La Cuaresma es un tiempo litúrgico de cuarenta días –empieza desde el miércoles de ceniza y termina el jueves santo antes de la celebración de la Cena del Señor– que se centra en tres pilares espirituales: la oración, el ayuno y la caridad. Varios teólogos, pastoralistas y santos han realizado incontables reflexiones acerca de la importancia de Cuaresma en el seguimiento de Jesucristo. También el Beato José Allamano ha reflexionado profundamente sobre el tiempo litúrgico de Cuaresma que, para él, tiene que ver con lo siguiente:
Por Lawrence Ssimbwa *
Un tiempo favorable
Llama la cuaresma un tiempo favorable y lo es porque beneficia, impulsa y anima a algo o alguien; “en ella el Señor acepta encantado todo lo que hacemos, escucha nuestras suplicas más que en otros momentos. Por lo tanto debemos despertarnos, no dejarlo en vano” (Así los quiero, p. 109). Debemos valorar este tiempo cuaresmal para estar más unidos a Dios y pensar en Jesús y utilizar esta oportunidad para “estar animados y no formar parte del grupo de los caminan a tientas” (Así los quiero, p. 109).
Un tiempo especial de penitencia y oración
La penitencia significa la conversión del pecador y designa el conjunto de actos interiores y exteriores dirigidos a la reparación del pecado cometido. “Nosotros –decía el beato José Allamano– no somos como aquellos santos que se alimentaban sólo de pan y agua. El espíritu de penitencia es necesario para acostumbrarse a las exigencias de la vida. El Señor ama los pequeños sacrificios, perennes, puntuales. El que no lo hace de una forma, debe hacerlo de otra forma. Además del ayuno de alimentos existe el de ojos, el de la imaginación y el del espíritu” (Así los quiero, p. 110). Así que, la cuaresma es momento oportuno para frenar con la ayuda del Espíritu Santo las pasiones desordenadas en nuestra vida.
De la misma manera en la cuaresma tenemos la oportunidad de crecer en la oración, nuestra capacidad de hablar con Dios y con Jesús. Él mismo nos enseñó que no se trata de hablar por hablar, sino de entablar una relación de amigos que se conocen a fondo y se quieren. Para el beato José Allamano “rezar es necesario para vivir bien. Hay que vivir de la vida interior. Que cada una de nuestras acciones, espiritual o material, empiece en Dios y termine también en Él. Este es el espíritu que debe acompañarnos cada día y todos los días; solo así nuestra vida será toda del Señor” (Así los quiero, p. 241). En relación con la cuaresma, José Allamano recomienda el rezo y la meditación del salmo 50 (miserere): “Esto es muy oportuno por ser un salmo penitencial, compuesto por David después de su pecado. Él nos enseña el temor, la esperanza, y los buenos propósitos. Examinémoslo y apliquémoslo a nosotros” (Así los quiero, p. 110).
Tiempo de crecimiento espiritual
El crecimiento espiritual es el proceso de parecernos cada vez más a Jesucristo; cuando depositamos nuestra fe en Jesús, el Espíritu Santo inicia el proceso de hacernos más semejantes a él, conformándonos a su imagen. Esto está bien explicado en la segunda carta de Pedro, donde se nos dice que los dones de Dios «si los tenéis en abundancia, no os dejan ociosos ni infecundos para el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo». (2 Pt 1,8)
Giuseppe Allamano, todavía reflexionando sobre el Salmo 50, nos invita a aplicar en nuestra vida cotidiana lo que su lectura nos inspira: “Que cada uno, para su propio provecho espiritual, haga las aplicaciones que Dios le inspira. Aprended a comprender esto, para que en la misión seáis ayudados (Así los quiero, p. 111).
* Padre Lorenzo Ssimbwa, IMC, trabaja con la población afro de la diócesis de Buenaventura, en Colombia.