El Pentecostés es una festividad universal de la iglesia, mediante la cual se conmemora el descendimiento del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, a los cincuenta días después de la Resurrección de Cristo. La solemnidad de Pentecostés ha sido llamada la segunda Pascua.
Por Lawrence Ssimbwa *
Normalmente es precedida por la vigilia que prepara espiritualmente a los fieles a celebrar con gozo y entusiasmo la venida del Espíritu Santo. El Beato José Allamano es uno de los teólogos que ha explicado el significado y la importancia de Pentecostés en la vida de los discípulos de Cristo. Por eso, a continuación nos detenemos en las enseñanzas del Beato José Allamano acerca de la solemnidad de Pentecostés:
La descensión del Espíritu Santo en persona
En Pentecostés, el Espíritu Santo viene a nosotros en persona. Al respecto dice el Beato José Allamano: “El Espíritu Santo no desciende sólo con sus dones y su frutos, sino Él mismo en persona. El Señor no dijo: Reciban los dones del Espíritu Santo, sino: Reciban el Espíritu Santo” (Así los quiero, 119). Asimismo, “cuando se recibe el Espíritu Santo es como hacer la comunión Eucarística, es decir, se lo recibe a Él en persona. El Espíritu Santo se complace en habitar en nosotros” (Asi los quiero, 123). Por lo tanto, la celebración de Pentecostés es el recibimiento de Dios Espíritu Santo, la tercera Persona de la Santísima Trinidad.
El nacimiento de la Iglesia
La celebración del Pentecostés es la memoria anual del nacimiento de la Iglesia. Pues la Iglesia nació en el día de Pentecostés. Lo aclara el Beato José Allamano: “La Iglesia nació en Pentecostés con la efusión del Espíritu Santo. Es Él quien dirige a la Iglesia hasta el final de los tiempos. El Papa y los obispos siguen guiándola bajo la inspiración del Espíritu Santo” (Así los quiero, 119). El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia porque la vivifica, la empuja a la misión, la unifica en el amor. Es el maestro interior que habla en el corazon del hombre, le descubre los misterios de Dios, le hace discernir lo que es agradable a Dios. Así que, el Espíritu Santo siempre actúa con Cristo, desde Cristo y conforma a los cristianos con Cristo.
Promotor de la evangelización
El protagonista principal de la evangelización es el Espíritu Santo. Para el éxito de la misión evangelizadora de la Iglesia y la difusión de la fe, el Espíritu Santo es el promotor de ello. La Iglesia anuncia la Buena Nueva de Cristo gracias a la presencia y a la fuerza salvífica del Espíritu Santo. Lo explica el Beato José Allamano: “A Él hay que atribuirle todo el bien que se realiza en las misiones” (Asi los quiero, 119). Apenas el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles el día de Pentecostés, “se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse” (Hch 2, 4). Se puede decir que, la Iglesia en el momento en que nació, recibió también el don del Espíritu Santo que le capacita siempre para anunciar las maravillas de Dios.
El Espíritu Santo es el que lleva al cumplimiento la misión de Jesús. Siempre acompaña a los misioneros en su tarea de propagar la fe. Lo afirma el Beato José Allamano: “En las misiones necesitarán del Espíritu Santo. Él los ayudará y, si será necesario, por ustedes hará milagros. Los ayudará mucho en ciertos momentos de tristeza y melancolía, especialmente en las misiones. Si invocan al Espíritu Santo en esos momentos, Él seguramente los animará y les dará un gran empuje. El Espíritu Santo consuela y sana todas las heridas” (Asi los quiero, 123).
Artífice de santidad
La santidad es la vocación de los discípulos de Jesucristo. La santidad es la vocación universal de la Iglesia. Todos estamos llamados a ser santos y santas. La santidad significa estar íntimamente unido a Dios, Perfecto y Santo. Cada discípulo de Cristo está llamado a la santidad que es plenitud de la vida cristiana y perfección de la caridad que se realiza en la unión con Cristo y en Él, con la Santísima Trinidad. El Espíritu Santo es el que santifica a los discípulos del Señor. Es Él que los transforma en reflejos de Dios. El Beato José Allamano es muy claro en este aspecto: “Es difícil que quien vive bajo la influencia del Espíritu Santo no se vuelva santo. Escuchemos con atención su voz en nuestro corazón, que es la voz de la gracia, y tratemos de traducirla en gestos concretos. Cuando recibimos al Espíritu Santo con sus dones y sus frutos, somos transformados” (Asi los quiero, 120).
Todos sean hijos e hijas del Espíritu Santo.
El Beato José Allamano invita a sus misioneros y misioneras de la Consolata a que siempre acudan al Espíritu Santo. Pues, el Espíritu Santo es el compañero permanente de los evangelizadores. Es la luz permanente que ilumina y guía a los misioneros ad gentes. Por eso les insiste a los misioneros: “nunca abandonemos al Espíritu Santo, siempre lo tendremos dentro de nosotros. (…) yo deseo para ustedes: ¡Sí, sean todos hijos e hijas del Espíritu Santo! “(Así los quiero, 124).
* Padre Lawrence Ssimbwa, IMC, párroco de San Martin de Porres en Buenaventura, Colombia.