Santidad Consoladora

“El milagro que sí quiero que hagan es el de hacer todo con perfección, desde la mañana hasta la noche” (San José Allamano).

Adalberto López*

Fuente de la consolación

Dios es la principal fuente de la santidad consoladora y misericordiosa, dice san Pablo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en toda tribulación nuestra, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios” (2 Cor 1, 35).

Jesús es fuente de toda consolación: aporta a los afligidos, a los pobres, el mensaje de consolación que es el Evangelio de la felicidad en el reino de su Padre (Mt 5,5). Viene a dar ánimos a los que están abrumados por sus pecados o por la enfermedad (Mt 9,2.22). Ofrece el reposo a los que penan y ceden bajo la carga (Mt 11,28ss). En la Iglesia es esencial la función de consolador, para mostrar que Dios consuela para siempre a los pobres y a los afligidos (1Cor 14,3; Rom 15,5; 2Cor 7,6).

Así que la santidad siempre consuela porque es una consagración a Dios, fuente de toda consolación.

Consolación en la evangelización

San José Allamano bebió de la escuela de Jesús para vivir la santidad consoladora. Con la santidad ha consolado a varios pueblos en los 4 continentes. Con el carisma consolador Ad gentes, los misioneros de la Consolata fundados por san José Allamano siguen llevando la consolación a los pueblos de África, América, Europa y Asia.

Se evangeliza mejor con la santidad de vida, dice san José Allamano: “Que el misionero y la misionera sean y parezcan santos y hablen a la gente con la santidad de su vida. Es necesario que la gente pueda ver a Dios en ellos.

Jesús dice a los apóstoles: El que me ve a mí, ve al Padre (Jn. 14,9); que ustedes, a su vez, puedan decir: quién me ve, ¡ve a Jesús! No basta el hábito religioso, tampoco las palabras para demostrar que son verdaderos misioneros y misioneras; se necesitan las obras. Estas son las que dan testimonio de lo que son ante la gente. Digamos con Jesús: “Las obras que el Padre me pidió que realizara, las que estoy llevando a cabo, dan testimonio de mí. Las obras que yo realizo dan testimonio de mí” (Jn 5,36) (Así los quiero, p. 45).

Pero también debemos tener en cuenta que no basta cualquier deseo. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia. Es lo que se requiere: tener hambre y sed de santidad; desearla, por tanto, con la misma fuerza con que deseamos el alimento cuando tenemos hambre, o como se desea el agua fresca cuando se tiene sed.

La santidad nos permite acercarnos a las realidades más humanas, con un corazón abierto al Padre, capaces de llevar consuelo ante cualquier realidad y situación. Mientras más santos seamos, llevamos más consolación.

Santidad consoladora

Archivo del Santuario de Fátima en Manizales, 2024

La santidad de san José Allamano es consoladora y dignificadora. Dedicó su vida a la consolación de los pueblos a través de la fundación de dos institutos misioneros consoladores. Los preparó para consolar a los pueblos a través del anuncio de Jesús, el Consolador del mundo por excelencia. Les exhortó a consolar a los pueblos haciendo el bien a través de la evangelización y promoción humana.

Por medio de la misión Ad gentes que es el espíritu de José Allamano, los misioneros de la Consolata a lo largo de varios años han hecho el bien a incontables personas. Varios pueblos recibieron la educación, la salud digna, la paz y reconciliación, vivienda digna, etc. gracias a la obra evangelizadora de los misioneros de la Consolata. Varias iglesias particulares se fundaron gracias a la evangelización y promoción humana de los misioneros de la Consolata.

En un mundo en que la desolación y las violencias se aumentan con frecuencia, la santidad de san José Allamano nos anima a seguir apostando por el bien. Nos anima a ser santos en el seguimiento de Cristo y en la vivencia del apostolado misionero. Nos anima a seguir anunciando a Jesucristo, fuente principal de consolación y esperanza para el mundo.

Para tu reflexión

¿Las obras que realizo reflejan la santidad en mí?

¿Qué signos de consolación me ayudan a fortalecer el camino hacia la santidad?

¿Cómo se manifiesta la consolación que comparto con las personas, comunidades o pueblos?

*P. Adalberto López, es misionero de la Consolata en Colombia