Santo Cura Brochero: sacerdote “en salida” y “con olor a oveja”

El 16 de marzo celebramos la fiesta litúrgica del San José Gabriel Brochero, protector anual de los Misioneros y Misioneras de la Consolata.

Por José Auletta *

San José Gabriel del Rosario Brochero, sacerdote de la arquidiócesis de Córdoba, Argentina. Todos le conocían como el “cura Brochero”. Había nacido en Santa Rosa de Rio Primero (Córdoba, Argentina) el 16 de marzo de 1840. Su padre se llamaba Ignacio y su Madre Petrona Dávila. A los 16 años, después de un periodo de discernimiento vocacional, decidió entrar en el Seminario de “Nuestra Señora de Loreto”. El 4 de noviembre de 1866 fue ordenado sacerdote por el obispo Don José Vicente Ramírez de Arellano.

 La misericordia de Dios no se limita sólo a palabras, sino que se complementa con una vida encarnada al servicio de los pobres, de los más débiles, de los enfermos y de los desheredados, en los cuales vive el Cristo resucitado. En su vida el Cura Brochero supo conjugar la firme fidelidad a la doctrina cristiana, una intensa vida espiritual y un gran compromiso pastoral hacia los más pequeños y olvidados de la sociedad.

Intensidad Espiritual

A bien observar, el Cura Brochero ha realizado de modo admirable lo que el Fundador solía repetir a sus misioneros y misioneras: “primero santos y luego misioneros”. El Cura Brochero plasma este programa de vida con una precisa opción de método. Escoge para sí mismo y para sus parroquianos practicar los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Ya desde seminarista Brochero había entrado en contacto con el método ignaciano.

Es un método que conduce el ejercitante a un conocimiento experiencial del Amor incondicionado de Dios y de la propia situación de pecado frente a Él, que es un obstáculo para a una genuina relación amorosa con el Señor. Además, lo lleva gradualmente a un profundo conocimiento de la verdadera identidad de Cristo y a una comprensión de lo que Él ha hecho y hace por cada persona.

De esta manera, la persona, plenamente involucrada en su relación con Cristo a nivel de entendimiento, corazón y fuerzas vitales, es animada a amarlo con más ardor y a seguirlo con alegre fidelidad.

Con Cristo en las periferias

La santidad personal, centrada en una intensa unión con Cristo, empuja a hacer el bien a los demás (cfr. 2Cor 5,14). Esto se realiza en Brochero. Se dirige especialmente hacia los marginados y los olvidados para aliviar sus condiciones de vida. Por este motivo construye caminos donde no los hay, funda escuelas allí donde no llega el gobierno, dispensarios médicos donde ningún médico ha llegado, casas para muchachas abandonadas, iglesias, guarderías, asilos de ancianos, comidas para los sin techos, canales para riego, un cementerio, un acueducto, un edificio de correos y hasta una extensión de una línea de ferrocarril.

La grandeza del Cura Brochero no está, sin embargo, en haber realizado grandes obras sociales que, por cierto, han resultado tan útiles, sino por haber intuido que cualquier acción social es la expresión de una energía espiritual que proviene de la unión con Cristo. “Promueve al hombre aquí en la tierra, pero con los ojos fijos en el cielo”, decía. Sus acciones sociales nacen de su pasión por acompañar a su pueblo en un proceso de transformación, primero espiritual y luego social.

Comunión con Cristo

Este humilde pastor con olor de las ovejas, que consumió su vida por ellas, es un modelo para todos los misioneros y misioneras: el punto de partida de su acción pastoral siempre ha sido la comunión con Cristo, deseada, buscada y acogida como un don, en una intensa y profunda vida interior, cadenciada de amplios y repetidos ejercicios espirituales ignacianos.

Cualquier actividad misionera que no nazca de una transformación espiritual es y sigue siendo sólo un sonido de címbalo que resuena vacío o un repique de campanas incapaz de reunir a la gente.

En su vejez el padre Brochero enfermó de lepra como resultado de convivir con enfermos que padecían esa enfermedad, compartiendo inclusive el mate con ellos. Por esa razón quedó sordo y ciego antes de morir, en 1914.

Fue beatificado en 2013 y canonizado en 2016 por el Papa Francisco, que afirmó que “el Cura Brochero tiene la actualidad del Evangelio y es pionero en salir a las periferias geográficas y existenciales, para llevar a todos el amor, la misericordia de Dios. No se quedó en la oficina parroquial y a fuerza de salir a buscar gente en su mula, se enfermó… Jesús quiere hoy discípulos misioneros, callejeros de la fe”.

* P. José Auletta, imc, es misionero en Argentina y miembro del Equipo Nacional de Pastoral Aborigen (ENDEPA).

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