Entre oración, pintura y pinceles, padre Carlos Mondini, con 86 años de edad, 55 de ellos de sacerdocio, nos habla de sus 25 años de servicio misionero en Argentina antes de regresar a su Italia natal.
Por Guillermo Pinilla y Celina Atencio *
En la Casa Regional de los Misioneros de la Consolata, en el Barrio de Flores, Buenos Aires, un corazón italiano late con fuerza desde hace un cuarto de siglo en la Argentina. El padre Carlos Federico Mondini, un misionero oriundo del norte de Italia ha dedicado gran parte de su vida a llevar el mensaje de esperanza y consuelo en Sudamérica.
Llegó a Argentina el 7 de julio 1999 con la ilusión de compartir su fe y servir a los más necesitados. Tras un intenso período de estudio del español, su primer destino fue la parroquia de Pompeya, en Merlo, provincia de Buenos Aires. Allí, sumergido en la calidez de la comunidad bonaerense, comenzó a construir los cimientos de su misión en Argentina., luego su destino misionero lo llevó a San Miguel en el norte.
Durante siete años se dedicó a la labor pastoral en Jujuy donde trabajó estrechamente con las comunidades de pueblos originarios. Posteriormente, se trasladó a Mendoza, centro-oeste del País, donde permaneció durante tres años adaptando su labor pastoral al contexto y a las necesidades de la comunidad mendocina.
Una experiencia sin fronteras
Su compromiso con la formación misionera lo llevó a trabajar en diversos países, como Kenia e Italia. Se dedicó a formar a jóvenes que, como él, habían sentido el llamado a anunciar el Evangelio en tierras lejanas. Con una profunda sensibilidad intercultural y un sólido conocimiento de la espiritualidad consolatina, el padre Mondini supo transmitir a sus estudiantes la pasión por la misión. Su experiencia en animación misionera fue fundamental para fortalecer la vocación de numerosos jóvenes.
“En la oración, no estamos solos. Mantenemos un diálogo íntimo con Dios, nuestro Padre amoroso. Es en este encuentro personal nos revela sus planes y nos guía hacia el camino que Él ha trazado para nosotros. Anímate a preguntarle: ‘Señor, ¿qué quieres que haga? Ilumíname con tu Espíritu Santo y dame la fuerza para cumplir tu voluntad, háblame, Señor, que tu servidor te escucha’ es el consejo que padre Mondini transmite a los jóvenes que se inician en la vocación sacerdotal.
Pinceladas misioneras: la pasión por la pintura
El padre Mondini, combinó su vocación religiosa con su pasión por la pintura. En África, decoró capillas con murales sacros y ha organizado exposiciones de arte con la comunidad local, cuyos cuadros han sido vendidos para apoyar proyectos comunitarios. En Argentina, dejó su huella artística en Jujuy, donde pintó imágenes religiosas como la Virgen Consolata y el Sagrado Corazón de Jesús, regalando sus obras a la comunidad. Aunque la pintura es sólo un pasatiempo para él, su talento ha contribuido a embellecer espacios y conectar con las personas a las que sirve. Demuestra a través de sus pinceladas que el arte puede ser una poderosa herramienta para la evangelización y la promoción de valores humanos.
El corazón de un misionero
En los últimos tres años, el padre Mondini, priorizó el apostolado místico, convirtiéndolo en el eje central de su vida. Cada palabra que pronuncia, cada pensamiento que alberga y cada acción que emprende son concebidos como una ofrenda al Señor. Inspirado por la figura de Santa Teresita del Niño Jesús, patrona de las misiones.
“Todo lo que hago, lo que digo, lo que pienso, cada aliento de mi boca y cada latido de mi corazón es una ofrenda que hago al Señor”, afirma padre Mondini, reflejando la profundidad de su entrega. Su compromiso con la misión es evidente en cada aspecto de su vida. El misionero busca, a través de su vida consagrada, unir su corazón al de Dios y así poder interceder por todas las personas, especialmente por las más necesitadas. Su testimonio invita a reflexionar sobre la importancia de la oración y de la ofrenda personal como caminos para transformar el mundo.
Este misionero de la Consolata ha dejado una profunda huella y mucho agradecimiento en la comunidad argentina, ha tomado la decisión de regresar a su Italia natal. A sus 86 años, este regreso es el resultado de una maduración personal y espiritual que se ha ido gestando en los últimos meses. Padre Mondini siente la necesidad de reencontrarse con sus raíces, su idioma, su cultura y, sobre todo, con sus seres queridos. En Italia lo esperan sobrinos, parientes y amigos con quienes compartirá esta nueva etapa de su vida.
Sin embargo, su partida no significa un alejamiento de su vocación misionera, llevará consigo el fuego del apostolado místico que ha encendido en tantos corazones. Desde su tierra natal, continuará dedicado a la oración y a la ofrenda por las necesidades del mundo, inspirando a otros a seguir sus pasos.
* Padre Guillermo Pinilla, IMC, superior de la Casa Regional en Buenos Aires y Celina Atencio es profesora en Mendoza.