
En la Biblia, al final de la creación, Dios reservó el séptimo día para su descanso tras crear el universo tal como lo conocemos. Si incluso Él necesitó reservar un día para descansar y contemplar su obra, no hay razón para que nosotros, hombres y mujeres, no hagamos lo mismo.
Por Elmer Peláez Epitacio *
La vida frenética de la sociedad actual nos arrastra a un ritmo tan intenso que nos hace olvidar la importancia de este día de descanso, no solo para dar un respiro al cuerpo, sino también para brindarle a nuestra mente un espacio de meditación y reflexión.
Disfrutemos y aprovechemos al máximo este intervalo, algo que puede mejorarnos y acercarnos a Su presencia. En este día tenemos la oportunidad y el tiempo de estar aún más cerca de Él en un momento en que las dificultades del trabajo y la vida diaria nos brindan un respiro.

Por esta razón, el Santo Padre ha destacado la importancia del día de descanso no solo para nosotros, hombres y mujeres, sino también para nuestra relación con Dios y con el espíritu. Por ello, no debemos olvidarlo y hacer todo lo posible para que las tareas diarias no nos impidan disfrutar de este “séptimo día”, independientemente de las profesiones que requieran trabajar en días festivos. Este día también puede ser entre semana, siempre que se dedique a las actividades que mencionamos al principio.
La naturaleza del ser humano está hecha de trabajo, compromisos y responsabilidades, pero nunca debemos olvidar que también es espíritu, alma y fe. Dedicar un día a la semana a profundizar y a vivir este aspecto es fundamental para su equilibrio como cristiano.
Liberación de la esclavitud

“Dios nos creó libres” es una verdad que siempre ha estado escrita en todas las obras teológicas, aun cuando los seres humanos a menudo han hecho mal uso de esta libertad. El concepto de libertad, en su sentido más amplio, nunca se ha desviado de esta intención. En este Jubileo, el Santo Padre quiso destacar cómo la condición de hombres y mujeres libres no significa poder disponer totalmente de nosotros mismos, de los demás y del mundo que nos rodea.
La libertad se convierte, por tanto, en un sentido de responsabilidad, casi como si fuera un deber más que un derecho. La sutil frontera entre derechos y deberes, especialmente en los cristianos, debe ser objeto de reflexión para usar la libertad de la única manera en que se convierte en un don.
Por eso, en el período jubilar y en los años venideros, es necesario poner de relieve el concepto de libertad, de relación con los demás y de nuestro papel como cristianos en el mundo, como lo subraya claramente la parábola evangélica de los talentos.
Condonación de deudas

El otro tema de reflexión de este Jubileo es la “cancelación de deudas”. En el lenguaje común, se habla de deudas casi exclusivamente en referencia a cuestiones monetarias y poco más. Sin embargo, en el Jubileo, el Santo Padre destaca cómo esta deuda es de una naturaleza muy diferente y que, a veces, nuestros primeros acreedores somos nosotros mismos. Obviamente, no se trata de sumas de dinero a devolver, sino de todo lo que, humanamente y en términos de fe, podríamos habernos dado y no dimos. El camino de reflexión del Jubileo puede y debe ser un momento que se desarrolla en dos niveles paralelos pero conectados.
El primero es el de las deudas que tenemos con nosotros mismos, con los demás y con nuestra condición de cristianos. Debemos profundizar en nuestra condición de deudores no solo para saldar lo que hemos recibido en el pasado, sino también para aprender, en la medida de lo posible, a no contraer más en el futuro.
El segundo nivel consiste en comprender las deudas que los demás tienen con nosotros. Hacia ellos, nuestra actitud debe ser lo más comprensiva y atenta posible, conscientes de que uno puede pasar fácilmente del rol de acreedor al de deudor. En la extraordinaria historia de la adúltera, Jesús “condona” el pecado, pero al mismo tiempo exhorta a la mujer a no volver a pecar. Este episodio convierte a la mujer adúltera en una persona que ha sido sanada de una gran deuda, pero que no volverá a contraerla.
Con el mismo Espíritu debemos sanar nuestras deudas con los demás, pero también perdonar las ajenas, manteniendo la intención de no contraer nuevas.

Conclusión
Al concluir esta reflexión sobre los tres pilares del Año Jubilar, a partir del episodio de la adúltera, es natural establecer un vínculo entre estos tres temas. La mujer perdonada por Jesús es sanada de una deuda que tenía con la Ley, pero al mismo tiempo obtiene el descanso que disfruta quien ya no tiene obligaciones pendientes con alguien, y finalmente la renovada libertad para actuar, de modo que no genere otras deficiencias. Los tres temas del Jubileo, a la luz de esta historia evangélica, están conectados entre sí y se unen en un único objetivo: celebrar dignamente el Jubileo de 2025.
Al prestar atención a estos temas, todos daremos pasos importantes en la comprensión de nuestro papel como sacerdotes de cristianos y hombres, teniendo siempre presente que solo con la ayuda de Dios y del Santo Padre este camino puede ser menos incierto.
* Padre Elmer Peláez Epitacio, IMC, parroquia Maria Esperanza Nuestra en Turín, Itália.