El pueblo de San José Allamano está de fiesta. «Esta mañana, en la sesión sinodal, he ido a agradecer al Santo Padre, que estaba allí con nosotros, el don de la canonización», dice el cardenal Giorgio Marengo al concluir su homilía en la misa de acción de gracias por el santo Fundador realizada el 21 de octubre.
Por Marco Bello *
En el espléndido marco de la basílica de San Pablo Extramuros, se reunieron los misioneros y cientos de peregrinos que habían asistido el día anterior a la canonización de Giuseppe Allamano. «Me impresionó –continúa Marengo– porque, al sentarme frente a él, me cogió las manos y me dijo: ’Ánimo, adelante’. Era lo mismo que nos decía San José Allamano».
La celebración comenzó con una danza africana interpretada por monjas y novicias, que enseguida calentó el ambiente. Desfilaron vestidas con los colores africanos, con predominio del azul. Detrás de las bailarinas, hacen su entrada ciento diez sacerdotes vestidos de blanco, dos hermanos misioneros, seguidos de veintidós obispos y, por último, el cardenal Marengo. Es él quien, con su habitual sencillez pero al mismo tiempo profundidad, toma la palabra: «Hoy es un día de acción de gracias por San José Allamano. Es el primer día en que podemos llamarle así». Sus palabras, casi emotivas, desataron la euforia de los presentes.
Son muchos los países, las lenguas y las culturas que se han reunido, esta tarde, en el ábside de la basílica. Destaca una nutrida delegación de fieles de Roraima, el estado brasileño donde se produjo el milagro de la curación del indígena Yanomami Sorino. A ellos se los reconoce por una camiseta en la que leemos las palabras en portugués: «Proclamad mi gloria a las naciones» (Is 66,19), y los logotipos de la diócesis de Roraima y el oficial de la canonización. Están también muchos fieles de Africa, mujeres vestidas con ropas de colores vivos, muchas religiosas. También vemos los Misioneros Laicos de la Consolata y los numerosos amigos del nuevo santo que han venidos de cuatro continentes. Casi todos llevan al cuello el pañuelo de la canonización.
Momentos destacados en la misa de acción de gracias (Hno. Adolphe Mulenguzi)
Comienzan las lecturas. Dos estudiantes, un misionero y una misionera, entonan el salmo, y el coro responde cantando en voz baja «Pueblos todos, alabad al Señor». Después de la segunda lectura se vuelve a escuchar el coro, dirigido animadamente por el Padre Douglas Lukunza, de Kenia. Los músicos –teclado, batería, dos djembé (tambores africanos) e incluso un buen violín– son también estudiantes misioneros, todos originarios de Africa y el variado coro sigue los movimientos del director que no se limita a mover los brazos sino que prácticamente baila. Un baile que resulta contagioso: en pocos segundos se apodera de todos los presentes y, unos más que otros, se mueven al ritmo de la música. Comienza el entusiasmo de la gran celebración.
Con las oraciones de los fieles, regresa la calma. Algunos lectores se turnan en las diferentes lenguas: italiano, inglés, portugués, español, coreano, swahili y francés. Esta última oración la lee una chica emigrante de Burkina Faso, actualmente residente en Oujda, Marruecos donde hay una presencia de los Misioneros de la Consolata. La suya es una súplica conmovedora, quizá porque procede de una experiencia personal: pide oraciones para que los gobiernos hagan más habitables los países del mundo y para que los jóvenes no se vean obligados a migrar.
En la ceremonia de acción de gracias, como en los días anteriores, la conexión con la Amazonia es fuerte: en el ofertorio, además de pan y vino, se trae un tocado típico indígena, hecho con las plumas azules y amarillas de guacamayo. Ha sido enviado por aquellos –explica la voz de los comentarios– «que tienen sed de fe y justicia».
Pero además de la fiesta, la misa de Acción de Gracias es también un momento de reflexión, estimulado por las palabras, a veces provocadoras, del cardenal Marengo, que en su homilía se detuvo en la importancia de la contemporaneidad: el compromiso debe ser «una sucesión continua de hoy y aquí», y hay que «sacar fuerzas para la misión de la contemplación».
«Debemos decírnoslo: la santidad de Allamano debe sacudirnos, de lo contrario no nos beneficiará. Nuestros institutos atraviesan un momento delicado de su historia, con incertidumbres en los caminos del mundo. El día de hoy no es sólo un punto de llegada, debe ser también un punto de partida».
Teniendo en cuenta el camino y los esfuerzos realizados para llegar a esta canonización, «todo se verá recompensado si nos tomamos en serio este día, teniendo la mirada fija en el Señor, tiernamente amado y servido por san José Allamano, y realizamos verdaderamente su deseo de vernos como familia de la Consolata que se ama y arde en celo apostólico».
La ceremonia concluye con el canto del Magnificat en versión africana, bailado y cantado por todos los presentes. El cardenal inciensa el estandarte con el rostro de Giuseppe Allamano, que parece tan sonriente como siempre. También él participa ahora de la fiesta.
Con la misa de acción de gracias se concluye la fase romana de las celebraciones, consistente en la vigilia, la canonización en la plaza de San Pedro y, por supuesto, la acción de gracias. En los próximos días se sucederán actos y celebraciones en Castelnuovo don Bosco, ciudad natal de Allamano (el 23 de octubre) y en Turín, en la Consolata (el 24) y en la iglesia del santo en Corso Ferrucci 18 (el 25).
* Marco Bello, revista Missioni Consolata.