Sorino Yanomami: “Quiero vivir”

El Equipo de Comunicación de la Región IMC Colombia entrevistó al P. Michelangelo Piovano (1/04/2021), integrante de la Comisión investigadora, para la etapa diocesana, en el proceso de Canonización del Bienaventurado José Allamano, Fundador de los Misioneros y Misioneras de la Consolata.

P. Miguel Ángel Piovano*

¿Cómo se llegó a individuar este caso, posible milagro de José Allamano?

El hecho tuvo lugar el 7 de febrero de 1996 en la Misión Catrimani y era conocido por las Hermanas y los Misioneros que trabajaban en esa misión y en Boa Vista. Sin embargo, fueron las Hermanas de Consolata, las primeras y más implicadas en el caso, las que pidieron la gracia de la sanación mediante la intercesión del bienaventurado José Allamano.

La primera fue la Hermana Felicita Muthoni Nyaga quien ayudó a Sorino en su maloca, todo ensangrentado, con la cobertura del cráneo abierta y la masa cerebral expuesta. Fue ella a convencer a los “chamanes” que Sorino tenía que ir pronto a Boa Vista para ser atendido. Ellos querían que se quedara en la selva para morir allí, acompañado de uno de ellos, como es su tradición cultural. Los chamanes aceptaron que fuera a Boa Vista, pero amenazaron de muerte a la Hermana, en caso que muriera en Boa Vista, lejos de su comunidad.

Tan pronto como Sorino pudo volar a Boa Vista para ser atendido, la Hermana corrió a la Capilla de la misión para pedir la curación de indígena y su regreso, sano y salvo, para continuar su vida en la selva. Su oración de petición dirigida a Dios, por intercesión de José Allamano, rogándole que hiciera algo ante esta situación, sobre todo por la salud de Sorino y también por la consecuente seguridad para ella y los misioneros que trabajaban allí. Al mismo tiempo, las Hermanas que estaban en Boa Vista se unieron a la oración de petición, incluyéndola el primer día de la Novena al Fundador, con la fe y la confianza que José Allamano miraría a Sorino y este saldría con vida y salud de tan grave incidente. Cada día, debajo de la almohada, en la cama del Hospital, le ponían la reliquia del P. Allamano.

Unos días después de la cirugía para limpiar y reconstruir la corteza del cráneo, Sorino despertó sin consecuencias en el habla ni en la locomoción, sin convulsiones, como si estuviera normal, después de todo lo que le había sucedido, especialmente a causa de la pérdida de algunas partes de la masa cerebral.

Hoy, después de 25 años de la fatídica tragedia, Sorino continúa con salud, aunque con los problemas de salud normales en una persona mayor de 66 años, que vive en la selva. Ninguno de ellos relacionado con lo sucedido y narrado aquí. Desde mayo de ese 1.996, Sorino regresó a su maloca y retomó su vida normal, cazando, pescando y cuidando de su huerta y sus cultivos.

Las Misioneras/os que acompañaron el acontecimiento, en el momento, inmediatamente se dieron cuenta que algo extraordinario había sucedido, que se trataba de una sanación milagrosa y, desde un inicio, se lo atribuyeron a la intercesión del Bienaventurado José Allamano.  De hecho, antes de terminar el año (1996), la Hermana Rosa Aurea Longo publicó, en la Revista del Instituto sobre el Fundador, una narración testimonial de lo acontecido, resaltando la gracia de la curación recibida por el indígena yanomami. La misma Hermana Felicita Muthoni Nyaga escribía en el 2007, en la misma Revista, agradeciendo lo sucedido.

Y, entonces, ¿por qué esperaron tanto? Para quienes conocen la historia y la realidad de Roraima, lo mismo que la presencia y participación de los Misioneros en esta región, podrán saber de las pruebas y dificultades que enfrentaron debido a la Campaña para la delimitación y homologación de las tierras indígenas, de la persecución por parte de hacendados y explotadores de oro (garimpeiros), con acusaciones inicuas e injustas, que golpeaban a los líderes, a los misioneros/as e incluso al obispo Aldo Mongiano. Por eso el caso Sorino fue dejado a un lado, guardado en los archivos de la memoria, de unos y otros. Tal vez esperando tiempos mejores, tiempos de gracia, que Dios conoce y prepara.

¿Qué es un proceso diocesano, con miras a una canonización, y cómo lo vivió?

El Bienaventurado José Allamano, beatificado el 7 de octubre de 1990, lleva mucho tiempo esperando el momento de la canonización, es decir, ser proclamado Santo por la Iglesia. Para que esto suceda se necesita un milagro, reconocido como tal. Con tal fin, en la Diócesis de Boa Vista – Roraima (Brasil), donde aconteció el incidente y la supuesta curación milagrosa, de la que ya hablamos, se recogieron pruebas como, declaraciones de testigos e informes de médicos que asistieron, personalmente, a Sorino en aquel momento, junto con exámenes y consultas médicas recientes.

De acuerdo con las reglas de la Congregación para las Causas de los Santos, por petición del Postulador de la Causa de Canonización de José Allamano, el Obispo Diocesano de la jurisdicción implicada, debe constituir una Comisión encargada de realizar una investigación, escuchando testigos confiables, recogiendo y presentando, ordenadamente, todos los documentos relacionados con el caso estudiado.

Ese fue el trabajo realizado en Boa Vista, del 7 al 15 de marzo de 2021. De cada una de las sesiones se labraba un Acta que se iba adjuntando a todo el material producido que, al final, se vino juntado, ordenado, autenticado por un Notario y sellado, preservando el original en la misma Diócesis y enviando dos copias, certificadas, a la Congregación para las Causas de los Santos, en el Vaticano.

Terminada la fase “diocesana”, pasa ahora a la denominada fase “romana”, en la cual el Postulador prepara una “Positio” (presentación organizada de los hechos y los documentos). Luego vendrá el estudio y evaluación de un Comité de Siete Médicos, sobre la naturaleza de la presunta curación milagrosa y de Siete Teólogos, sobre la parte teológica, lo mismo que la invocación de José Allamano en el caso referido.

Para mí fue una gran gracia haber sido llamando a integrar esta Comisión de investigación. Como Notario, participé en las 20 sesiones, elaborando el Acta de cada una. Escuchar al propio Sorino y a los testigos, lo mismo que el relato de los médicos, varias veces, fue algo emocionante, lo mismo que para toda la Comisión. Descubrí a personas, misioneras y misioneros, de grande fe, amor y pasión por la misión y los Pueblos indígenas. Me di cuenta de lo mucho que es querido José Allamano y cómo cada uno lo consideran “padre” y lo sienten vivo en su vida y misión. 

¿Qué puede significar para los dos Institutos y la Iglesia Católica, la posible canonización del Padre Fundador, precisamente en la Amazonía y específicamente en el mundo indígena?

El milagro que permitió la Beatificación de José Allamano fue en el Kenia – África, puede ser que el que lo lleve a la Canonización, sea en esta América y, más precisamente, en la Amazonía.  Esto significaría que el Fundador acompaña y sigue a todos y cada uno de sus misioneros, en los diversos Continentes donde trabajan y, como dijo el Obispo de Roraima, monseñor Mario Antonio da Silva, está presente en la vida de sus hijos e hijas, que viven su carisma y sus intuiciones misioneras.

Hemos reanudado los trabajos sobre este caso, con una investigación preparatoria, llevada a cabo en Boa Vista en 2019, el mismo año del Sínodo para la Amazonia, convocado en Roma. Toda esta sincronía suena como la voz de Dios que nos confirma que Él está con los pobres, con los humildes, en la vida de los Pueblos indígenas, que no los olvida y que, a través de la misión evangelizadora de la Iglesia, está a su lado para que puedan vivir y ofrecer sus riquezas culturales, humanas y religiosas.  La supuesta curación milagrosa de Sorino es la confirmación, el sello de Dios, en la obra de todos aquellos que dan su vida entre los Pueblos indígenas, lo que nuestros Institutos han venido haciendo, durante más de 70 años, en Roraima y otros territorios de la Amazonía.

Sorino y Helena Yanomami

Conocí a Sorino y a su esposa Helena, escuché su testimonio, me impactó su sencillez y humildad. Recordé, entonces, lo que le dijo a la Hermana Felicita cuando tuvo que ser llevado a Boa Vista: “Irmã eu quero viver”. Recuerdo la campaña “Nós existimos” que, como Institutos lideramos hace algunos años, también en defensa de los Pueblos indígenas. Estamos entre los Pueblos indígenas para que el mundo sepa que ellos existen, para que puedan vivir. Sorino, que regresa a su maloca con vida y salud, se convierte en el “sacramento” de la acción de Dios entre estos pueblos. En los días que Sorino estaba en el Hospital, entre la vida y la muerte, la Hermana Lisadele Mantoet, al ver que sus condiciones eran graves y comprometidas, realizó el gesto sacramental de la vida: tomó un vaso con agua y bautizó a Sorino con el nombre de Giuseppe. También esto le ayudó en su recuperación y total restablecimiento.

Mi estadía en el Brasil, después de tantos años

Por todo lo que ya he compartido, por las personas encontradas y las comunidades visitadas y con las que conviví durante estos tres meses que pasé en Brasil, sólo me resta dar gracias a Dios y a los Superiores que me pidieron ayudar en este servicio, sin saber exactamente lo que me esperaba. Volví a ver a misioneras/os muy queridos, con quienes había trabajado por varios años, encontré varios jóvenes misioneros que viven con dedicación y pasión la misión que se les ha confiado. Admiré el trabajo sencillo, humilde y paciente que realizan en las Comunidades indígenas, siendo una presencia de consolación. Evangelizar con la vida, en primer lugar, y ayudar a las comunidades a ser fieles a los principios de la justicia, al compartir y al compromiso.

Estuvimos en plena pandemia, con mucho cuidado. Gracias a Dios, pudimos hacer todo con seguridad y salud. Ruego por todos aquellos que están sufriendo, también misioneros/as que durante estos días nos sirvieron y que hoy están luchando con el virus en el hospital, esperando a que la Covid19 los dejes libres para volver, con salud y fuerza, a la misión.

70 años de nuestra presencia en Roraima y con los pueblos indígenas: este es el gran milagro de José Allamano, de Jesús que pasa haciendo el bien, sanando y consolando. Que, presionado por la oración insistente, fruto de fe, hace que el cielo se abra y la vida resplandezca. Misterio de Pascua en la vida de esta humanidad herida y enferma, en la vida de la Iglesia y en la vida de los Pueblos indígenas.

P. Miguel Ángel Piovano, Vicesuperior de los Misionero de la Consolata*

Traducción, Salvador Medina imc, del Equipo de Comunicación de la Región Colombia