
Seguir a Jesús, siendo su discípulo, significa responder al llamado de querer vivir con Él.
Por Joseph Onyango Oiye*
Seguir a Jesús, ser discípulo suyo, significa responder a su llamado a vivir con Él y como Él. La vocación a la vida religiosa en una congregación para la misión Ad Gentes, como la nuestra, es una forma de realizar la vocación Cristiana que nace de la fe y no de idealismo. En algunas ocasiones, uno puede confundir la vida religiosa por querer hacer algunas obras de caridad o de bien. La vida religiosa está vinculada a la promoción humana pero es importante entender que uno no debe ser religioso simplemente para entregarse a pacificar la sociedad, infundirle esperanza o trabajar por el movimiento social. Uno se hace religioso y misionero ante todo por Jesucristo.
En primer lugar, como decía nuestro fundador, el Beato José Allamano, es importante entender que todos estamos llamados a la santidad, esto es, identificarse con Jesús, compartir sus sentimientos, vivir como hijos de Dios, mostrar su amor a los hombres. No en teoría sino en la práctica. Este llamado lo hace Jesús cuando nos dice a cada uno, “sígueme”. Ser Cristiano, entonces, es ser seguidor de Jesucristo; su discípulo. En otras palabras, podemos decir que un joven antes de buscar la vida consagrada para las misiones extranjera, debe en primer lugar buscar la santidad.
La vida religiosa es más que la consagración a Dios a través de los votos de pobreza, obediencia y castidad. La consagración es una acción Divina en que Dios llama a una persona y la separa para dedicársela a Si mismo de modo particular. La finalidad de esta consagración es mostrar una gran pasión por Cristo y por la humanidad. La persona que adopta esta forma de vida, entonces, se vincula de una forma incondicional a Jesús en una forma de entrega de sí, profunda y libre.
El seguimiento de Jesucristo como misionero consagrado implica una entrega total a Él, a fin de continuar su obra de salvación y liberación por la humanidad. El que quiere seguir a Jesús como Misionero de la Consolata, entonces, debe primero encontrarse con Dios para poder acercar a los demás a Él. Así como los discípulos hicieron una experiencia personal de convivir con Jesús, la vida misionera tiene una finalidad muy hermosa que es hacer creíble el amor de Dios más allá de la frontera.
En el mundo actual, Dios sigue llamando a sus hijos a vivir su consagración en una forma radical y religiosa. Así pues, los misioneros son llamados a vivir su consagración como hijos de Dios, igual a Jesús, dependiendo del Padre, amándole sobre todas las cosas y entregando por entero al servicio de los demás.
Los religiosos, en este aspecto, reciben de Dios el don de seguir más de cerca a Cristo en su pobreza, su castidad y su obediencia por medio de la profesión pública de estos consejos con la mediación de la Iglesia.
La vida religiosa no se vive solo: se vive siempre en la comunidad. Los consejos evangélicos se traducen y expresa en convivencia externa con los hermanos, en la vida fraterna y comunitaria. Esta fraternidad genera unas relaciones basadas en el servicio y en la entrega; creando así una vida de familia que se traduce también en la acción apostólica. Esto es lo que más distingue la vida religiosa; una vida comunitaria antes de todo. Decía nuestro fundador, este no es seminario o colegio. Esta es una familia.
*Joseph Onyango Oiye, imc, es un misionero en México.