Desde la Plaza de San Pedro, el 20 de octubre de 2024, el periodista Marco Bello comparte su testimonio de que “José Allamano es oficialmente santo”. La misa de proclamación, en la plaza San Pedro, presidida por el papa Francisco, en la jornada mundial de las misiones, elevó a los altares el fundador de los misioneros y misioneras de la Consolata: ahora San José Allamano.
Ciudad del Vaticano. Hoy, 20 de octubre de 2024
José Allamano es oficialmente santo. La misa de proclamación, en la Plaza de San Pedro, ha sido muy intensa.
Desde las 7 de la mañana, cuando aún no acaba de amanecer, largas colas de peregrinos esperaban en los controles policiales, necesarios para entrar en la plaza. Los de José Allamano habían llegado el día anterior desde los cuatro continentes.
Diversidad de lenguas y culturas en la Plaza San Pedro
En la cola, entre la gente que aún se frotaba los ojos medio dormida, se oyen decenas de lenguas: portugués, español, francés, inglés, italiano, kishawili. Pero hay también grupos de asiáticos, provenientes de Corea, Mongolia y Taiwán.
En algunos de los palos se iza la imagen del futuro santo, en su versión coloreada o «pop art», que sigue siendo una referencia entre la avalancha de cabezas.
Hoy también serán «canonizadas» –término técnico–, Elena Guerra, Marie-Léonie Paradis y los once mártires de Damasco (Manuel Ruiz y compañeros). A los peregrinos del Allamano se los distingue por sus pañuelos en la cabeza: blancos y con las 35 banderas de los países donde trabajan los Misioneros y Misioneras de la Consolata, y la efigie de Allamano y la Consolata. Además, la organización entregó a todos una insignia verde con el logotipo diseñado específicamente para este día.
Entramos entre los primeros, tras el control del detector de metales; los puestos frente a la escalinata de San Pedro están aún por llenar.
Los peregrinos están somnolientos, pero se nota la alegría y la emoción. Muchos se saludan, se abrazan. A menudo es un volver a verse después de años, a veces un encontrarse por primera vez y sintonizar inmediatamente.
Mientras tanto, se ha hecho de día. Está nublado, pero no llueve.
Sigue siendo un momento de espera, y la gente aprovecha para hacerse fotos, vídeos, intercambiar un contacto o una sonrisa. Vemos una gran delegación de Uganda, luego la bandera de Kenia (primer país de misión de los Misioneros de la Consolata). La República Democrática del Congo está presente, al igual que Costa de Marfil.
En un momento dado aparece la bandera de Marruecos: es el grupo de Oujda, en el que también hay algunos emigrantes subsaharianos. También vemos al grupo de laicos de la Consolata de Portugal, con las camisetas de sus 25 años de existencia. Y luego muchas monjas, de diversas edades y nacionalidades. Así que la mitad de la plaza, la que dispone de asientos, está llena.
Mientras tanto, a la izquierda del altar se sientan cardenales, obispos y sacerdotes. A la derecha, las autoridades y los diplomáticos.
Tras el rosario en latín, comienza un repique de campanas y, a continuación, el coro oficial entona unas canciones que se retransmiten por potentes altavoces a toda la plaza. La expectación se hace más intensa entre los miles de personas procedentes de todo el planeta, una muestra representativa de la humanidad.
A las 10.20, casi de repente, el Papa Francisco llega en su silla de ruedas y se sienta en la silla papal. En voz baja, casi sotto voce, a la derecha del patio de butacas, un grupo de peregrinos vitorea: «Papa Francisco, Papa Francisco». Otros se unen y es como si el coro se trasladara al espacio al frente a la basílica y los tantos gritos de «Papa Francisco» culminan en una gran salva de aplausos.
Mientras tanto, ha aparecido un tenue sol y podemos ver al Presidente Sergio Mattarella sentado en la primera fila en las sillas de las autoridades.
Los nuevos santos vivieron el estilo de Jesús: servicio
Comienza la celebración. Se leen unas breves biografías de los nuevos santos y cuando se nombra a Giuseppe Allamano, comienzan los aplausos desde la plaza.
«No gana quien domina, sino quien sirve por amor», dice el Papa en su homilía, comentando el Evangelio del día. «Jesús revela los pensamientos de nuestro corazón desenmascarando, a veces, nuestros deseos de vanidad y de poder» y luego nos enseña el «estilo de Dios», que es el «servicio».
Las palabras mágicas para el Papa son: «Cercanía, compasión y ternura, aplicadas a la acción de servir. […] A esto debemos aspirar». Un estilo que nace del amor y no tiene plazo ni límite.
«Los nuevos santos han vivido este estilo de Jesús: el servicio», continúa el Papa.
El nombre Yanomami resuena en la Plaza San Pedro
En el Ángelus, el Papa Francisco hizo hincapié en los pueblos indígenas: «El testimonio de san José Allamano nos recuerda la necesaria atención a las poblaciones más frágiles y vulnerables. Pienso en particular en el pueblo Yanomami, en la selva amazónica brasileña, entre cuyos miembros tuvo lugar el milagro vinculado a su canonización. Hago un llamamiento a las autoridades políticas y civiles para que garanticen la protección de estos pueblos y de sus derechos fundamentales contra toda forma de explotación de su dignidad y de sus territorios».
El nombre «Yanomami», por tanto, resuena en la Plaza de San Pedro, gracias al nuevo Santo.
El Papa Francisco concluye la celebración con un paseo en silla de ruedas para saludar a los cardenales; después sube al papamóvil y da un largo paseo por la plaza. Los peregrinos y fieles han abandonado ya sus asientos y se agolpan en las barreras para saludar al Santo Padre.
Una vez que ha pasado, comienza el lento refluir de varias miles de personas, mientras grupos de diversas nacionalidades e idiomas se hacen las últimas fotos en la plaza, con el telón de fondo de la basílica de San Pedro sobre el que destaca el estandarte de San Giuseppe Allamano.
Santa Misa de Canonización y Oración del Angelus – 20 de octubre de 2024 (VaticanNews)
Por Marco Bello – Revista Missioni Consolata