El Vicariato Apostólico de Puerto Leguizamo – Solano, está realizando un curso de inducción para los misioneros que llegan a vivir y convivir, a trabajar y evangelizar, a “habitar ese territorio” amazónico y tri-fronterizo.
Salvador Medina, IMC
Pasado colonial
De ese remoto, antes de la invasión (descubrimiento o encubrimiento), la conquista y la colonia, una buena luz nos llegó con ocasión de los 500 años, al preguntarnos, ¿de qué … ? Mientras se celebraba la Asamblea Episcopal Latinoamericana en Santo Domingo, se registró, oficialmente, un cambio de visión, actitud y comportamiento, en relación con la propuesta de la Iglesia Católica para la Evangelización en el presente y el futuro del Continente de la Esperanza.
La Amazonía era y lo es todavía una incógnita. No se la comprende. Al mismo tiempo es un reto y una promesa. Comprender el presente de esta inmensa región implica conocer e interpretar su pasado, los dos son la base para imaginar y construir su futuro. Hablar de la Amazonía es ante todo hablar de su gente y particularmente de esa quinta parte de su población que es, en gran medida, depositaria de la experiencia acumulada durante decenas de siglos en lo que toca al conocimiento, compresión y utilización de su naturaleza.
Puerto Leguizamo, Putumayo.
Hoy, el avance impetuoso de las Federaciones Indígenas Amazónicas, hace que éstas se vayan colocando a la cabeza en cuanto a la propuesta y ejecución de alternativas para el desarrollo regional.
La cultura indígena, por otra parte, está presente de alguna manera en toda la población de la selva. Hasta hace poco denominada “salvajes”, “incivilizados”, “indios”, para referirse a los herederos directos de lo que los investigadores vienen llamando “Culturas del Bosque Tropical”, cuyo desarrollo fue interrumpido a partir de la invasión europea.
Los historiadores indagan en los escritos de los primeros españoles que pasaron por la región o se asentaron en ella, buscando su re-lectura. Los antropólogos y etnólogos intentan reconstruir la vida de los pueblos antiguos principalmente a partir de la vida presente. Los lingüistas estudian las características comunes de las lenguas indígenas para tratar de establecer las relaciones existentes entre los pueblos antiguos y de alguna forma su ubicación en el espacio. (José Barletti, Febrero de 1992. A los 450 años del Descubrimiento Español del Río Amazonas, LOS PUEBLOS AMAZÓNICOS EN TIEMPOS DE LA LLEGADA DE ORELLANA; cfr. PDF en archivo).
De ese pasado nos quedan los rastros de una destrucción cultural, particularmente en su dimensión espiritual y la implantación forzosa de una nueva civilización, la occidental.
Precisamente con ocasión de la celebración de los 500 años, vimos, a lo largo y ancho del continente americano, las manos levantadas de muchos pueblos y nacionalidades ancestrales que gritaban: ¡Nosotros existimos! ¡Aquí estamos! Hemos resistido diferentes y crueles embates. ¡No nos han podido eliminar! ¡Resistimos y resistiremos! Hacemos parte de un mundo pluriétnico y multicultural. Somos sujetos de derechos: “unidad, tierra y cultura queremos recuperar”.
Por todas partes se fueron revisando las Constituciones nacionales y las Iglesias, especialmente la católica, fueron cambiando y descolonizando sus prácticas evangelizadoras. Reconociendo y valorizando culturas y, aunque muy lentamente, entrando en dinámicas interculturales e inter-espirituales, de diálogo en vez de imposición.
Presente en construcción
El presente histórico no comienza en el hoy cronológico sino que hace parte del acontecer temporal que, en el caso que nos interesa, “la propuesta espiritual de la Iglesia en la Amazonía: pasado, presente y futuro” lo podemos enmarcar entre el Concilio Vaticano II (1962- 1965) qué, aun siendo ecuménico, fue bastante euro-centrado y la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Medellín – Colombia, del 26 de agosto al 8 de septiembre de 1968, para leer el Concilio en clave latinoamericana y ponerlo en marcha en el continente.
Allí, en Medellín, se reencontraron varios de los obispos que, hacia el final del Concilio, el 16 de noviembre de 1965, habían celebrado una Eucaristía en las catacumbas de Domitilla, pidiendo la fidelidad al “espíritu de Jesús” y firmado lo que llamaron “el pacto de las catacumbas”.
Comprometidos con una Iglesia pobre, para los pobres y con los pobres, fueron delineando una Iglesia Latinoamérica, al servicio del ser humano “AmerIndioAfroLatino”, con su historia, sus características, necesidades y potencialidades específicas. Una Iglesia con rostro propio, en comunión y participación entre todas las Iglesias particulares o locales y con toda la Iglesia Católica.
En el Consejo Episcopal Latinoamericano – CELAM, crean el Departamento de Misiones, en 1966. Este se reúne en Iquitos – Perú, en 1971. Al final, como resultado, publicó uno de sus documentos tratando la recepción conciliar latinoamericana del tema misionero relacionado con la Amazonía, sosteniendo que “la iglesia decide hacerse ella misma amazónica, solidarizándose con estos pueblos a los que ha sido enviada y encarnándose en sus culturas, sus ritos, sus ministros y sus estructuras, y, dándose a sí misma estructuras de mayor unidad, se propone ser fermento de aquella cristiana comunión que se realiza en la caridad (Iquitos 32).
Esta propuesta suponía repensar y reconfigurar el rostro eclesial y la cosmovisión cristiana a la luz de las diferentes culturas locales: “corresponde desencadenar este proceso con una evangelización encarnada y asistir a la comunidad en actitud de verdadero diálogo en el cual comunique la vivencia de su fe y vele por la fuerza de sus expresiones” (Iquitos 47).
Se considera, por primera vez, en la tradición eclesial latinoamericana, un área o territorio sociocultural específico como lugar teológico, reconociendo los elementos socioculturales comunes como signos de la voluntad unificadora de Dios en esta área. La realidad territorial estaba siendo leída desde una perspectiva teológica: “el pueblo que habita en la Hoya (cuenca) Amazónica posee cierta personalidad propia, con características comunes, que se manifiestan como signos de la voluntad unificadora de Dios en esta área” (Iquitos 30). Se pide que dicho territorio o área sociocultural no sea tratado como un “apéndice de una Iglesia nacional”, sino como expresión de la “unión que Dios ha depositado germinalmente en esta geografía” (Iquitos 31)
El Papa recibe las memorias de la minga amazonica fronteriza. Archivo: Consolata Colombia.
En tanto lugar teológico, el evangelizador no adapta la liturgia, no selecciona los símbolos rituales, ni mucho menos crea la liturgia de la comunidad. Son los creyentes quienes, al interrelacionarse comunitariamente, reinterpretan colectivamente su sistema religioso tradicional a la luz del hecho salvador de Cristo, formulan su profesión de fe y su propia teología. Ello permitirá desembocar en la creación de un nuevo sistema litúrgico” (Iquitos 47). (cfr. Rafael Luciani, Reconfigurar la identidad y la estructura eclesial a la luz de las Iglesias Locales”, en Rev. Medellín, CEBITEPAL, Vol. XLVI No. 179, p. 505-507).
En el 2007, los obispos reunidos en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, retomaron la Propuesta de Iquitos e invitaron a pensar nuevas formas eclesiales regionales en los siguientes términos: “el pueblo de Dios se construye como una comunión de Iglesias particulares y, a través de ellas, como un intercambio entre las culturas. En este marco, los obispos y las Iglesias locales expresan su solicitud por todas las Iglesias, especialmente por las más cercanas, reunidas en las provincias eclesiásticas, las conferencias regionales, y otras formas de asociación interdiocesana en el interior de cada Nación y entre países de una misma Región o Continente” (Aparecida 182; 475).
Este sentir eclesial lo recoge el Papa Francisco en Querida Amazonia (QA 97) y lo concretiza en la Conferencia Eclesial Amazónica – CEAMA.
Futuro en esperanza
El vivir construyendo el presente con paciencia, responsabilidad, respeto, creatividad y perseverancia, adelantará el futuro de esa Iglesia con rostro amazónica, que ya está germinado.
En otros capítulos iremos compartiendo la reflexión que nos ha inspirado el Espíritu de la misión en el curso de inducción allá en Puerto Leguízamo, al sur de Colombia, en la subregión del Bajo Putumayo de la Amazonia Noroccidental que limita con las Repúblicas del Perú y Ecuador.
Archivo: Consolata Colombia.