Caminamos sobre los pasos de quienes nos antecedieron, como fue el misionero de la Consolata, Mons. José Luis Serna Alzate. Eso implica el respeto y el reconocimiento a quienes consideramos nuestros padres en la fe.
Por Marco Antonio Pérez Serna*
La Iglesia Católica es respetuosa del gran legado de su Magisterio, por más de dos milenios ha sido diligente en su cuidado y salvaguarda, porque, además, es su reflexión histórica del Misterio de la Revelación.
Ello nos lleva, también, a venerar, respetar y acoger ese camino de fe que han recorrido nuestros predecesores. En nuestra familia Consolata, también tenemos esos hermanos mayores, que nos han marcado el rumbo de la Misión, como la soñó alguna vez, por inspiración divina, el Beato fundador José Allamano.
El primero
Es extensa la lista, para gloria de Dios. Ahora dedicamos algunas líneas para nuestro hermano mayor en Colombia, destacado por sus hermanos misioneros como “el primero”, aunque él nunca buscó este reconocimiento.
Fue el primer misionero de la Consolata de Colombia; primer superior regional colombiano, primer miembro colombiano y latinoamericano en el Consejo General del Instituto, primer obispo misionero de la Consolata de Colombia, primer obispo de las diócesis de Florencia y Líbano – Honda.
Oriundo de Aranzazu, Caldas, nació en 1936 de una numerosa familia católica. De los ocho hermanos tres fueron Religiosos. Desde pequeño demostró su inquietud por la vida religiosa y sacerdotal. A los 19 años, tras su contacto con los padres de la Consolata en San Félix, Caldas, maduró y definió su vocación misionera con el Instituto. Fue ordenado sacerdote en 1961 y consagrado obispo en 1978.
Este 28 de septiembre celebramos un año más de la Pascua de nuestro querido Monseñor José Luis Serna Alzate. Son seis años de su partida a la casa del Padre, pero aún perdura su legado.
Comisionado de paz desde las periferias del Estado
Fue un precursor de lo que hoy el Papa Francisco reclama para los pastores de la Iglesia, “olor a oveja y entrega total a su grey”. En su ministerio episcopal nunca olvidó que la esencia de su corazón estaba en la Misión, por eso no ahorró esfuerzos por hablar, acoger y salir a buscar a quien estuviese alejado del Evangelio, llegando a las periferias geográficas de la Colombia selvática en los años 80 y 90. También buscó y acogió a aquellos que estaban en las periferias del Estado, como los grupos armados al margen de la ley. Por ello fue, durante el gobierno de Belisario Betancur, y en nombre de los Obispos de Colombia, designado como uno de los primeros Comisionados de Paz, explorando y abriendo caminos para la salida negociada del conflicto armado en Colombia.
Su entrega de Pastor, lo llevó inclusive al martirio, cuando fue señalado injustamente como actor y auxiliador de grupos guerrilleros, en la época (aún vigente) de los falsos testigos que ofrecen declaraciones apócrifas a cambio de prebendas. Él en muchas oportunidades buscó alternativas de salidas negociadas con esos grupos guerrilleros, y ayudó humanitariamente en procesos de liberación de secuestrados, fue mediador y trabajador por la paz, ese fue su delito.
Años después la misma justicia reconoció su error, pero ya había causado el daño, en la salud de Monseñor Serna, quien por esas preocupaciones le aceleró su enfermedad del Parkinson y su deterioro físico.
Solidario con los pobres y excluidos
Su corazón y su mirada, a ejemplo del Carpintero de Galilea, estuvo con los más pobres y excluidos, en el Caquetá con los colonos y los indígenas que buscaban condiciones dignas de vivir o sobrevivir. Y en el Líbano – Honda, años después, abrazó a los cientos de familias cafeteras, que infructuosamente trataban de sacar su sustento de la tierra, sabiendo que la riqueza que abunda en los cafetales quedaba en otras manos.
José Luis Serna Alzate, el misionero, el sacerdote, el obispo, el hombre que puso la mano en el arado sin mirar atrás, el pescador que hecho las redes mar adentro, el caminante siempre dispuesto a recorrer una milla más, el trabajador infatigable por la paz, el padre que enjugó las lagrimas de tantas familias marginadas, el profeta que lo entregó todo, hasta su último suspiro por el Reino. Hasta sus últimos días, siempre permaneció con su mirada apacible y alegre, una actitud de padre que acoge y escucha, con una palabra o un simple gesto de entrega, para recordar que no hay nada que temer estando en las manos de Dios.
Hijo de María Consolata
El bienaventurado hijo de María, consuelo de los cristianos, que nos aventaja en el camino hacia el Padre, y que nos sigue recordando que vale la pena entregar y gastar la vida por Jesús. Celebrar su aniversario no es solamente recordar su persona, sus cualidades y también sus defectos humanos. Implica celebrar y agradecer al Padre por su vida, y ver en él un ejemplo de pastor y de misionero, al estilo de Jesús, el Pastor por excelencia. Celebrar su vida y su paso a la eternidad, conlleva sobre todo compartir y prolongar lo que fue su esencia en la vida, el Evangelio y la Misión.
* Marco Antonio Pérez Serna, sobrino de Monseñor Serna y Consultor en Comunicación Política