A Través de Tus Miradas: África

Aprender a mirar sin prejuicios ni supremacía es el gran desafío que enfrenta la humanidad. Hoy, África me invita a reaprender a mirar, a seguir ampliando mis horizontes, esta vez no mirando el mar sino contemplando y caminando la sabana africana, con curiosidad, estupor y admiración, son las cualidades de estas miradas.

Francisco Martínez López*

Las miradas tienen un poder inmenso para revelar lo que las palabras no pueden expresar. Estas miradas, llenas de asombro, curiosidad y autenticidad, me muestran que, en este rincón del mundo, la conexión humana se forja a través de los ojos, un lenguaje universal profundo y misterioso.

Recién llegado

Al estar recién llegado a África, fui a visitar a los jóvenes italianos a quienes acompañé en su formación y preparación para su experiencia en el continente. Ya habían estado varias semanas en el país, así que los visité en el “Centro Cottolengo”, un lugar especializado para niños huérfanos que padecen VIH+/SIDA. Entre abrazos, risas y sorpresas, me mostraron el lugar. Después de saludar a los niños y observar las actividades que estaban llevando a cabo, le pregunté a algunos de ellos qué había sido lo que más les había impactado hasta ese momento. Varios de ellos respondieron que “la forma en que las personas, especialmente los niños, miraban; sus miradas tienen un brillo especial”.

Creo que toda persona que ha tenido la oportunidad de estar en tierras misioneras se ha encontrado con una mirada cautivadora. Es difícil explicar cómo te miran, ya sea por asombro, curiosidad o novedad, pero lo cierto es que te miran directamente a los ojos. Es una mirada que habla, que comunica, que transmite, que confunde. Mil y una cosas pasan por tu mente, pero no puedes traducir esa mirada en palabras. Sin embargo, queda grabada en tu mente y corazón. Detrás de cada mirada, hay una historia que contar. Son testimonios silenciosos de vidas, llenos de pasión, alegría, tristeza y esperanza.

Hoy, en nuestros países y grandes ciudades, hemos perdido la capacidad de mirarnos a los ojos, algo que solía ser esencial para la humanidad. En la comunicación digital, no tenemos a nadie frente a nosotros; asumimos una realidad incorpórea. Cada vez más, nos sumergimos en estas representaciones virtuales. Las miradas se sustituyen por emojis y gifs, y las palabras escritas reemplazan la tonalidad de la voz y los gestos expresivos. Entre avatares y filtros, construimos nuestro día a día.

Es cierto que la comunicación digital nos brinda cercanía y la capacidad de crear redes y compartir ideas, lo cual es algo mágico. Hasta se ha convertido en parte fundamental de nuestras vidas, especialmente para los que estamos lejos de casa. Sin embargo, esconde un poder silencioso que todos utilizamos; el controlar nuestras interacciones. Hoy tenemos que pedir permiso para llamar a las personas. Alejarnos del mundo es una posibilidad. Podemos responder a los mensajes cuando queremos, activamos filtros para los comentarios, silenciamos perfiles y creamos listas de exclusivas, nos vemos sumergidos en una dinámica de aceptar o rechazar, lo cual no pasa en la presencialidad, aunque las tecnologías nos brindan la conveniencia de la comunicación en cualquier momento y lugar, a menudo sacrificamos nuestra capacidad de mirar en el mundo real.

Es difícil retroceder en el tiempo, ya que no podemos imaginar una vida sin internet. Al mismo tiempo, sentimos la necesidad de mirarnos, no a través de una pantalla, sino en persona. Buscando esas miradas que crean vínculos, complicidades que desatan amores, esas miradas que establecen una conexión única, una danza invisible y fugaz, miradas que inspiran, despiertan empatía y nos recuerdan que, a pesar de nuestras diferencias, todos compartimos la misma humanidad.

Aprender a mirar sin prejuicios ni supremacía es el gran desafío que enfrenta la humanidad. Hoy, África me invita a reaprender a mirar, a seguir ampliando mis horizontes, esta vez no mirando el mar sino contemplando y caminando la sabana africana, con curiosidad, estupor y admiración, son las cualidades de estas miradas. En el camino es donde aprendo a mirar con el corazón, ya lo decía el zorro al Principito: “Solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos”.



Que estas fotografías te inspiren a cultivar tu mirada, encontrando en ellas la autenticidad en cada expresión y descubriendo la riqueza de la conexión humana en el mundo que te rodea.

*Francisco Martínez López, laico colombiano – misionero de la Consolata, actualmente en Kenia – África