Pan y vino: Eucaristía para un mundo herido

Francisco Osoria Acosta, Arzobispo de Santo Domingo, primado de América

Una semana, siete días del mes de septiembre, vivimos en modo eucaristico. El mundo católico y espiritual centró su atención en la ciudad ecuatorial, “Mitad del Mundo”, en el Ecuador, nombre tomado de la Línea Ecuatorial imaginaria que divide al planeta en hemisferio norte y sur.

Salvador Medina*

Con-vocación al centro

Periodista y Fotógrafo David Andrés Moncada Quintero

“Nos ubicamos en el paralelo 0° de latitud, que nos pone en el centro de la tierra, (dice el Cardenal Pedro Barreto, en Quito, al concluir el Simposio teológico que precedió al Congreso), nuestra casa común, entre el hemisferio norte y el hemisferio sur. Pero, cuando hablamos de la ‘mitad’ es una palabra que divide. En cambio, cuando decimos el ‘centro’ nos une, así hablemos de norte o sur”.

Este magno encuentro con-vocó, llamó como un día lo hizo Jesús, a discípulos misioneros entre hombres y mujeres, jóvenes y adultos, obispos, teólogos, académicos, sacerdotes, diáconos, religiosas/os, monaguillos y fieles laicos, para que estuvieran un buen tiempo con Jesús, escucharan su Palabra, comieran el pan partido, en solidaridad donado, y bebieran el vino del consuelo y la alegría, en la mesa de la fraternidad universal. Mesa tendida y servida con todos los elementos de la creación que “concurren” (corren-con lo necesario) para ornamentarla y nutrirla de tal manera que se convierta en “sacramento”, señal e instrumento, que actualiza la dádiva liberadora de la salvación.

Allí, en la misma ciudad donde se convocaron cerca de 17.000 personas, el domingo 8 de septiembre, para la apertura del 53 Congreso Eucarístico Internacional, centrado en la “fraternidad para sanar el mundo”, lema del Congreso, tema del Simposio y propuesta para la humanidad herida. Allí, especialmente en el Centro Histórico de Quito, en donde se realizaron eventos internos o privados y públicos, hablando y cantando en varias lenguas, sentados en círculos sinodales y caminando en procesión, entre la Plaza de San Francisco y la Basílica del Voto Nacional. Allí se concentraron también cerca de 13.000 personas, representantes de la Iglesia católica y visitantes de 55 países, en el Parque Bicentenario, para clausurar el espiritual y social evento, el 15 de septiembre dia del Señor. Todos fueron invitados y enviados como misioneros, a “confeccionar, celebrar y vivir” la Eucarística, bálsamo curativo y liberador, en este mundo herido.

Envío en misión

Oscar Medina, misionero de la Consolata, participante en el Congreso

En la conclusión del Congreso, el Cardenal venezolano Baltazar Porras, delegado del Papa Francisco, exhortó, con la pedagogía de la pregunta, a todos los congregados en el Parque Bicentenario de la capital ecuatoriana, a “ir al encuentro de la realidad cotidiana”: “¿Qué hacemos en Quito?, ¿a qué hemos venido a Quito, a pasear, a vivir unos días de Oasis, de Tabor?”. “¿O estamos dispuestos a bajar para ir al encuentro de la realidad cotidiana con la convicción para todos de que el mundo, teatro de la historia humana, con sus afanes, fracasos y victorias, el mundo que los cristianos creen fundado y conservado por el amor del Creador, esclavizado bajo la servidumbre del pecado pero liberado por Cristo crucificado y resucitado, roto el poder del demonio para que el mundo se transforme según el propósito divino y llegue a su consumación, sea el escenario en el que tenemos la obligación de ser constructores de la esperanza que no defrauda?”.

“El Congreso Eucarístico buscó comprometer al mundo cristiano con el principio de ser ‘auténticamente hermanos, en medio de un mundo lleno de violencia, de muerte y de guerras'”.

Eucaristía “A la mano”

El 20 de octubre, día de las misiones para los fieles católicos, en el Vaticano, durante la Eucaristía presidida por el papa Francisco, se proclamará SANTO a José Allamano, un sacerdote diocesano que vivió su vida centrada en la Eucaristía. Se sabe que pasaba buenos tiempos diarios orando, contemplando y meditando ente el Sagrario del Santuario dedicado a la Virgen Consolata, del cual fue Rector durante 46 años. Allí celebraba la misa cotidiana, de forma extraordinaria, como si fuera la primera y la última al mismo tiempo. Cuidaba de la liturgia y del altar, del templo y de la comunidad, con la convicción y responsabilidad de ser el custodio de la casa de Dios, lugar de su habitación. Desde allí oteaba el mundo y expandía su corazón henchido de la compasión que respiraba de la pasión del Crucificado – Resucitado al que contemplaba en la Eucaristía de la fraternidad universal, celebrada por pocos y ofrecida por todos.

Si el Santuario de la Consolata, allá en Turín – Italia, estaba centrado en y desde la Eucaristía, también los Institutos Misioneros de la Consolata, el masculino y el femenino, fundados por el mismo Rector, deberán de centrarse en la Eucaristía. Los quiero eucarísticos, les decía ayer y nos dice hoy.

*Salvador Medina, misionero de la Consolata en Colombia