
Por Danmari Mujica *
La Iglesia Católica en el mundo, pero de manera especial del pueblo venezolano ha recibido la gran noticia de la aprobación para la beatificación del médico de los pobres, tal como se le ha conocido desde siempre en el país latinoamericano y otros en los que ha sido reconocido por sus virtudes de santidad, de manera especial desde que comienzan los preparativos para el proceso de canonización en el año 1949, un siervo de Dios laico de profesión médica con conocimientos que le otorgaron títulos de científico y educador.

José Gregorio Hernández Cisneros nació el 26 de octubre del año 1864, fue el mayor de 6 hermanos, quien luego de haber tenido una niñez con dedicación y entrega en los estudios, se dirige a la capital del país desde su ciudad natal específicamente del pueblo andino Isnotú del estado Trujillo donde vivió y creció juntos a su familia hasta los 13 años, con el fin de culminar sus estudios bachillerato, donde se gradúa con mención en filosofía y seguidamente comienza estudios universitarios. Sus profesores siempre vieron en él agrado y dedicación a los estudios, lo que le llevó incluso en su época como estudiante a ser profesor de aritmética para los jóvenes de primaria, también llegó a dominar 7 idiomas diferentes y en su ejercicio profesional hizo 13 publicaciones sobre temas médicos y espirituales.
Su muerte a la edad de 54 años, transcurre minutos después de salir de una farmacia a la que se dirigió en búsqueda de un medicamento para donar a un paciente que había visitado, cuando un hombre frente al volante de un automóvil atropella accidentalmente al ilustre y filántropo médico venezolano provocando una caída y golpe contra la acera de la calle. Una lesión de cráneo le ocasionó la muerte inmediata. Un suceso que fue causa de mucha tristeza para todos quienes lo conocían o habían escuchado de él y su modo de vida.
Al graduarse de médico no dudo en regresar a su ciudad natal, ya que, tenía conocimiento sobre las ausencias de profesionales de la salud en estos poblados; incluso rechazó propuestas para ofrecer sus servicios en la capital de Venezuela con la siguiente frase “Quiero aliviar los dolores de los humildes en mi pueblo”. Partió a Isnotú y permaneció ayudando y atendiendo a todos quienes acudían a él; personas con la capacidad de cancelar las consultas y personas que no tenían cómo hacerlo. Siendo admirado como un ser caritativo.
En el corazón del Doctor José Gregorio siempre hubo un deseo por dedicarse al servicio de entrega a Dios. Luego de una trayectoria de estudios y de investigación en la cual representó a Venezuela en Europa, a su regreso dispone sus experiencias de investigación al servicio universitario y a su vez según datos históricos ingresa en el año 1899 a la OFS (Orden Franciscana Seglar). Camino que fortalece su ser de entrega al servicio de los necesitados haciendo en él un ser lleno de caridad – de amor por los demás.
Siete años más tarde en 1908 su discernimiento lo lleva a ingresar al monasterio de la Orden de los Cartujos, en Europa con el anhelo de dedicarse a la vida contemplativa y de oración constante. Sin embargo problemas de salud no le permiten continuar, así que sale para su recuperación y vuelve a Venezuela con la admisión al seminario, aun así, en su corazón siempre guardó su deseo de ingresar de nuevo a la vida monástica, vuelve a Europa con el fin de prepararse e intentar su retorno al monasterio, y realiza estudios en teología, pero al parecer el clima de esa zona no estuvieron a favor de su salud por lo que adquiere una enfermedad pulmonar que le exige retornar a Venezuela.
Aceptando estos acontecimientos; el venerable regresa y se dedica al ejercicio profesional como médico, investigador y profesor, transcurriendo así 23 años al servicio, permaneciendo en la ciudad capital hasta su fallecimiento el domingo 29 de junio de 1919. Treinta años tras su muerte, la Iglesia en Venezuela, reconociendo la forma de vida que llevó este laico y todo lo que hizo a favor de la salud, educación, atención de personas necesitadas, viendo al mismo tiempo como las personas pedían su intersección a través de las oraciones y reconocían una vida intacta de caridad. Motiva que la Iglesia católica a través del Excmo. Mons. Lucas Guillermo Castillo, de inicio al proceso de beatificación. Veintisiete años después se logra otorgarle la valoración como Siervo de Dios, reconocido por llevar una vida sencilla y cargada de virtudes.
Casi a un año de la primera visita del hoy Santo, el Papa Juan Pablo II, aprueba la declaración del Dr. José Gregorio Hernández Cisneros como “Venerable” que es el segundo paso hacia la beatificación y canonización de personas que por su modo de vida en obras y fe pueden ser llevados a los altares. Específicamente Venezuela recibe la gran noticia el 16 de enero de 1986. Lo que embarga de alegría y aún más fervor a los feligreses que ya venían haciéndole honor y solicitud e intersección de sanación. Una práctica de fe que se ha esparcido en Latinoamérica y el mundo, demostrando tal afecto a través de peregrinaciones.

De igual manera en el lugar que reposan hoy sus restos mortales, en la ciudad de Caracas específicamente la Iglesia Nuestra Señora de la Candelaria que ha sido elevada a santuario bajo aprobación del milagro de sanación que llevará a los altares para la beatificación del Siervo de Dios y médico de los pobres. Fue noticia para el mundo el 19 de junio del presente 2020, 10 días antes de la celebración de los 101 años del recuerdo de su muerte, el anuncio dirigido al pueblo de Dios por el Cardenal Baltazar Porras. Una alegría y una esperanza para los venezolanos que por años y por fe se han encomendado y los enfermos solicitado la sanación bajo la intercesión del médico que hasta el último momento sirvió con amor y entrega a aquellos que acudían a él.
Muchas son las historias contadas, experiencias de personas convalecientes y en dificultades de salud que con fe se han dirigido en oración a este cuarto beato para la Iglesia Venezolana, muchas son la promesas cumplidas que hacen llegar en incluso peregrinaciones hasta el santuario que lleva su nombre, ubicado en el pueblo de su nacimiento, lugar acogedor que permite conocer un poco más de cerca la vida y el legado de fe que este cristiano que con una vida sencilla siempre estuvo dispuesto a servir como un discípulo de Cristo en el mundo.
El acto de beatificación está siendo preparado para el año 2021.
* Danmari Mujica es un misionero laico de la Consolata.