Los pobres, espejo de la humanidad: claves para leer Dilexi Te

En una América Latina donde el 10 % más rico concentra cerca del 71 % de la riqueza regional y tributa una proporción mínima, la exhortación apostólica Dilexi Te del Papa León XIV no es sólo un texto espiritual: es una denuncia moral. Heredera del pensamiento de Francisco, sostiene que la pobreza no es una fatalidad ni una elección, sino el resultado de estructuras injustas que hieren la dignidad humana. En los pobres, afirma el Papa, se refleja tanto el rostro de Cristo como la violencia del mundo.

Por Santiago Quiñónez *

Publicada el 4 de octubre de 2025, Dilexi Te —continuadora del proyecto inconcluso de Francisco— marca el tono del nuevo pontificado: una Iglesia que mira al pobre no como objeto de compasión, sino como sujeto de revelación. “En los pobres —escribe— Él sigue teniendo algo que decirnos”. Pero ese mensaje incomoda, porque los pobres no sólo nos hablan de Dios, sino de la injusticia que hemos construido.

La pobreza, signo del pecado del mundo

Desde el inicio, el Papa aclara que la pobreza no es una elección ni un castigo divino, sino fruto de un sistema que produce exclusión. En un pasaje clave escribe:

“Los pobres no están por casualidad o por un ciego y amargo destino… Hay muchos —hombres y mujeres— que trabajan desde la mañana hasta la noche, aunque este esfuerzo sólo les sirva para sobrevivir.” (n. 14)

Esta afirmación desmonta uno de los mitos contemporáneos más persistentes: la idea de que la pobreza es culpa de quien la padece. León XIV llama a esa visión “crueldad”, y denuncia la meritocracia como máscara del egoísmo social. La pobreza —dice— es una herida estructural, una forma de violencia económica y cultural que atraviesa todas las naciones.

En los números 10 y 11, advierte que vivimos en una sociedad que “privilegia criterios de existencia marcados por numerosas desigualdades” y que a las viejas pobrezas se suman “otras nuevas, más sutiles y peligrosas”, propias de una cultura que “tolera con indiferencia que millones mueran de hambre”. Esa indiferencia es el rostro más sofisticado de la injusticia.

Los pobres como espejo

Dilexi Te propone una lectura radical: los pobres son espejo de la humanidad porque revelan, a la vez, su grandeza y su miseria. En su rostro se concentra el sufrimiento de los inocentes y la indiferencia de los poderosos. Mirarlos no es un acto de caridad, sino de verdad: ellos desenmascaran lo que somos.

El Papa afirma que el contacto con quien no tiene poder “es un modo fundamental de encuentro con el Señor de la historia”. Pero también —y aquí su voz se vuelve política—, es una forma de desenmascarar la mentira del orden vigente, que llama progreso a la exclusión y libertad a la desigualdad.

La fe como resistencia

León XIV prolonga el magisterio de Francisco y de toda la tradición evangélica que une fe y justicia. Retoma la figura de Jesús pobre y crucificado como revelación de un Dios que se pone del lado de los oprimidos. En Él, dice, se manifiesta la verdad de la historia: que la salvación no nace del poder, sino de la compasión.

Por eso, la fe no puede reducirse a refugio individual. Creer —afirma— es escuchar el grito del pobre, como Moisés escuchó el clamor de los oprimidos en Egipto: “He oído los gritos de dolor de mi pueblo… conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo” (Ex 3, 7-8). La fe auténtica es, entonces, resistencia espiritual frente a la injusticia.

Un Evangelio que incomoda

A lo largo del documento, el Papa recorre la historia de la Iglesia para recordar que sus santos y mártires fueron testigos de una caridad política. San Lorenzo, san Juan Crisóstomo, san Agustín, san Francisco de Asís, las órdenes mendicantes y las religiosas que cuidaron enfermos y enseñaron a los pobres entendieron que la caridad no es filantropía, sino justicia en acción.

Desde ahí lanza una pregunta que interpela a la Iglesia contemporánea:
¿sigue siendo pobre para los pobres o se ha vuelto cómplice de las estructuras que los generan?

Un llamado a mirar sin miedo

Dilexi Te no se queda en la espiritualidad: entra en la economía, la cultura y la política. Denuncia un modelo global que mercantiliza la vida y reduce al ser humano a consumidor, y propone una conversión radical: pasar de la acumulación a la comunión, de la indiferencia al cuidado, de la competencia al servicio.

El texto es un espejo moral: no sólo muestra la miseria de los pobres, sino la de un sistema que los produce. Su lectura incomoda porque recuerda que el Evangelio, cuando se toma en serio, no adormece las conciencias, sino que las despierta.

En los márgenes del mundo, el Papa encuentra el centro del Evangelio. Y en la pobreza, no un ideal romántico, sino la herida abierta de una injusticia que clama al cielo. Su mensaje final resume todo el espíritu de la exhortación:

“Ignorar el grito de los pobres es alejarse del corazón de Dios.” (n. 8)

Dilexi Te nos recuerda que los pobres no son sólo destinatarios de la misericordia: son sus mensajeros.

* Santiago Quiñónez, periodista de la Oficina de Comunicaciones IMC Colombia

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