Vida misionera con empatía, serenidad y pasión

“Como estoy viviendo la misión a mis 78 años y como la he integrado en mi vida formando comunidades, catequistas y misioneros”.

Soy el padre Luigi Manco, misionero de la Consolata. Muy a menudo le agradezco a Tata Dios por la salud. El año pasado el doctor me dijo: ¿Sabe una cosa, cura? Sus análisis resultaron como los de un joven de 18 años. Y…, por supuesto, no me enojé. Pero los años están y me considero un soldado de “retaguardia”. Tengo bien presentes mis límites. Los acepto y, gustoso, colaboro lleno de “la dicha de sentirse segundo”. Actualmente integro la comunidad IMC de Alto Comedero en Jujuy – Argentina (Parroquia de la Virgen Milagrosa).

De cómo he integrado la misión durante estos años digo:

EMPÁTICAMENTE

Desde siempre he sufrido cierto “patema d’animo”, como dicen los Italianos. Aclaro: frente a situaciones humanas de sufrimientos, dolencias, angustias, fuere por lo que fuere, si no me meto de lleno cuestionándome, tratando de buscar soluciones, se me paralizan las entrañas y las neuronas…! Y me siento derrotado como hombre, como sacerdote, como misionero!

 Al contrario, metiéndome en juego en el aquí y ahora, se me multiplican las energías y los demás dones que Dios me regaló: fantasía, buen humor, intuición, creatividad y aquel conjunto de “feelings and emotions” que a uno le parece ser otra persona. Tenía razón Virgilio (que no es el carnicero de aquí a lado): “omnia vincit amor”.

SERENAMENTE

A lo largo de muchos años – ya sea en tiempos de formación y de estudios básicos, ya sea en temporadas de responsabilidad… de “guardián” de los hermanos (animador misionero , maestro de novicios, provincial, párroco, etc.), he esgrimido facetas de seriedad, de energía, de estar por detrás de los “cumplimientos”…Había que hacerlo pero, a la distancia, y a manera de examen de conciencia, debo admitir que, en ocasiones me he dejado guiar por un “plus de apuro exigente…”

Desde hace unas décadas a esta parte – casi instintivamente – constado que me seduce otra cara: un estilo y espiritualidad con impronta  a benevolencia, a mansedumbre, comprensión que van engendrando en mí, a la hora de deber pronunciarme (juzgar) sobre personas o situaciones, con ánimo más respetuoso, más tolerante. Y esto frente a cualquiera.

Frente  a cualquier otro y a cualquier situación que la vida me depare: ya se trate de un hermano de comunidad o si fuera un parroquiano… o a la hora de llevar adelante el compromiso de evaluar trabajos de búsqueda en reuniones de “seminarios de catequesis, o en las breves experiencias (unos 4-5 años) de enseñanza en materias como Historia de las Religiones, Cristología y  Liturgia…”. Y hasta en lo cotidiano más cotidiano cuando – bajo piel de oveja – alguien elegantemente intenta estafarte!

Todo esto  – es decir, toda esta “novedad” paulatinamente aflorada en mi conciencia, se me ha ido bajando hondamente en el alma. Y sigue sedimentándose…  humanizando mi carácter. Sin darme cuenta me vuelve más simpático, más agradable. Y trasparenta edificando a cuantos me rodean y dando gloria a Dios nuestro Señor!

Y, lo que no es poca cosa, esta “novedad o espiritualidad” si tal se la quiera definir, la voy descubriendo alegremente como lo mejor que la formación y “herencia allamaniana” han aportado a la actual estructura de mi personalidad de sacerdote  y  misionero de la Consolata.

APASIONADAMENTE

En las distintas etapas de mi vida, ya sea en los  compromisos arriba mencionados, ya sea en otros compromisos: LMC o Campimg de Escouts en verano   / Retiros Espirituales con adolescentes y jóvenes…, conferencias varias sobre temas misioneros o temáticas pedagógica,  en las visitas a los hermanos reclusos, privados de libertad, o también visitando escuelas de secundaria en Italia y Argentina, siempre me ha acompañado “endémicamente” un entusiasmo alegre y saborizado con una pizca de buen humor. 

No hubiera sabido actuar de otra manera!  Para mí, esta modalidad de presentarme en público no se identifica con deseo de acaparar simpatía o de hacer continuamente show donde me invitan. Para mí es ser yo mismo. De esta modalidad – por cuanto la conciencia honesta me da fe – he logrado hacer brecha en las almas, infundiendo contenidos cristianos (y, por ende, intensamente humanos) despertando ideales, valores abiertos a horizontes misioneros.

CON UNA MÍSTICA DE FONDO

Soy un alma mística por naturaleza! Y me voy convenciendo que es puro don de Dios y que la formación en la infancia (influjo materno) y los años del  seminario menor, han ido matizando y radicando. Por lo tanto frente a todo tipo de compromiso al que he puesto mano (por obediencia o por libre iniciativa…) siempre lo he llevado adelante desde una dimensión mística.

Frente al deseo o a la  orden de los superiores que me confiaban una tarea, un compromiso me he sentido como un enviado de mi Dios y un sostenido de mi Dios en la actuación. Y, en cuanto al “éxito y el trabajo” si humanamente hablando había resultado un “flop” me dolía mucho, pero en unos pocos días me reponía y estaba listo para otros compromisos. Con la  oración calmada, humilde y el abandono en el Señor, me sentía pujante para retomar, alegre,  la marcha.

P. Luis Manco imc, es misionero en Argentina.

Contenido relacionado