, a castigos divinos, producto de la desobediencia de algún individuo o familia.

El mito Warao habla desde los orígenes, en lo fundante, explica el nacimiento de todo lo que rodea a este pueblo, en perfecta concordancia con el medio, con el entorno y el contexto al que pertenece. Pero también el mito cuenta la historia contemporánea no sólo de la localidad propia sino de las tierras vecinas que comparten una misma cultura, yendo más allá a los confines del cielo y en el infinito de las profundidades del río, con los nabarao como espíritus del agua, cuidadores sempiternos de las inmensas honduras.

Los mitos hablan de personajes fantásticos que son reales dentro de él, así como perfecto y “cronológico” es el tiempo y preciso ese espacio que parece interminable en el suspenso de la narración. El clima de atención que se crea cuando la persona está contando el mito es extraordinario, los oyentes se mantienen atentos al relato viviendo cada uno de sus detalles. El silencio circundante únicamente se ve cortado por la voz del narrador o narradora, en quien cobra vida cada uno de los personajes, mientras la audiencia va imaginando rostros, voces, gestos, acciones. Los niños se quedan atentos, unos sentados en el piso, otros en las hamacas, las mujeres amamantan a sus bebés arrulladas por el suave sonido de la voz.

OYENTES

Al final los oyentes se quedan pensando sobre el aprendizaje expresado, otros sonríen ante algo jocoso, demás entristecen ante una lastimera historia. Los mitos o cuentos /deneabu u otros) no se explican. Terminan cuando dirá el orador. Dihana! ¡Hasta acá! Son los jotarao (criollos) que pretenden que luego del relato se amplíe, explique u otra forma de continuidad se desarrolle.

Para el Warao queda ahí…y volverá a su mente en otro momento para que saque conclusiones o lo aplique (el sabio es el que saca del baúl de recuerdos aquello que es útil para su sobrevivencia). Son innumerables las vivencias que se experimentan al escuchar los mitos en la voz de sabios y sabias que aún los recuerdan trayendo esos acontecimientos al aquí y ahora, como haciéndolos nacer de nuevo. A través de sus voces toman presencia nuevamente, se manifiestan los diversos sentimientos.

Si bien no hay explicaciones como decía, algunos exclaman: ¡Qué bueno que eso pasó así, porque si no estuviéramos casados con los nabarao!, creyendo firmemente en la realidad que ha contado el mito. Sin embargo, es lamentable que en las comunidades Warao se esté perdiendo la tradicional oral, pues los ancianos y adultos confiesan que de no contar los mitos ya los están olvidando.

Cuando llegábamos a las comunidades visitadas y expresábamos que queríamos escuchar mitos, los que sabían mostraban con orgullo su saber, y al janoko donde se estaba llevando a cabo el encuentro acudían decenas de niños, niñas, mujeres, jóvenes, hombres, y escuchaban con atención el relato contado. Fue el caso de la comunidad de Muhabaina de Araguao, la primera en la que intentamos con la comunidad incluir el relato como parte de la Eucaristía (ya habíamos comenzado a celebrar con solo el mantél sobre las mancas que sirven de piso, pues sentados sobre las manacas es que allí y en la mayoría de la comunidades, los Warao realizan sus dos comidas diarias: una bien temprano, entre las 07:00 u 08:00 hs y la segunda a media tarde).

Y el relato incluyó en la “ronda” (como diríamos en Argentina) a más gente…el relato le dio voz a más Warao que fueron acercándose de a poco. El dueño del janoko donde celebramos la Eucaristía y donde en general se realizan el resto de las actividades (catequesis, encuentros, informaciones, etc) antes de morir, les pidió a sus hijos que se siga dejando continuar las actividades que el padre viene animando y las que la comunidad organizaba a partir de estas. Y les confesó que a él lo atrajo más “cuando comenzamos con los relatos Warao”.

Esto vislumbra que hay esperanza, que la intención está allí, sólo falta interés, de parte y parte, como ellos mismos expresan. En cuanto a los teóricos vinculados con el estudio de culturas indígenas y en este caso concreto con la Warao, hay una firmeza en recalcar la importancia de la oralidad para los procesos de reconstrucción de memoria etnohistórica, bien sea antigua o contemporánea, pues por medio de ella se puede saber cada día algo más sobre una comunidad, una región, o una familia determinada

OOOOO….

Si no se aburren podemos cada tanto compartir algunos relatos…. como decía sin conclusiones o simplemente con algunas breves aclaraciones.

* Juan Carlos Greco, imc, es misionero en Nabasanuka, en el Delta Amacuro, Venezuela.

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