San José para los Misioneros de la Consolata

Este lunes, 20 de marzo, en Italia y en muchos otros países se celebró la Fiesta litúrgica de San José, Esposo de María. Publicamos la homilía del Padre Stefano Camerlengo hecha en la Misa celebrada en la capilla de la Casa General IMC en Roma con la participación de las dos direcciones generales IMC – MC que se habían reunido por la tarde para compartir caminos de la misión.

Por Stefano Camerlengo *

“Propongo en particular a san José como modelo de fidelidad y de vida interior. No hizo milagros, no predicó, y sin embargo fue tan santo porque fue humilde y fiel a las pequeñas cosas. La fidelidad a las pequeñas cosas, ése es el secreto de las comunidades. La gracia que os he pedido es tener una fidelidad de hierro, fidelidad de la mañana a la noche, sin desfallecer. Esta debe ser una devoción ‘encarnada’ en vosotros. Después de Nuestro Señor y Nuestra Señora viene San José, sin buscar a otros” (Beato José Allamano, “Así los quiero”, n. 190).

Esta página, que recoge las reflexiones del Fundador sobre San José, está escrita en un lenguaje sencillo pero contiene muchas intuiciones importantes y quisiera destacar dos de ellas que me parecen útiles para iluminar nuestra vida misionera.

De José lo primero que podemos decir es que no dice una palabra, no podemos recordar en el Evangelio una sola frase dicha por él. Aún así, como recuerda un sacerdote, “si de José no sabemos cómo hablaba, sin embargo sí sabemos cómo pensaba, lo que soñaba y lo que hacía, y esto no es poco”.

Una primera imagen que podemos tomar para nuestra vida, tomada de las observaciones del Fundador, es la fidelidad de San José a las pequeñas cosas. En la vida no todos los días hacemos grandes elecciones o gestos fuertes, pero en la vida estamos llamados a lo cotidiano y quizás a repetir tantas cosas, durante tanto tiempo.

El Fundador nos invita a valorar estas pequeñas cosas, porque el secreto está en la manera de afrontarlas. Hacer bien las pequeñas cosas, con amor y entusiasmo, sigue siendo hacer algo grande. Por eso, en este tiempo en que buscamos opciones valientes y radicales, no olvidemos que todo esto, incluso el martirio o la entrega de la propia vida, nace de opciones cotidianas, del valor de aceptar lo cotidiano. Cuántas veces soñamos con algo distinto que no tenemos y no nos damos cuenta de los hermanos y las hermanas, de las circunstancias y de las cosas que están al alcance de nuestras manos. José nos enseña esas fidelidades.

Otro elemento que me parece fuerte en la persona de José es su fortaleza ante los sufrimientos y las crisis de la vida. José se encontró en noches oscuras y de sufrimiento. Imagínense la crisis cuando descubrió que su novia estaba embarazada y que él, según la ley, debería haberla denunciado y mandado lapidar. Debió de experimentar una profunda crisis con la voluntad de Dios que le pedía que hiciera algo humanamente difícil de aceptar y con la ley que le pedía hiciese algo que él no querría hacer. La historia de José no es como un cuento de hadas sino que es sufrimiento, sacrificio, lucha; Junto con María se encuentra viviendo un proyecto que cambia todos sus planes.

Esto me hace pensar en el sufrimiento en la misión: las incomprensiones y dificultades que hoy no nos hacen vivir bien nuestro carisma; el descubrirnos inadecuados en algunas ocasiones, en retardo a veces; la limitación de no entender en ocasiones las dinámicas de este mundo, de nuestra comunidad, de aquello a lo que estamos llamados. El sufrimiento también de vivir la Eucaristía en los momentos más complicados cuando tenemos que lidiar con situaciones pesadas y difíciles.

A pesar de todo esto José era un hombre «justo» que soñaba las cosas de Dios y sabía vivirlas y ponerlas en práctica. Esto también forma parte de nuestra vida. En mis muchos años de servicio al Instituto he encontrado misioneros entusiastas, pero también misioneros amargados y decepcionados, y éstas son las crisis profundas que debemos afrontar con la fuerza, el valor y la honradez de José. José no es un santo fácil, tuvo que enfrentarse a la oscuridad y al sufrimiento, pero lo hizo con la alegría de la entrega total de sí mismo al Señor.

Así pues, esforcémonos también nosotros por ser hombres justos y, como José, dispuestos a cumplir los sueños de Dios y su voluntad. Pidamos el valor, incluso en los momentos difíciles, de seguir adelante en la misión sabiendo que estamos experimentando algo que es mucho más grande que nosotros mismos.

* Padre Stefano Camerlengo, IMC, Superior General.

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