Mery me atrevo a compartir una de las experiencias que han marcado mi vida misionera y, que me parece significativa en este día de la Epifanía que no es otra cosa que la Misión: “Siquiera vino”.
Por María Esperanza Córdoba Sosa *
Con esta frase coloquial me reciben en las mujeres de las comunidades indígenas con las que comparto mi vida misionera. Todo un programa de vida: “Siquiera vino a estar con nosotras, a vivir con nosotras, a sentir con nosotras”. Esa es la naturaleza de una iglesia pobre y misionera que nos muestran los pueblos que acompañamos.
Epifanía
Estas imágenes de sororidad responden a mi constante interrogante: ¿Qué es la misión? Simplemente, caminar el reinado de Jesús de Nazaret. Y, en esta caminata, donde he descubierto la dimensión misionera de los Pueblos, no puedo hablar si no desde mi experiencia de vida: las comunidades en sus diversas culturas me han dado la Buena Noticia en la charla sencilla y alegre alrededor del fogón; en el corro de sudor y de risas después del trabajo comunitario, saboreando el tazón de chicha de yuca, la planta sagrada de los pueblos Kichwa, que las mujeres preparan como materia sacramental.
Me dan la Buena Noticia del mundo sin males, del otro mundo posible, en la minga, marchando bajo el sol o la lluvia, durmiendo en los cambuches, bailando y cantando al son de chirimías y tambores, exigiendo el derecho a la dignidad y el respeto a la vida de todos los Pueblos. Me ha dado la Buena Noticia el Pueblo Nasa en la cordillera del Cauca, en el espiral de la tulpa encendida por las manos hacendosas de las mujeres, palabreando la reflexión y mascando la hoja de coca, su planta sagrada. Me han evangelizado las mujeres cuando al despedirme después de unos días de caminata en sus comunidades, con un abrazo sororal y la sonrisa abierta, me dicen: “Siquiera vino, gracias por la visita”. Y yo continúo mi caminar a la luz de la estrella de la esperanza.
* María Esperanza Córdoba Sosa és misionera laica entre los pueblos indígenas de Colombia. Fuente: www.religiondigital.org