La variedad y la belleza de la misión de Dios adornan el santuario de la Consolata.
Con el corazón lleno de gratitud y alegría, el 24 de octubre los peregrinos de San José Allamano llenaron el santuario de la Consolata de Turín, donde el nuevo santo trabajó durante 46 años y fundó dos congregaciones al servicio de la misión ad gentes.
Por Jaime Patías *
El rector del santuario, el canónigo Giacomo Martinacci, dio la bienvenida a los presentes, subrayando una de las virtudes de san José Allamano que hay que poner en práctica en nuestras vidas y en la vida de la Iglesia: la «confianza», en Dios y en la Consolata a los que entregaba todo su trabajo.
Los espacios del santuario se llenaron de fervor y oración, pero también de fiesta, color y musicalidad, la del coro que ensaya sus cantos. Una iglesia proveniente de todas partes embellece estos espacios sagrados que acogen también a aquellas personas que nos siguen desde lejos gracias a la conexión on line que ha acompañado todas las celebraciones de estos días festivos.
Desde esta casa de la Consolata San José Allamano envió al mundo a sus primeros misioneros, y hoy esta misma casa recibe los abundantes frutos de la diversidad cultural representada por misioneros, fieles y peregrinos provenientes de los más diversos contextos geográficos. El santuario, lugar de partida de los misioneros de la Consolata, se llenó de la belleza de la misión de Dios.
El Padre Gianni Treglia, Superior de la Región Europa, tomó la palabra e introdujo la celebración en varios idiomas: «En este Santuario, José Allamano pasó toda su vida y desde este Santuario fue una lámpara que iluminó a muchos: sacerdotes, religiosos, laicos, ricos y pobres. José Allamano fue un sacerdote lleno de celo: siempre dispuesto a dar a todos una palabra justa, una sonrisa de consuelo o una mirada llena de ternura. Dos amores cautivaron y modelaron su vida –subrayó el padre Treglia– el amor a Jesús Eucaristía y el amor a la Virgen María bajo la advocación de Consolata, nuestra tierna Madre. Hoy podemos nombrarle santo entre los santos, y por ello damos gracias al Señor».
Cantos en distintas lenguas, animados por el espléndido coro de misioneras y misioneros de la Consolata, armonizaron la celebración presidida por Mons. Alessandro Giraudo, obispo auxiliar de Turín. En su homilía, nos invitó a seguir el ejemplo de san José Allamano en la escucha de la Palabra de Dios y en poner a Cristo en el centro de nuestra vida y misión. «Él –recordó el obispo– nos sigue mostrando que no debemos perder la conciencia de que si el Señor no es el protagonista, nuestra vida acaba llenándose de tantas cosas, quizá incluso de buenas obras y de celo apostólico, pero corremos el riesgo de dispersarnos». La santidad de José Allamano resplandece porque permaneció profundamente unido a Cristo y vivió siempre confiado en Dios; deseó que otros pudieran conocer el Evangelio y enamorarse de su palabra de vida; experimentó la dulzura del consuelo de María y con Ella nos envía al encuentro de la vida y del corazón de las personas cercanas y lejanas».
Mons. Alessandro explicó que «el Evangelio sigue cumpliéndose cada vez que nosotros también nos convertimos en instrumentos en las manos de Cristo; somos portadores de su palabra y de su presencia; salimos de nosotros mismos para entrar en la vida de aquellos que Dios pone en nuestro camino». Según el obispo, «San José Allamano supo poner en marcha a los demás y ser padre sin sustituir ni confundirse con sus hijos e hijas.
Para seguir llevando la luz del Evangelio al mundo, debemos atesorar y multiplicar sus enseñanzas». El milagro que la Iglesia ha reconocido como signo de santidad, la prodigiosa curación de Sorino Yanomami, es el milagro que se produce cuando, dejándonos conducir por Dios, aprendemos a cuidar de los demás.
En san José Allamano, la Iglesia de Turín sigue recibiendo un gran don: un camino concreto de santidad ofrecido a todos y al alcance de todos. Este don, a través de sus hijos e hijas, llega también a las personas de todas las partes del mundo.
El himno final expresa bien el momento festivo y el compromiso que brota de esta celebración: «Tu luz, oh Consolata, ilumine nuestro largo caminar, queremos seguir tus huellas… Regina caeli laetare».
A los pies de la Consolata, alimentados por la Palabra y la Eucaristía, también nosotros, como peregrinos, animados por la santidad de José Allamano, partimos de nuevo hacia el mundo para mostrar la luz del Evangelio hasta los confines de la tierra.
Tras la celebración, todos se reunieron en el patio del Santuario, donde pudieron ver una exposición sobre la vida de San José Allamano. A continuación, organizados en grupos lingüísticos, se dirigieron al Servicio Misionero Juvenil (SERMIG) para almorzar y visitar las estructuras del Centro.
* Padre Jaime C. Patias, IMC, Secretariado General de la Comunicación.
San José Allamano vive (Vídeo realizado por Fr. Adolphe Mulengezi)