Discernimiento vocacional

P. Oscar Medina, misionero de la Consolata

“Padre, le dice Jesús, no te pido que los saques del mundo, sino que los defiendas del maligno. Ellos no son del mundo como tampoco yo soy del mundo” (Evangelio de Juan 17,15)

Salvador Medina*

Mientras se preparaba el V Congreso Misionero Nacional, Manaos – Brasil (10 a 15 de noviembre 2023), partía para la “casa del Padre”, en Granada – España (12 de diciembre), el ser humano, José María Castillo. Entre tanto, nosotros, Misioneros de la Consolata, miembros de un Instituto clerical y religioso para la misión ad gentes, realizábamos un “encuentro de discernimiento vocacional” con cuatro jóvenes que, este año, han manifestado interés en hacer parte de esta institución.

¿Coyuntura, coincidencia o diosidencia?

Los tres tienen un trasfondo de búsqueda, sentido, memoria y proyección:

  1. Los jóvenes buscan sentido, dirección y proyección para sus vidas y piensan encontrarlo en una Institución Misionera de la Consolata, sin saber bien, aún, de que se trata.
  2. Pepe Castillo también buscó lo mismo en la Compañía de Jesús o jesuitas, quienes lo incorporaron. Con ellos vivió, estudió y desde allí ejerció su ministerio clerical, como presbítero ordenado, y su misterio laical como investigador, escritor y profesor de teología dogmática, en varias universidades del mundo, durante más de 50 años. Hasta cuando la misma Institución eclesiástica (la Iglesia) que lo había acogido y ayudado a preparar, le retiro la licencia para enseñar y él se vio forzado a abandonar la Compañía y dejar el ministerio ordenado o clerical, para poder seguir pensando, investigando, enseñando y escribiendo en libertad de estado y de conciencia, sin dejar de ser miembro del Pueblo de Dios, la Iglesia, y de hacer “teología popular”, en continuidad y coherencia con lo que había iniciado 30 años atrás.
  3. El Congreso Misionero busca reflexionar y concretar la Misión ad Gentes en las Iglesias locales. Parten del hecho de que toda Iglesia local es responsable de la misión hasta los confines de la tierra. Retomando así las grandes intuiciones del Concilio Vaticano II cuando afirma que “la evangelización es y debe ser siempre misionera”. En sintonía, lógicamente, con el Magisterio Latinoamericano cuando recuerda “que el dinamismo misionero está en la naturaleza de la Iglesia y que estamos llamados a asumirlo como discípulos misioneros de Jesucristo”.

Ellos, él y la Iglesia del Brasil, todos vocacionados, convocados por el mismo Señor Jesús para que estén con Él (discípulos) y para enviarlos a evangelizar (misioneros), en tiempos y contextos diferentes pero parecidos.

¿Cómo presentar el viejo asunto a los jóvenes de hoy?

Los participantes al encuentro de discernimiento en la Comunidad Formativa del Filosófico

Ellos se sienten llamados al sacerdocio en un tiempo de sinodalidad y ministerialidad en la Iglesia Católica que se debate entre ser más Pueblo de Dios en camino, en sintonía con el Concilio Vaticano II, que Institución Jerárquica establecida, firme y fuerte.

Convocados cuando en los últimos veinticinco años, han abandonado el ministerio ordenado más de 95.000 clérigos y la crisis de vocaciones sacerdotales se ha hecho sentir en casi todas las diócesis y congregaciones religiosas, de tal manera que muchos seminarios y noviciados han cerrado o se han visto reducidos a su mínima expresión.

El ministerio eclesial (servicio) y sus ministros (servidores), no tanto el clero (dignidad), oficialmente establecidos en cada comunidad de creyentes, es un dato constitutivo de la apostolicidad de una Iglesia jerárquica y ministerial. No deben faltar, entonces, en ninguna comunidad eclesial. El Espiritu siempre los suscitará, lo mismo que los carismas, como lo narran los Hechos de los Apostoles y otros textos del Nuevo Testamento, relacionados con las comunidades primordiales y basados en el sacerdocio de Cristo que, no vino para ser servido, sino “para servir y dar su vida” (Mc 10, 44; Mt 20, 27).

Llamados a ser parte de un clero asediado por las críticas negativas y las sospechas de su transparencia y hasta de su utilidad. Es verdad que muchas de esas críticas se dan, más fuertemente, en ambientes anticlericales. Pero aun aceptando eso, no cabe duda de que son muchas las personas de buena voluntad que se sienten profundamente identificadas con Cristo y con el evangelio, pero no están de acuerdo en absoluto con el clero y con su manera de actuar.

¿Será suficiente el encuentro con vocacionados africanos para dar respuesta a las perplejidades de la identidad, la utilidad, la transparencia o santidad, el número, etc.?

El llamado es a la misión ad gentes, en una Institución Clerical de Religiosos, internacional e intercultural. Una misión ad gentes que no es carisma (identidad) ni ministerio (tarea) exclusivos de instituciones especializadas, sino que es “el paradigma, el eje que sostiene y alimenta a toda la Iglesia, a todo el género humano y que debe ser asumida por todos los bautizados, la sinodalidad debe ser entendida y vivida en la misión y en función de la misión en términos personales, en pequeñas comunidades y en la participación de la Iglesia local en la vida de la Iglesia universal”.

Esa responsabilidad coloca a todas las Iglesias y a toda Iglesia en salida hacia las personas que viven en las periferias sociales, geográficas, existenciales y eclesiales, hasta los confines de la tierra, al ejemplo de Jesucristo que asume la naturaleza humana para vincular a todos a su misión.

Una salida pronta, de prisa, como la de “Nuestra Señora Apurada”, que “no significa salir sin rumbo ni preparación, sino salir hacia la humanidad sufriente para vivir la fraternidad, curar sus heridas, socorrer sus necesidades, participar en sus luchas por los derechos”. (cfr. Esmeraldo Barreto de Farias, obispo de Araçuaí, en el Congreso Misionero).

¿En una Iglesia, toda ella misionera, cuál será el rol, papel o ministerio de un Instituto exclusivamente misionero ad gentes?

Convocados a la vida comunitaria, se les ha explicado que, por voluntad del Beato Fundador, José Allamano, entran a hacer parte de una familia que los conducirá, como Religiosos, consagrados por toda la vida, por los caminos de la santidad, en diálogo Inter espiritual, y de la misión, más allá, para “anunciar la gloria de Dios a las naciones”.

Este estilo de vida les ofrece y exige plena libertad afectivo sexual (castidad), económico solidaria (pobreza), personal comunitaria (obediencia), aprendiendo de la Palabra, como María Consolata, y de la Eucaristía, en y desde la Iglesia del Señor Jesús.

Salieron contentos, agradecidos y reflexivos, con una semana abierta para la decisión final, que solo puede ser personal. Conscientes que no es suficiente entrar, aunque hayan sido admitidos, sino perseverar.

Salvador Medina, misionero de la Consolata en Colombia*