Venezuela: Letras desde la misión


Comunidad Warao del Delta Amacuro venezolano

Misión es vivir y compartir nuestra experiencia de Dios. Pero, ¿Cómo describir a Dios? ¿Cómo describir su Misión? ¿Cómo describir el AMOR?

Andrés Garcias*

Querida familia de Vida y Misión.

Cada vez se me hace más difícil escribiros, escribir de la misión. Cuando salgo de los caños, de su ritmo y su belleza sencilla y multiforme, me cuesta mucho describir lo que allá vivimos.

Hoy, lleno de agradecimiento a nuestro Señor y a su obstinada confianza en mi fragilidad, hago el intento de contaros, a vosotros que tanto os esforzáis para que el misterio del Amor siga rompiendo barreras y fronteras; a vosotros que hacéis posible la misión.

“El bien no hace ruido y el ruido no hace bien.”

Quiero comenzar agradeciendo a cuantos estáis colaborando, poquito a poco, para la curación de María Eucelis, catequista de nuestra parroquia.

María Eucelis, catequista

Gracias a Dios y a vuestros esfuerzos se está recuperando. En unas semanas terminará sus sesiones de radioterapia y quimioterapia, en preparación a la cirugía para extirparle el tumor.

Os envío su foto (es de hace una semana y media, me resulta violento molestarla nuevamente, pero está así, sonriente y con buen ánimo).

Es muy tímida. Se siente muy agradecida a todos; intentaré grabarle un audio para que os agradezca ella personalmente.

“El bien no hace ruido y el ruido no hace bien”, así nos aconsejaba un buen hombre, José Allamano, fundador de nuestra familia misionera.

“En el corazón de mi Madre, la Iglesia, yo seré el AMOR”.

Comienza el mes misionero con la figura de santa Teresa de Lisiuex, una joven, que dedicó su adolescencia y su juventud a dar testimonio del AMOR.

Tumbó los muros del convento donde pasó esos breves años, desde la experiencia de Dios que vivió.

Característica de esta experiencia íntima fue la conciencia de ser especial, única, para Dios, al cual ella trataba como a su Padre amoroso.

Sí, Teresa se sentía obstinadamente amada por Dios también en su fragilidad y en su pecado. Se sentía privilegiada por ese amor que la desbordaba hasta contagiar a las hermanas con las que compartía vida de trabajo y oración.

Sentirse objeto de la infinita misericordia de Dios y de su confianza sin límites, la hacía sanar de sus heridas, la volvía libre para servir y amar, para restablecer relaciones rotas y fuerte ante el dolor y el sufrimiento de la enfermedad.

Encuentro comunitario warao con el P. Andrés, en Nabasanuka

La obra del AMOR en la arcilla de Teresa iluminó y devolvió fortaleza y entusiasmo a un joven sacerdote misionero que intercambiaba correspondencia con ella.

La ofrenda de su vida por AMOR desde la oración y el servicio en su convento de hermanas carmelitas, rompió la barrera de los muros y se hizo universal.

Hoy nos recuerda que la misión, más allá de las ayudas humanitarias, consiste en ser testigos del AMOR, del AMOR que da vida, que crea y recrea, que dignifica, que confía y alienta, que elige lo escondido, lo que no hace ruido, que elige lo que no cuenta, para comenzar la misión, para comenzar la nueva humanidad.

*Andrés Garcia, misionero de la Consolata, español, en Venezuela