Jóvenes desafiados por la verdad

Un representativo grupo de jóvenes (75), de varias regiones de Colombia, inspirados en el Informe final de la Comisión de la Verdad, se reúnen en el “Congreso Juvenil Consolación y Misión”, realizado en el Gimnasio Campestre La Consolata – Manizales (14 – 17/10/2022).

Equipo AMJV *

Todos, a través de dinámicas pedagógicas, experiencias de espiritualidad misionera de consolación-liberación, de la celebración eucarística con la comunidad de fe del Santuario Nuestra Señora de Fátima, en el barrio del mismo nombre y la visita al barrio vecino, popularmente llamado El Aguacate, en donde pintaron, con la ayuda de personas locales, un expresivo mural por la paz, vivencian el progresivo deterioro de la hermosa, variada y rica Colombia, en sus tejidos geográfico, social, cultural y espiritual.

Mientras se adentran en la verdad de la Colombia herida y mutilada, salen del escondite del confort, más allá del muro de las lamentaciones, conocen y acogen la verdad investigada y, como discípulos misioneros del Crucificado Resucitado, se presentan dispuestos a ofrecer el corazón compasivo y misericordioso para que el sufrimiento, víctima de la verdad escondida, sea liberado y transformado en consolación-liberación.   

Ricardo Semillas

Ricardo, enviado por el Gran Todo (Dios), sembró el territorio colombiano, denominado Macondo. Cumplida su misión de esparcir armoniosamente las semillas, con exuberante generosidad y variedad, Ricardo Semillas entregó el territorio a la gente para que lo cuidaran y cultivaran, para que produjeran y vivieran de sus productos, para que intercambiaran, a manera de trueque, entre ellos y sus diversas regiones, con la moneda denominada “equidad”, de tal forma que a nadie le faltara lo suficiente para un “buen vivir” y pudieran exportar para otros, más allá.

La cultura floreció en música y danza, en literatura y escultura, en arquitectura e ingeniería, en ciencia y tecnología. La espiritualidad se expandió, llenando de valores éticos, humanos y divinos las sucesivas generaciones. Las relaciones humanas, aunque sin muchos abrazos, se impregnaban de servicio, respeto, disciplina y valorización. El orgullo de ser de Macondo, crecía que daba gusto, mientras la “equidad”, moneda local, se fortalecía. La vida cantaba y danzaba en las selvas, las costas, los llanos, los valles y las montañas. El olor suave del café impregnaba el ambiente a cada madrugada, mientras el maíz y el trigo, con plátano y yuca, se mezclaban en el sancocho de carne o pescado, junto al fogón familiar.

Actores violentos

Con aires de sabedores, arengaron el pueblo y se ofrecieron como bienhechores; redistribuyeron las regiones, colocando cercas y fronteras; regularon, con nuevas reglas, las relaciones; recogieron la moneda equidad e inundaron de billetes los mercados. Pasado el día, mientras todos dormían angustiados y expectantes, amanecieron comandantes: todos los que quieran negociar lo tienen que hacer con nosotros, dijeron los aparecidos. Macondo perdió la gracia y la armonía: “solo sé que algo mal va a pasar al final”, dijo Cristhian, el más joven de entre la población, mientras miraba lo que no entendía.

Los actores violentos sembraron de miedo, minas antipersonas y muerte el territorio de la vida. Los desiertos se multiplican al contaminarse o secarse los ríos y las quebradas; lloran los guaduales al secarse los humedales o descongelarse los glaciales; crujen las montañas heridas y explotadas, se deslizan derretidas inundando de lodo los ríos y los mares; muere el trigo local, mientras el panal se seca, dejando la inseminación al glifosato; la coca y la marihuana abandonan el campo sagrado de la salud ancestral y salen de Macondo, condenado a “100 años de soledad”, exportadas como narcótico internacional, acompañando a sus extraditables narcotraficantes.

Poco a poco los campesinos pierden sus tierras, mientras los latifundios se expanden y las ciudades de llenan de habitantes de calle y deambulantes. La “casa común” se aleja de la tierra para invadir los cielos, mientras los desterrados arañan los cerros o duermen en el asfalto, sin más techo que el de las estrellas.

Ricardo Semillas que continuaba acompañando el proceso de la vida, en su lucha con la muerte, un día es sorprendido, mientras pensaba en voz alta la destrucción que veía: “me dañaron Macondo, decía; esto no es lo que mi Padre nos dio; ¿quién fue él que no cuidó?”. Los actores violentos lo amordazaron y amarraron, lo vendaron y secuestrado lo arrastraron fuera del territorio. La gente quedó en silencio, indignada, rabiosa e impotente. Se escucharon disparos de muerte, mezclados con gemidos de la tierra abusada y lamentos por los muertos, los desaparecidos y desplazados.  En el ambiente, un lamento: ¡Todo está perdido, nada se puede hacer!

El lamentarse es un grito de humanidad, una respuesta natural al sufrimiento que duele, que lastima y afecta, una válvula de escape de eso que oprime el corazón y el vientre. Es como un cambio de aire, en cual se inspira consolación y se espira desolación, para no expirar.   

“La verdad libera lo que el sufrimiento oculta”

“Yo vengo a ofrecer mi corazón”

En medio del territorio asolado y el cuerpo social desconsolado, de repente brilla una luz en el Oriente: “por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos viene a visitar el sol naciente”, el mismo SOL que está en los brazos de la ConSOLata, hecho Palabra que habla: “este, señalando el cadáver de Ricardo, no está muerto, está dormido” y tomándolo de la mano, lo levanta. “No todo está perdido, grita, yo vengo a ofrecer mi corazón”. Las personas que han experimentado los mayores sufrimientos, saben en carne propia lo que es sentirse desolados, abatidos y abandonados, por eso están dispuestos a ofrecer su corazón y todo su ser para consolar y ayudar a liberar los afligidos de la historia.

El silencio se rompió y el ambiente, alrededor de la “tulpa”, fogón ancestral, de tres piedras como la Trinidad, se llenó de palabra recreadora depositada en la olla de la comunidad, para cocinar, con el fuego primordial, la bebida de la salud y la liberación integral. Todos conscientes que el dolor compartido es comprendido y deja de ser sufrido.

Fluyeron las verdades de las bocas juveniles:

  • La verdad, cuando se oculta se convierte en sufrimiento y cuando se desvela, aunque duela, libera. Si se acoge con valentía y humildad promueve la justicia que, apoyada en el perdón y la reconciliación, libera a las víctimas resarcidas y a los victimarios arrepentidos, dispuestos a la no repetición. Así, todos pueden participar, desde diferentes actividades y profesiones en la construcción social y política de la paz, con justicia social y ambiental.  
  • La verdad es desafiante, libera adrenalina, fuerza interior que vuelta rabia degenera en venganza y transformada en compasión suscita acciones, programas, proyectos de misericordia, políticas de paz social y ambiental.
  • Debemos darle voz y vez a la verdad, para reducir la desigualdad, doblegar la corrupción y superar la enemistad social. Así saldremos de esta triste identidad de “hijos de la guerra”, para vivir en “amistad social”, dejando este “valle de lágrimas” y pasando a la colina del “buen vivir”, en esta amada “madre tierra”, paraíso terrenal.  
  • La verdad es serendipia, eso que viene a tu encuentro sin tener que buscarlo. Es don para quien se abre a la vida. Como dice el galileo, Jesús de Nazaret: “conocerán la verdad y la verdad los hará libres”. Él, presentado por el evangelista Juan como el “camino, verdad y vida”, se propone como nuestro manual de vida frente a las ideologías y corrientes mundanas que, casi siempre, nos envolatan el sentido, la dirección y la meta de la vida.
  • Con Él queremos recrear nuestra realidad de Animadores Misioneros de la Consolata y el contexto que nos rodea, como animadores del Reino de Dios, ese “otro mundo posible” en el que apostamos y al que servimos, reconociendo y valorando a todos/as sin fobias ni discriminaciones, escuchando y dialogando, caminado juntos, en compañía, yendo más allá de nuestras diferentes fronteras.
  • Pedimos al Dios de la vida la luz y la fuerza de su Espíritu para transformar en vida y acción nuestros sueños y palabras. Nos proponemos ofrecer nuestro corazón de jóvenes estudiantes, universitarios, profesionales e industriales, para colocarnos al lado de los afligidos y cansados, acompañarnos y consolarnos, siendo consecuentes con el discurso de la ecología y el cuidado de la “casa común”.  

* Equipo de Animación Misionera Juvenil y Vocacional de los Misioneros de la Consolata en la Región Colombia