
Los misioneros de la Consolata en Venezuela iniciaron su Asamblea en esta primera semana de julio en la ciudad de Tucupita, Estado Delta Amacuro, reflexionando sobre la justicia y la paz y el cuidado de la Creación en el contexto bíblico. La reflexión es asesorada por el terciario Capuchino, padre Ramón Murillo, profesor de Biblia en el Instituto de Teología para Religiosos (ITER) y párroco de la Parroquia San José de Tucupita.
Por Vilson Jochem *
Padre Ramón comienza diciendo que “la Justicia y la paz son valores absolutos. El desafío es cómo crear valores funcionales que permitan mantener estos valores” en la vida ordinaria, ya sea personal como comunitaria. La justicia y la paz caminan unidas, no puede haber verdadera justicia sin paz y no puede haber paz verdadera sin justicia social.
“Hablando del sentido bíblico de la justicia y la paz, éstos tienen su fundamento en Dios y son varios los pasajes que así lo expresan, comenzando por éxodo: escuché el clamor de mi pueblo (Ex 3, 7) siguiendo por los salmos, justicia y paz se besan (Sal 85, 11), y en los profetas son el claro clamor de esta justicia querida y exigida por Dios. En el Nuevo Testamento el elogio de la justicia y la paz también está fuertemente presente; busquen el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás les será dado (Mt, 6,33); bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados (Mt 5,6); bienaventurados los que trabajan por la paz porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mt 5, 9); la justicia de Dios se ha manifestado… justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen… (Rm 3, 21-26)”.

A partir del contexto bíblico, padre Ramón plantea la exigencia de la justicia y la paz en la vida del creyente y más de los pastores y comienza con una frase fuerte: “Jesús perdonó todos los pecados, menos la hipocresía religiosa. Por eso Jesús nos pide la conversión a la justicia y a la paz, que comienza con la conversión del corazón donde se nos invita a dejar la cobardía, la flojera, el comodismo para recuperar la dimensión profética que esta dimensión exige”, subrayó.
Padre Murillo siguió exhortando a recuperar la vocación al profetismo, pues ésta es esencial y se hace presente en todos los carismas de la Vida Consagrada. También recuerdo que “hay un elemente esencial de este profetismo y es la opción por estar entre los pobres como un servicio al mismo Jesús”; por tal motivo es fundamental hacer que la Justicia y la paz no sean apenas conceptos, sino un estilo de vida.
Ahora bien, el profetismo debe ser vivido con discernimiento, pues carecemos de líderes porque al denunciar de frente las injusticias, las violaciones a los derechos fundamentales terminan bajo tierra y muchas veces es mejor seguir en medio del pueblo acompañándolo en su peregrinar de vida.
Para la sociedad actual la paz es entendida como ausencia de problemas y el poder estar tranquilo y la justicia es un asunto legal que se resuelven en los tribunales. Pero para construir la paz es necesario el silencio y la paz interior que pasa por la reconciliación con uno mismo, con los demás, con la creación y con Dios. Y la paz con la creación pasa con la administración delos recursos naturales y en cuidado de los mismos.
Pilares de la Justicia y la paz
Verdad: la mentira lleva a pérdida de los parámetros del bien y del mal y vivimos en una sociedad donde saber cuál es la verdad es cada vez más difícil.
Libertad: solo los libres pueden vivir en paz y aplicar la justicia;
Honestidad: se nos invita a ser honestos en este mundo de mentiras disfrazadas de verdad:
Diálogo: es el ejercicio de escuchar con el corazón para que se pueda producir diálogo constructivo.
Para concluir padre Ramón recordó que la aplicación bíblica de la justicia y la paz nos dan un horizonte de esperanza y la certeza de que Dios está con nosotros. Y nos invitó a seguir reflexionando sobre los posibles caminos para construir caminos de paz desde la justicia querida por el creador y salvador de todos.
* Padre Vilson Jochem, IMC, misionero en Venezuela.